SRI LANKA: En busca de explicaciones para los suicidios

Sri Lanka registra una tasa de 40 suicidios cada 100.000 habitantes y 60 por ciento de las víctimas son mujeres menores de 25 años, según un estudio publicado en la última edición del British Medical Journal.

La investigación del médico Michael Eddleston revela además que, en muchos casos, las víctimas no deseaban morir en realidad, sino sólo salir de una situación pasajera.

"Creemos que la reducción del número de suicidios en el mundo en desarrollo debería ser una prioridad de salud a nivel internacional", exhortó Eddleston.

Una de las medidas para contener las muertes sería contar con tratamiento contra el envenenamiento en los consultorios rurales, ya que muchos pacientes fallecen antes de llegar a los hospitales especializados.

Eddleston también considera necesario dificultar el acceso a las sustancias peligrosas, aunque admite que es difícil ocultar los pesticidas en las zonas rurales, mientras que la gente tiene fácil acceso a las tóxicas semillas de laurel rosa (también adelfa, ojaranzo, baladre).

Pero el investigador advirtió que se lograrían mayores resultados con programas que apunten hacia el fondo de este problema. "Me parece que lo más importante es abordar la práctica del daño a uno mismo", opinó.

"Las escuelas, por ejemplo, deberían brindar herramientas para hacer frente en forma más efectiva a los problemas de la vida. Además, debería existir un acceso más abierto a terapia y consejo especializados", sugirió Eddleston.

Sumithrayo, una organización no gubernamental, tiene 250 voluntarios que visitan los hospitales de Sri Lanka para conversar con supervivientes a intentos de suicidio. También van a las casas donde viven personas con tendencias autodestructivas.

La organización tiene 360 centros en 40 países, donde brinda apoyo emocional a los solitarios, los deprimidos y los suicidas. Sumithrayo cuenta con el respaldo de la británica Befriends International.

"No tratamos de disuadir a los suicidas. Nuestra tarea es ayudarlos y escucharlos, no juzgarlos. Quizás logremos que tengan una visión diferente de la vida", explicó el presidente de Befriends, Paul Smith.

Eddleston comentó que la mayor parte de los esfuerzos para mejorar la salud en el mundo en desarrollo se concentran en enfermedades físicas. "La salud mental fue relegada al final de la lista de prioridades y hace muy poco tiempo que comenzó a acaparar una mayor atención".

Un equipo de médicos de la Universidad de Colombo al que se sumó el investigador británico inició un estudio sobre tratamiento contra el envenenamiento en el Hospital General de Anuradhapura, que cubre una población de 900.000 personas en el norte de Sri Lanka.

"Este trabajo nos permite observar en forma directa las trágicas consecuencias de estas muertes para las familias y las comunidades", contó Eddleston.

Una de las causas de muerte de estas personas que ingieren veneno para llamar la atención es la poderosa toxicidad de los pesticidas o de sustancias naturales como las semillas de laurel rosa.

El problema se agrava porque hay escasez de antídotos, los hospitales están demasiado alejados y el personal médico es reducido. Un 12,7 por ciento de los casos de envenenamiento termina en muertes en los hospitales, muy por encima del uno o dos por ciento registrados en Gran Bretaña.

En el caso de hombres que ingirieron organofosfato, esa tasa aumenta hasta 60 por ciento.

Cada año se registran tres millones de casos de ingestión de pesticidas en todo el mundo, de los cuales 2,5 millones terminan en muerte.

Las elevadas tasas de envenenamiento en Sri Lanka generan una gran presión sobre los abrumados servicios médicos.

En 1995 y 1996, los pacientes que habían ingerido organofosfatos ocupaban cuatro por ciento de las camas disponibles para terapia intensiva en Sri Lanka, privando de atención a otros enfermos graves.

Un área de investigación más compleja tiene que ver con los motivos de una persona para envenenarse.

Gran parte de los suicidios son detonados por crisis en los cultivos dependientes de la lluvia, afectados durante este año por una larga sequía. Eddleston destacó que la mayor parte de los pacientes menores de 30 años ingresados en el hospital admitió que no deseaba matarse.

El investigador británico dijo que en ocasiones el envenenamiento se hace como reacción a situaciones personales pasajeras, como el caso de una adolescente de 16 años que se suicidó con semillas de laurel rosa porque su madre le había prohibido la televisión.

Otro niño de 13 años pasó tres semanas en terapia intensiva tras ingerir pesticida porque su madre lo había regañado, mientras otro de 14 años se suicidó tras la muerte de su mascota, un pájaro.

"Los niños aprenden de la gente a su alrededor, y están rodeados por personas que trataron de cometer suicidio en algún momento", añadió Eddleston. Dijo que de 85 personas entrevistadas, 90 por ciento sabía de alguien que se había causado daño a sí mismo.

"Si estar en contacto con una persona que intentó suicidarse es un factor de riesgo, hay comunidades enteras de Sri Lanka que están seriamente amenazadas", advirtió. (FIN/IPS/tra-en/jmp/rj/lc-ml/pr/98

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