El presidente Getulio Vargas se pegó un tiro en el corazón de madrugada, estremeciendo a Brasil, después de escribir en una carta a la nación que dejaba la vida "para entrar en la Historia".
El Palacio de Catete, donde primero retumbó "El tiro que cambió la Historia" el 24 de agosto de 1954, se convirtió en un museo e importante centro cultural de Río de Janeiro y también en el escenario ideal para contar la tragedia de forma teatral.
La idea de representar los últimos momentos de Vargas en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos históricos fue de Helena Severa, entonces directora del Museo de la República, como se llama ahora al palacio, y hoy secretaria de Cultura de Río de Janeiro.
"El tiro que cambió la Historia", escrito por Aderbal Freire- Filho, también director del espectáculo, y Carlos Eduardo Novaes, fue un éxito teatral entre 1991 y 1993 y atrajo más de 40.000 espectadores al museo.
Sus creadores decidieron reestrenarlo, lo que ocurrirá el día 24. Las representaciones se realizarán durante un mes. Pero la decisión es convertirlo en espectáculo a ser presentado todos los años, en invierno, probablemente en agosto, que el sucidio de Vargas acentuó como "mes del perro loco".
La curiosidad no se limita a la representación en el mismo palacio real en que vivieron los presidentes hasta que la capital de Brasil se transfirió a Brasilia en 1960.
El teatro aprovecha los mismos muebles conservados como piezas del museo. Incluso la misma cama en que se mató Vargas, un mandatario que dejó marcas profundas en Brasil. Gobernó entre 1930 y 1945, como dictador, y luego de 1951 a 1954 como presidente democráticamente electo.
Este escenario singular limita a 70 los espectadores de cada función. Los 25 actores representan desde los protagonistas de la historia, como Vargas y sus familiares, a los guardias del palacio, pasando por miembros del gobierno.
Todos se trasladan sucesivamente a los distintos cuartos en que se desenvuelven acciones, como reuniones de ministros, diálogos del presidente y sus asesores. Todo culmina en el dormitorio donde ocurre el suicidio.
Hay que subir y bajar varias veces las escaleras que unen los tres pisos del palacio, lo que genera no pocos incidentes, especialmente para espectadores más viejos o gordos, que tienen más dificultades para desplazarse.
En las sesiones del pasado, hubo varios casos de ancianos que se sintieron mal, con vértigo en las escaleras, por ejemplo, y que tuvieron que ser asistidos por los mismos actores.
Como se hacen dos funciones diarias para compensar la limitación de público, la presentación exige buena preparación física de los actores, en gran parte ya cincuentones, para representar a Vargas y sus ministros.
El éxito de "El tiro que cambi la Historia" produjo en los primeros años 90 una ola de representaciones teatrales en escenarios reales cuya arquitectura sobrevivió a los tiempos, en especial en Río de Janeiro.
El grupo de teatro infantil Tablado, por ejemplo, aprovechó el Pazo, en el centro de la ciudad, para reproducir episodios históricos que llevaron a la independencia de Brasil y al fin de la esclavitud.
El mismo Aderbal Freire-Filho dirigió "Tiradentes", mostrando por las calles y edificios de Río de Janeiro la tragedia del héroe de la independencia nacional ahorcado por los portugueses en 1792. Los espectadores se trasladaban por varias partes de la ciudad en ómnibus.
Es una forma más efectiva de rescatar y enseñar la historia del país, argumentaron los artistas. Muchos creyeron que sera un medio de recuperar un gran público para un teatro en perpetua crisis.
El movimiento no alcanzó este último objetivo y prácticamente se extinguió. Pero "El tiro" era, en efecto, una buena idea, tanto por su tema dramático de profunda repercusión en la vida nacional como por el escenario privilegiado. Por eso resucita. (FIN/IPS/mo/mj/cr/98