El calentamiento del planeta no es una buena perspectiva ni siquiera para los indígenas que pueblan el Artico, una de las regiones más frías del planeta, pues amenaza la supervivencia de sus comunidades.
John Kulowiyi, un capitán ballenero de 76 años, es muy consciente del cambio del clima de su tierra natal en la isla de Saint Lawrence, de Estados Unidos, en el mar de Bering.
Cuando él era joven, los 150 kilómetros de agua que separaban su casa de Siberia, en Rusia, se congelaban por completo durante el invierno. Pero el hielo ya no es como antes, observó Kulowiyi.
Kulowiyi recordó que, hace poco, un grupo de cazadores mataron una morsa, la carnearon, cada uno de ellos cargó unos 10 kilogramos de carne en su bolso y se marcharon a casa. Pero luego notaron que el hielo no resistía su peso y tuvieron que gatear. De otro modo, se hubieran sumergido.
Estas y otras experiencias se inscriben en cada vez más datos, entre ellos el calor sin precedentes registrado en julio, que, según organizaciones ambientalistas, prueban que los gases causantes del efecto invernadero, emitidos por industrias y viviendas.
"Las observaciones de la gente del Artico no sólo coinciden con las predicciones científicas. También son evidencia de primera mano de que el impacto del cambio planetario se está sintiendo ya mismo", dice un informe de la organización Greenpeace Internacional.
El informe, difundido el jueves, fue elaborado por Greenpeace en conjunto con Arctic Network, grupo conservacionista con sede en el estado de Alaska, Estados Unidos.
El estudio se basa en una visita realizada el pasado verano boreal a comunidades de los mares de Bering del Norte y Chukchi, durante la cual se recogieron testimonios de los habitantes sobre los cambios del clima y en los ambientes marinos y terrestres del Artico.
"Los modelos climatológicos predicen constantemente que, debido a la vulnerabilidad de la región, el impacto del cambio climático se siente dos o tres veces más en el Artico que en otras partes del mundo", dice el documento.
"Estos efectos son detectables aquí en primer lugar, y pueden servir de indicadores de lo que puede ocurrir en otras partes", según el estudio.
Informaciones meteorológicas de Siberia, Alaska y el noroeste de Canadá citadas en el informe indican que la temperatura promedio anual de esas regiones aumentó un grado por década en los últimos 30 años.
Pobladores indígenas de la zona dijeron a los investigadores que la parte del mar entre Alaska y Siberia cubierta de hielo es ahora más pequeña que antes, y que la capa de hielo se afinó.
También dijeron que la primavera empieza más temprano.
"El área cubierta por hielo del mar Artico se ha reducido 2,8 por ciento por década desde fines de los años 70", señala el estudio, cuyas autoras son Sallie Schullinger, de Greenpeace, y Margie Ann Gibson, de Arctic Network.
Esta reducción se aceleró a 4,5 por ciento por década a partir de 1987, lo cual restringió el hábitat de ciertas especies de focas y morsas.
De acuerdo con el informe, el hielo que se acumula año a año al norte de Alaska ya no tiene los dos o tres metros de espesor habituales, sino apenas 1,5 metros.
Esos cambios no son insignificantes. Pájaros marinos y peces como el bacalao ártico se alimentan de los crustáceos que viven en los bordes del bloque de hielo. A su vez, las ballenas, focas y otros peces se alimentan del bacalao.
Si el derretimiento reduce el hielo acumulado, habría menos para comer en cada eslabón de la cadena alimenticia.
Temperaturas inusualmente altas en el mar de Bering provocaron el año pasado escasez de zooplankton, del cual se alimentan las pardelas de cola corta, aves características de la región, que acabaron muriendo de hambre, dijo el informe.
Los cambios en el reino animal también pueden afectar a las comunidades humanas que viven en el Artico hace al menos 4.000 años.
"Nuestro estilo de vida tradicional depende de un delicado equilibrio armónico con la tierra, el mar, los aninales, las plantas y con nosotros mismos", explicó Sterling Golongergen, nativa de la isla de Saint Lawrence e integrante de Kawerak Inc., organización indígena radicada en Nome, Alaska.
"El calentamiento climático amenaza nuestra existencia como pueblo indígena, no sólo los alimentos que comemos sino también la transferencia de valores y tradiciones que hemos pasado de generación en generación", agregó Golongergen.
"Nuestros valores y tradiciones culturales le dan a nuestra gente un sentimiento de identidad, autoestima y bienestar", observó.
Los hijos de Golongergen están aprendiendo a cazar con su padre, sus tíos y otros familiares mayores, pero este año la primavera fue tan breve que hubo pocas presas. Eso no solo afectó las provisiones de comida de la comunidad, sino también la educación de los niños.
"Ellos aprenden cooperación, respeto, hábitos de trabajo, y a compartir la unidad y la espiritualidad. Si el impacto del cambio climático elimina nuestras actividades tradicionales de caza y reunión, nuestra existencia como pueblo indígena se ve amenazada", explicó la mujer.
"No entendemos las razones científicas ni los motivos políticos detrás del cambio ambiental, pero sí vemos que afecta nuestras vidas", concluyó. (FIN/IPS/tra-en/kb/di-mj/en pr/98