/BOLETIN-DD HH/ EUROPA: Inmigrantes, los nuevos esclavos

La Europa próspera, desarrollada y defensora de los derechos humanos es, al mismo tiempo, un ejemplo evidente de cómo los inmigrantes se convierten en los nuevos esclavos de la era de la globalización.

Como "los esclavos de la mundialización" califica en su último informe la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) a los más de seis millones de inmigrantes que cada año aportan mano de obra irregular fuera de sus países de origen.

La mayoría de esos inmigrantes, añade la CIOSL, son víctimas de mafiosos, "los nuevos negreros", que se embolsan unos 7.000 millones de dólares anuales por llevarlos irregularmente y a menudo con engaños a países donde esperan encontrar trabajo.

La enorme y creciente diferencia en la renta de los países y la mecanización de las tareas agrícolas empujan a personas del Sur en desarrollo hacia el Norte industrializado.

El científico alemán Arno Peters señala que en los países más ricos las personas consumen 400 veces más que la gente en los países más empobrecidos. Así, los habitantes de Suiza consumen más en un sólo día que los de Mozambique en todo un año.

Peters añadió que cien años atrás se necesitaba el trabajo de cuatro campesinos para alimentar al habitante de una ciudad, pero que ahora la mecanización, el cultivo de plantas y la química han logrado que un campesino pueda alimentar a 25 personas.

Las zonas rurales se despueblan y lanzan desocupados hacia las ciudades en Asia, Africa y América Latina.

Esas condiciones sociales impulsan las oleadas de inmigrantes. Desde los Balcanes y Europa oriental hacia Occidente, desde Africa y Medio Oriente hacia el Norte, la presión es incesante, sin contar la menos numerosa que llega desde más lejos.

La primera reacción de los gobiernos del Norte es cerrar las fronteras, pero hay también otras posiciones. "La cooperación económica, y no los guardias de frontera, es la única herramienta posible", observó el diario madrileño El País en un editorial, reflejando una opinión que cada vez se abre más paso.

"Es tan claro que sólo el desarrollo evitará la emigración, que sorprende la paciencia con que los líderes europeos abordan el que será el mayor problema del Viejo Continente (Europa) en el próximo siglo", coincidió el periodista Tomás de Izarra concordó, del diario El Mundo, también de Madrid.

En tanto, los inmigrantes logran pequeñas victorias y recogen solidaridad incluso entre los empresarios.

En Francia, la movilización de los inmigrantes indocumentados logró a principios de agosto que el gobierno se comprometiera a regularizar su situación. Se calcula que en los próximos meses 50.000 inmigrantes recibirán su documentación, pero Francia continuará albergando a medio millón de ellos sin documentar.

En España, se alzan voces solidarias mientras el público se habitúa a recibir un día sí y otro también noticias sobre el naufragio de frágiles embarcaciones y la muerte de sus ocupantes que intentan llegar a las costas de este país desde Africa, o su arresto y expulsión.

Totana, una localidad española ubicada sobre la costa del mar Mediterráneo, es el escenario donde el lunes pasado se celebró una manifestación popular de apoyo a los inmigrantes, con el apoyo de los empresarios de la zona.

La manifestación demandó que se anule la orden de expulsión de 17 ecuatorianos detenidos por la Guardia Civil la semana pasada, por carecer de la documentación española que los autorice a residir y trabajar en el país.

En Totana viven medio millar de ecuatorianos y ecuatorianas de entre 20 y 30 años, que trabajan diez horas diarias a pleno sol en la cosecha de frutas, legumbres y hortalizas. Doscientos de ellos están amenazados de expulsión.

Los vecinos de esa localidad apoyan a los inmigrantes, por su buen comportamiento y porque hacen los trabajos que los españoles ya no quieren hacer. En general, los inmigrantes en Europa realizan las tareas más ingratas.

Pero una cosa es que los europeos quieran gente para esas tareas, otra que una minoría sea solidariamente activa y una muy distinta que las fronteras puedan llegar a abrirse totalmente. Esa es una solución que no cuenta con apoyo como para pensar que pueda convertirse en una realidad a corto o mediano plazo.

Alguien que ocupa una posición que le permite ver claro el problema es el delegado del gobierno en la ciudad de Ceuta, Luis Moro Díaz, de quien dependen todas las fuerzas de seguridad de ese enclave en Africa septentrional, la frontera Sur de Europa.

"La inmigración no ha hecho nada más que empezar… el problema al sur del Sahara se arreglaría con inversiones, con desarrollo económico y social… ¿pero cuánto tiempo tarda? España, Europa, el mundo, van con retraso en esa cita", dijo Moro Díaz. (FIN/IPS/td/mj/hd pr/98

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