Una investigación universitaria realizada entre adolescentes de Uruguay confirma la falsedad de la idea tradicional según la cual las disparidades sociales serían muy inferiores a las de los países de la región.
La encuesta, realizada por la Facultad de Psicología de la Universidad estatal sobre un universo representativo de varones y mujeres, apunta que si bien 100 por ciento de los adolescentes de capas altas superó la enseñanza primaria, en el bajo no lo hizo 33 por ciento y 11 por ciento no completó ese ciclo.
Mientras 82 por ciento del nivel alto accedió al segundo ciclo de Secundaria o a la Universidad, 73 por ciento del estrato bajo tiene un nivel educativo inferior al segundo ciclo de Secundaria, indica el estudio, que apunta a configurar el perfil psicosocial de la adolescencia de entre 15 y 19 años residente en la capital.
"La probabilidad de que un adolescente montevideano del estrato socioeconómico alto o medio alto esté cursando el segundo ciclo de Secundaria es nueve veces mayor que la que tiene un joven del estrato bajo", sentencia el informe.
La Universidad del Trabajo -una escuela de oficios- recibe 70 por ciento de su alumnado de los niveles socioeconómicos más pobres, y ninguno de los niveles altos.
Los autores del documento observan que los guarismos obtenidos en Uruguay no difieren demasiado de los verificables en otros países de América Latina más conocidos por sus diferencias socioeconómicas y su inequidad en el acceso a los niveles superiores de educación.
Las desigualdades en Uruguay se incrementaron notoriamente a partir de los años 60, con la agudización de la crisis económica, y sobre todo de la instauración de la dictadura militar (1973-85), que repercutió en todo el cuerpo social nacional y en especial en el sistema educativo.
Por otra parte, el estudio brinda datos que también colocan a Uruguay a la par de otros países latinoamericanos en cuanto al aumento exponencial de la presencia femenina en la enseñanza terciaria. Las mujeres representan actualmente 63 por ciento de la población universitaria nacional.
"Este fenómeno podría deberse a que los varones tienen que trabajar o desempeñar otras actividades más tempranamente, o por repeticiones" de años escolares que alargan su etapa de estudiantes, estima el informe.
Esta diferencia o "inversión de los privilegios educativos entre los sexos" con relación a la realidad de dos o tres décadas atrás se registra en todos los niveles socioeconómicos.
Tomando los extremos, en el estrato alto cursa la Universidad seis por ciento de los varones y 11 por ciento de las mujeres comprendidos en el universo estudiado. En el bajo, tres por ciento de los varones y 11 de las mujeres alcanza el segundo ciclo de Secundaria.
La inadecuación del sistema educativo a las demandas de los adolescentes es otra de las conclusiones del trabajo.
El 72 por ciento de estos jóvenes expresa que la enseñanza impartida en el sistema formal no los prepara o lo hace "más o menos" respecto al futuro del país, y un número similar -71 por ciento- opina que tampoco los proyecta adaptarse a "los cambios que se están produciendo en el mundo".
El documento, elaborado durante años en base a cuestionarios que luego fueron "trabajados" por el equipo de psicólogos, incluyó igualmente temas como familia, sexualidad-afectividad, elección laboral y alteraciones de conducta.
La falta de trabajo es, de lejos, el problema más acuciante para estos jóvenes, 31 por ciento de los cuales la mencionan en el primer lugar entre sus problemas, al tiempo que 11 por ciento colocan a "la falta de oportunidades y espacio" e idéntico porcentaje a "las drogas".
"El adolescente se ve enfrentado no sólo a que el acceso al primer empleo depende en gran parte de las vinculaciones familiares y/o personales, sino también a que los requisitos para entrar al mercado laboral son cada vez más inabordables", destaca el equipo de psicólogos.
La aspiración a lograr un título universitario para ascender en la escala social y, sobre todo, conseguir empleo sigue siendo sustancial (50 por ciento de los consultados) en un país "culturalmente de clase media" como Uruguay, pero es menor que en décadas anteriores.
En declaraciones a la prensa, la psicóloga Rita Perdomo, coordinadora del estudio, dijo que ello se debe a que los adolescentes perciben que un título universitario ya no asegura un porvenir, como sí lo hacía hasta los años 60 y 70.
Otros datos que las autoras consideran relevantes es que la inmensa mayoría de los jóvenes consultados dice no estar al tanto de la actualidad política del país (sólo 21 por ciento dice informarse al respecto), y que es muy escaso el porcentaje de adolescentes que dicen leer.
El descreimiento político, otro valor que los adolescentes uruguayos comparten con sus pares internacionales, se acompaña por una creencia de que sus mayores, que en décadas anteriores "lucharon por ideales cuando eran jóvenes", fracasaron, una afirmación vertida por 63 por ciento de los consultados.
Frente a la sexualidad, los varones se manifiestan menos atados para tener relaciones libres que las mujeres. Mientras 56 por ciento de los primeros dijeron poder mantener contactos sexuales "toda vez que quieran", sólo 31 por ciento de las segundas respondió de igual manera.
Respecto de la incidencia en su vida personal o familiar de la dictadura -que concluyó cuando los padres de los que respondieron a la encuesta tenían seis años- 62 por ciento dijo que no tuvo efecto alguno.
Las psicólogas interpretaron ese dato sobre todo como revelador de la muy escasa comunicación existente entre los adolescentes actuales y sus padres.
Estos no han sabido transmitir a los jóvenes lo sucedido durante un período como el militar, que "marcó a fuego" y constituyó "un antes y un después" en la vida de todos los uruguayos, según dijo Perdomo a la prensa. (FIN/IPS/dg/ag/pr/98