Los estudiantes universitarios de Bolivia abandonaron sus luchas ideológicas de varias décadas atrás. No dejaron de salir a las calles de La Paz, pero ahora ya no lo hacen para protestar, sino para bailar danzas folclóricas.
Para esta nueva actividad se preparan durante casi medio año y gastan más dinero en trajes, disfraces y bandas de música que en la matrícula de la universidad, para la que casi siempre presentan objeciones.
Todo ese esfuerzo desemboca en una sola jornada de la ya tradicional "Entrada Universitaria", en las que se vuelcan a las calles para bailar danzas tradicionales, "rescatadas", como ellos mismos dicen, de las comunidades campesinas del país.
Este año, la fiesta se celebró el 22 de agosto. Fue la decimoprimera edición de la Entrada Universitaria por las principales calles, avenidas y plazas de La Paz, en la que bailaron unos 10.000 universitarios y universitarias.
Agrupados en 47 fraternidades, los universitarios representaron unas 20 danzas tradicionales desde las 9 horas hasta las 21, sin parar.
Los danzantes exhiben una mezcla de tradición, cultura y modernidad en bailes como la saya, que representa a los esclavos negros traídos de Africa en la época colonial, o la diablada, que paradójicamente representa a la devoción de los mineros.
Casi todas esas danzas recuperan parcialmente los trajes originarios. En la mayoría de los casos, y en especial en el caso de las mujeres, las ya cortas faldas tienden a reducirse cada vez más, al extremo de que hoy son más accesorios estéticos que prendas de vestir.
Los organizadores, encabezados por el rector y docentes de la estatal Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, reivindican en sus discursos el rescate de la diversidad cultural del país y la reivindicación del carácter pluricultural y multiétnico de Bolivia.
Pero no faltan quienes afirman que la Entrada Universitaria es una expresión de la decadencia de las casas de estudio que, afirman, privilegian la diversión y el consumo del alcohol en los grupos de danza frente a la función acádemica.
Los críticos, entre los que figuran representantes de medios de comunicación, esperan que los jóvenes estudien con la misma fuerza que demuestran en sus ensayos diarios y de tantos meses.
Los universitarios se defienden aguerridos.
"No nos perjudicamos para nada. Los ensayos duran varias semanas, es cierto, pero son en la noche, a partir de las siete, después de las clases", dice una estudiante de la carrera de Psicología que este año bailó la kullawada, una danza de los campesinos andinos del área rural de La Paz.
Otros universitarios ven en esta actividad una misión cultural que impide que bailes tradicionales de antaño se pierdan en el olvido.
"Mucha gente dice que entramos a la universidad sólo para bailar. Pero no todo en la vida es estudiar y trabajar. Nosotros bailamos porque es una forma de rescatar las expresiones culturales de nuestra sociedad", asegura Fabián Castillo, un estudiante de Comunicación Social que baila la diablada.
La universitaria es uno entre varias "entradas", festivales de danzas folcllóricas, que se celebran año a año en Bolivia. Jóvenes y mayores bailan durante el carnaval en varias ciudades del país y los comericantes informales de La Paz celebran una en junio.
Algunos centros de enseñanza media hacen la suya y cada barrio se organiza a su manera para bailar en las calles con disfraces.
La mayoría de las "entradas" bolivianas rinden homenaje a algún santo o virgen católica, pero terminan poniendo en apuros a los sacerdotes y obispos que no saben cómo justificar el consumo de grandes cantidades de alcohol después de la fiesta.
Los universitarios no lo hacen por devoción, ni siquiera por Marx, la autonomía universitaria o por simple rebeldía. La "entrada" y sus ensayos es para ellos un compromiso tan importante como un examen, y a veces más urgente incluso que asistir a clases.
La "entrada" es la única ocasión en que es posible ver a los universitarios organizados en las calles. (FIN/IPS/jcr/mj/cr ed/98
