La tensión racial alcanzó niveles preocupantes en la República Checa, donde la minoría gitana se convirtió en víctima preferida de grupos de extrema derecha, pero 1998 puede marcar un cambio gracias a una nueva actitud de la sociedad.
Día por medio se registra un incidente de agresión racial o ideológica, y desde 1990 murieron 21 personas por esta causa, según estadísticas del Centro de Documentación para los Derechos Humanos.
Los 300.000 gitanos que viven en este país de 10 millones de habitantes son el blanco más frecuente de los ataques, aunque los agresores también apuntan hacia izquierdistas, estudiantes de piel oscura y turistas.
Sin embargo, la sociedad inició el primer debate auténtico sobre racismo y extremismo de derecha, mientras la comunidad gitana lanza sus propias iniciativas educativas y de cooperación.
Los checos quedaron impresionados hace un año cuando centenares de gitanos formularon peticiones de asilo en Canadá, Gran Bretaña y Francia alegando que eran víctimas de un racismo intolerable.
Temiendo una oleada de inmigrantes, Gran Bretaña y Francia repatriaron 190 gitanos entre octubre y enero pasados.
Sin embargo, en mayo el gobierno canadiense reconoció implícitamente la existencia del racismo en la República Checa al conceder asilo a varias familias gitanas, con el objeto de protegerlas de la discriminación.
Desde la revolución de 1989 que la República Checa no alcanzaba tanta notoriedad, y esta vez fue en sentido negativo, con especial énfasis en el aumento del racismo y la actividad de los extremistas de derecha.
El gobierno esperó hasta 1996 para instruir a la policía en el reconocimiento de delitos motivados por el racismo que debían recibir especial atención. Pero trascendió que algunos grupos neonazis, registrados como asociaciones cívicas, contaban con un silencioso apoyo policial porque mantenían a raya a los gitanos.
El Centro de Documentación para los Derechos Humanos destacó que los grupos neonazis checos tienen contacto frecuente con sus pares de Europa occidental, Estados Unidos, Rusia, Canadá y Sudáfrica.
De acuerdo con informes divulgados en esta capital, algunos extremistas checos acusados de violencia racial encontraron refugio y asistencia en grupos neonazis de Alemania y Estados Unidos.
En la arena política checa, los extremistas se expresan a través del Partido Republicano, que logró nueve por ciento de los votos en las elecciones de 1996 y basa su campaña en la exaltación del sentimiento xenófobo, especialmente antigitano.
El principal dirigente del partido es Miroslav Sladek, un eficaz populista que actuaba como censor en la época comunista y logra aplausos con un mensaje cargado de ataques verbales contra gitanos y alemanes.
En la campaña para las elecciones parlamentarias de junio, el Partido Republicano se lanzó en contra de los programas para favorecer a la minoría gitana. Se usaron más de 200 carteles publicitarios a un costo de 650.000 dólares, muy por encima de los recursos declarados por esta fuerza política.
El financiamiento del partido es objeto de una estricta vigilancia. Dos meses antes de los comicios de junio, algunos ex militantes acusaron a Sladek de apropiarse de parte de sus salarios para constituir fondos que él maneja personalmente.
El misterio en torno a los recursos que maneja la dirigencia Republicana es grande. Por ejemplo, nadie sabe de dónde consiguió dinero Sladek para comprarse dos lujosas casas en la campiña checa.
El Partido Republicano expresa en los salones del parlamento las mismas inquietudes que los cabezas rapadas en las calles, a pesar de que la relación entre los dos sectores es un poco menos fluida ahora que en el pasado.
Después del fin del régimen comunista en 1989, los cabezas rapadas solían actuar como guardaespaldas y fuerzas de seguridad de los dirigentes del partido, en el marco de una relación abierta.
Aun en abril de 1996 los cabezas rapadas manifestaron en el centro del pueblo de Svitavy con banderas del partido mientras pedían una "tierra checa para los checos".
Dos de los organizadores acusados de generar disturbios admitieron haber apedreado las casas de algunas familias gitanas, pero arguyeron que el objetivo principal de la actividad fue el de respaldar la campaña republicana.
Pero cuando Sladek salió de un centro de detención donde estaba recluido bajo acusación de incitar al odio racial, autoridades del partido se encargaron de que la televisión no registrara la presencia de cabezas rapadas con banderas republicanas.
Muchos checos esperan que 1998 marque un cambio en las relaciones raciales, principalmente porque la sociedad ya inició el primer debate público sobre el tema del racismo y el extremismo de derecha en el país, y sobre sus consecuencias.
Además, algunos gitanos lanzaron por primera vez campañas educativas y de desarrollo social que apuntan a mejorar su inserción en la República Checa mediante una mayor cooperación e interacción con el resto de la población.
"Queremos demostrar que sí nos importa", dijeron los organizadores de una campaña de limpieza en el ghetto de Most, en la ciudad bohemia de Chanov, que era conocido por las pilas de basura.
Pero hasta que se produzcan cambios más profundos en la sociedad checa, el peligro seguirá vigente y los gitanos continuarán siendo los chivos expiatorios en el discurso de la extrema derecha. —— (*) Stanislav Penc es director del Centro de Documentación para los Derechos Humanos, de Praga. Jan Urban es editor de la revista Transitions y codirector del Instituto para el Periodismo en Transición, también de Praga. (FIN/IPS/tra-en/tr/rj/lc-ml/hd-pr/98