El grupo británico Billiton y el estadounidense Kaiser, consorciados y con un desembolso de 207 millones de dólares, podrán comprar este jueves el complejo, 20 veces más costoso, que en Venezuela produce 650.000 toneladas anuales de aluminio.
La estatal Corporación Aluminios de Venezuela ofertará 70 por ciento de las acciones de dos plantas reductoras de aluminio primario y productoras de láminas y alambrones, una procesadora de alúmina, una extractora de bauxita y una fabricadora de ánodos de carbón.
El precio de base se fijó en 1.550 millones de dólares, después que la privatización fracasó en marzo al intentar una subasta con una base de 2.100 millones de dólares.
Se venderá 70 por ciento de las acciones, mientras que se reservará hasta 20 por ciento para los 9.900 trabajadores del sector, y cerca de 10 por ciento a particulares. Reynolds (Estados Unidos) y algunas firmas japonesas tienen una diminuta participación en las productoras de aluminio primario.
El desembolso previsto de 207 millones de dólares, por el único consorcio que quedó en liza para la venta diseñada como subasta, obedece al reconocimiento por el Estado de un conjunto de pasivos por 1.245 millones de dólares, en su mayor parte deudas de las procesadoras.
"Aun si en vez de 200 millones obtuviésemos un solo dólar convendría a Venezuela vender", dijo a IPS el empresario Pedro Carmona, principal asesor para esta privatización del estatal Fondo de Inversiones de Venezuela.
Ello porque "quien compre asume pasivos por 1.254 millones de dólares, de los que más de 650 millones son deudas a recuperar por el Estado, y se compromete a solventar pasivos ambientales por cerca de 270 millones de dólares", dijo Carmona.
La inversión ambiental deberá centrarse en el tratamiento de las lagunas de oxidación de desechos, y filtros y otras instalaciones para evitar el deterioro del aire, el aguas y la tierras que circunda el complejo en Ciudad Guayana, junto a los ríos Orinoco y Caroní, 500 kilómetros al sureste de Caracas.
"El comprador deberá invertir en el mediano plazo al menos 300 millones de dólares para operaciones, crear un fondo de pensiones para sus trabajadores por 135 millones y asumir pasivos de salud por unos 100 millones. En definitiva, compromisos por unos 1.900 millones", dijo Carmona.
Adicionalmente, recordó el experto, el comprador se compromete durante al menos cinco años a suministrar aluminio (entre un quinto y un sexto de la producción) a los procesadores nacionales a precios competitivos.
El aluminio venezolano representa 3,9 por ciento de la producción mundial, y su negocio parte de ventajas comparativas como abundantes materia prima (bauxita) y energía barata (hidroelectricidad), mano de obra calificada y ubicación geográfica cercana a mercados importantes.
Sin embargo, al paso de las décadas, la industria se resintió de gerencias defectuosas, atraso tecnológico, sobrecarga de pasivos e incluso de un exceso de personal (estimado por encima de 10 por ciento) animado por la politización de decisiones y mandos.
Sus costos de producción han rebasado con frecuencia los de venta (actualmente bordean los 1.300 dólares la tonelada) y el Estado venezolano carece tanto de recursos como de disposición para seguir inyectándole dinero, después de erogar varios miles de millones de dólares en 30 años.
Por su compra se interesó la docena de grandes consorcios que domina el mercado mundial de este metal, pero varias de ellas se involucraron en inversiones costosas alrededor del mundo en 1997, por lo que desertaron cuando el precio base de la primera subasta les pareció alto.
El Fondo de Inversiones reajustó sus cuentas y rebajó el precio aun por debajo de los avalúos de firmas internacionales, hasta presentar el atractivo de 1.550 millones de dólares, pero incluso así la deserción se repitió entre los cinco consorcios inicialmente interesados para el proceso de julio.
Dos días antes de la subasta prevista para el 15 de julio desertaron de su asociación con Kaiser la ensambladora coreana Daewoo y Century International, del financista húngaro- estadounidense George Soros. La francesa Pechiney, por su parte, dejó sola a Billiton y a su socio local Sural.
Los que permanecieron pidieron prórroga para buscar nuevos socios, y finalmente anunciaron que conformaron una alianza entre ellos, con 35 por ciento para Kaiser, otro tanto para Billiton y el 30 por ciento restante para Sural, una procesadora venezolana de aluminio.
El ministro-presidente del Fondo de Inversiones, Alberto Poletto, ya con las maletas listas para viajar a Ottawa como embajador designado en Canadá, mantiene los dedos cruzados para que a última hora las gerencias de Kaiser o de Billiton no resuelvan abandonar la operación.
Para el gobierno del presidente Rafeal Caldera, al que restan apenas seis meses, privatizar la transacción significará coronar un tortuoso proceso de privatizaciones y apartar una carga financiera y laboral que el Estado ya no quiere, más que alivio a sus tribulaciones fiscales.
Esta venta significa también poner una losa al ambicioso proyecto estatal para desarrollar bajo su hégida las riquezas mineras e hidroeléctricas de su sureste, la mítica Guayana, iniciado hace 35 años y que ya cedió al privatizarse, a fines de 1996, la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR).
En lo que va de década, Caracas ha privatizado además el monopolio de telefonía básica, la aerolínea bandera Viasa, centrales azucareros, bancos, hoteles y complejos agropecuarios. Vender acciones de Petróleos de Venezuela es una idea que comienza a acariciarse. (FIN/IPS/jz/mj/if/98