El gobierno de Yemen inició hoy negociaciones con grupos tribales para acabar con la ola de violencia por la política de austeridad económica recomendada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que causó al menos 100 muertos.
En el país de la península arábiga, donde hay dos armas de fuego por cada uno de los 15 millones de habitantes, poderosos grupos tribales recurrieron a la violencia para oponerse a los recortes a los subsidios y el aumento del precio de la gasolina recomendados por el FMI.
Al ampliar la brecha existente entre ricos y pobres, la política de austeridad económica generó tensión y tuvo un efecto desestabilizador en un régimen como el de Yemen, que busca la manera de consolidar la democracia multipartidaria.
Hasta 200 personas podrían haber muerto en enfrentamientos con el gobierno, tan sólo en la localidad oriental de Maarib.
En la ciudad costera impera el cese de fuego debido a las negociaciones que comenzaron hoy, pero el presidente Ali Abdullah Saleh se encuentra en un aprieto, el de permitir la libertad de expresión y mantener la ley y el orden en forma simultánea.
El 17 de junio, Saleh subió hasta 40 por ciento los precios de la gasolina y de algunos productos alimenticios básicos. La medida es parte de un paquete preparado por el FMI y el Banco Mundial para, supuestamente, mejorar la calidad de vida de los yemenitas.
El plan económico, lanzado el año pasado, resultó polémico. Entre otras cosas, provocó la renuncia hace dos meses del primer ministro Faraj ibn Ghanem, un tecnócrata occidentalizado asociado a la liberalización económica, luego de menos de un año en el cargo.
El sucesor de Ghanem es el ex canciller Abdul Karim al-Iryani. Su decisión de elevar los precios generó protestas inmediatas y espontáneas en Sanaa, la capital, y en otras ciudades. La policía utilizó gases lacrimógenos y disparos intimidatorios para dispersar a los manifestantes.
El aumento de la gasolina provocó una situación más grave en la región de Maarib. Los habitantes de la zona remota residen en asentamientos dispersos y deben viajar largos trayectos.
Aun antes de los últimos acontecimientos, el gobierno de Sanaa no gozaba de popularidad en la zona rica en petróleo.
Los dirigentes tribales se quejan de que los beneficios de la cada vez más abundante extracción petrolera no llegan a la zona y de que ésta sigue sin industrializarse por carecer de elementos básicos de infraestructura, como carreteras.
En el pasado, residentes de Maarib secuestraron a turistas extranjeros para negociar su liberación a cambio de la financiación por el gobierno central de proyectos de desarrollo.
Pero los grupos tribales reaccionaron con violencia ante el aumento de la gasolina. Unos 20 soldados habrían resultado muertos en una primera emboscada en la carretera entre Sanaa y Maarib. Los insurgentes intentaron dos veces bombardear el oleoducto que transporta el petróleo a la localidad costera.
Los combates duraron una semana, y Saleh envió miles de soldados a la zona. El número de muertos se estima entre 100 y 200. Luego de un cese de fuego, los dirigentes tribales llegaron el martes a la capital para celebrar negociaciones con el gobierno.
Pero el levantamiento tribal en el este rural sólo fue una parte de la protesta popular. La otra se concentró en los centros urbanos de lo que fue Yemen del Sur antes de su unificación con Yemen del Norte, en 1990.
Las localidades australes de al-Hawtah y Mukalla se convirtieron en centros de las protestas contra el gobierno, organizadas por los sindicatos y partidos opositores.
Saleh intenta resolver el problema con incentivos y castigos. El presidente envió soldados a Maarib para controlar a los grupos tribales armados. Las fuerzas de seguridad pretenden restaurar el orden en las ciudades y el mandatario prohibió las marchas y manifestaciones sin autorización previa.
Pero Saleh también mantuvo negociaciones con partidos de la oposición y líderes tribales de Maarib. Quizá sea en esta zona donde se ponga a prueba la democracia de Yemen. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/aq-ml/ip/98