Los clientes que almorzaban en los restaurantes de moda del Bulevar Zamzama, de Karachi, permanecieron ajenos a la violencia que el viernes se cobró cinco vidas en otro barrio de la misma ciudad, la más grande de Pakistán.
Más de 200 personas han sido víctimas desde el 1 de junio de la lucha entre facciones rivales de un grupo étnico que se enfrentan por el control de barrios de Karachi, de 10 millones de habitantes y capital de la sudoriental provincia de Sind.
Salir a las calles de algunos barrios, como el área industrial de Korangi, en el este, y el extendido y empobrecido Orangi, es un riesgo para los residentes, que pueden quedar atrapados entre el fuego cruzado de los combatientes.
Las muertes del viernes fueron causadas por "hombres armados no identificados", según la vaga fórmula que emplea la policía en esos casos. Aunque desde el comienzo de este año, más de 1.000 personas fueron detenidas para ser interrogadas.
En la última semana de junio, la más sangrienta del año, la violencia produjo pérdidas de 2.200 millones de dólares a las empresas de esta ciudad puerto, capital comercial y financiera del país.
Esa suma es "casi igual" al déficit del presupuesto en el último año fiscal, señaló Umer Sailya, presidente de la Organizción Paquistaní de Pequeños Comerciantes e Industrias Artesanales.
"El deterioro de la ley y el orden ahoga la economía de la ciudad", advirtió Hanif Janoo, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Karachi.
Las frecuentes huelgas y batallas callejeras forzaron el cierre de comercios y fábricas. La única inversión extranjera en los últimos cinco años fue una planta química, establecida en 1997 por la transnacional británica ICI.
Pero los restaurantes y mueblerías de lujo y las tiendas de ropa de diseño exclusivo florecen en las zonas elegantes de Karachi.
El Bulevar Zamzana, que conecta los barrios ricos de Defensa y Clifton, es el nuevo lugar de paseo para las clases adineradas. La ex primera ministra Benazir Bhutto tiene su residencia en Clifton.
La violencia étnica estalló en Karachi tras la muerte súbita del dictador militar general Ziaul Haq en 1988, y se extendió a otras regiones del país.
Los enfrentamientos siguieron a demandas del movimiento Muhajir Quami, que representa a los inmigrantes indios radicados en Pakistán al momento de la independencia y a sus descendientes.
Los muhajir exigieron ser reconocidos como grupo étnico, pero sucesivos gobiernos rechazaron esa demanda, y la violencia aumentó. El año más sangriento fue 1995, cuando más de 2.000 personas fueron muertas, casi el doble de víctimas que en 1994.
El gobierno de Benazir Bhutto, reemplazado en 1997, logró controlar la situación casi por completo en 1996, aunque con medidas criticadas como violatorias de derechos humanos.
El movimiento muhajir no fue aplastado y es dirigido desde Gran Bretaña por su líder, Altaf Hussain, exiliado por su propia voluntad.
Milicianos armados deambulan por las calles de las zonas central y oriental de Karachi, donde la policía sólo se atreve a entrar a bordo de vehículos blindados y los puestos fijos de guardia están protegidos por barricadas de cemento rodeadas de sacos de arena.
A veces, la violencia llega a los barrios ricos como Defensa, donde hace un año, pistoleros mataron frente a su casa a Shahid Hamid, director de la compañía de electricidad KESC. Hamid intentaba desterrar la corrupción de esa empresa pública.
También hubo un tiroteo en Clifton, cerca de varios bancos internacionales y tiendas de venta de artefactos electrónicos importados, y el pánico se propagó entre las empresas extranjeras.
Los habitantes ricos de Karachi viven protegidos por estrictos sistemas de seguridad y viajan con frecuencia a la región del Golfo y a Occidente. Pero los pobres no tienen tantas opciones.
Mientras, se acumulan los problemas de infraestructura de la ciudad. Los barrios pobres "necesitan sistemas de alcantarillado, electricidad, transporte, agua y otros servicios", observó el planificador urbano Arif Hasan, quien trabaja en Orangi y ha visto derrumbarse edificios públicos.
Quienes pueden hacerlo instalan ruidosos generadores de electricidad para no quedarse sin energía durante los apagones, y bombas ilegales de succión de agua para extraer de las cañerías más líquido de lo que les corresponde.
Cuando se trata de recreación, los ricos se asocian a clubes privados para jugar golf y montar a caballo. También compran y miran las últimas películas de Hollywood e India en discos láser y equipos de última tecnología.
Algunos habitantes pobres de Karachi también miran videos, pero esa afición resultó fatal a dos jóvenes hermanos, Farid y Nasir.
Los dos hermanos murieron el viernes camino al hospital, tras ser baleados en una tienda de videos por "asaltantes desconocidos" que huyeron en un automóvil rojo. (FIN/IPS/tra- en/bs/di-ff/ip/98