Gran parte de la población en esta localidad del sur de Mongolia concentra todas sus energías en convertirse en empresarios o empleados sin seguridad social, a ocho años del fin de la economía socialista.
Muchos pastores buscan formas de reciclarse, por ejemplo con la producción y venta de quesos. Otros dejan sus empleos públicos para dedicarse al pastoreo y la venta de leche, más redituable que los empleos públicos tras la caída del sistema económico de estilo soviético.
Este ex país socialista inició el camino democrático en 1990, poniendo fin al apoyo soviético que mantuvo su economía durante 72 años. De la noche a la mañana, los subsidios estatales desaparecieron y las empresas públicas cerraron sus puertas, mientras se impulsaron los negocios privados.
Con 80 por ciento de la población de Mongolia integrada por pastores habituados a los subsidios y la producción en granjas colectivas, la tarea de convertirse en empresario independiente ha sido ardua.
Pero la sorpresa es que muchos de los florecientes nuevos empresarios y trabajadores insisten en que la experiencia es revitalizante.
Baraduuz, graduado en la Universidad de Moscú, planta cebollas, zanahorias y otras 20 clases de vegetales y frutas para vender a los campos de turistas que aparecieron como hongos en el área.
Sus ganancias alcanzan unos 3.000 dólares anuales, una suma interesante en relación al salario mensual de 50 dólares que reciben funcionarios del Estado y maestros.
A medida que el gobierno se ve forzado a reducir el presupuesto nacional para educación y salud, los puestos de trabajo del Estado como médicos, maestros y burócratas son cada vez menos atractivos para la mayoría de los mongoles.
La mayoría quiere dirigir su propia empresa para hacer frente a las dificultades de la transición económica. El año pasado, los mongoles sufrieron precios que aumentaron un promedio de 7,3 por ciento cada mes, mientras su salario real cayó 30 por ciento.
Byambajav, médica de 46 años que antes vivía en la ciudad, se trasladó con su familia a una "ger" o tienda de campaña en el medio del amplio y ventoso desierto de Gobi. Con una gran manada de ovejas, cabras, camellos y caballos, puede vender leche y lana.
"Como médica, sólo dependo de mi salario o pensión, con el que sólo puedo costear muy pocas cosas. Todo está muy caro. Ahora tenemos que comprar las medicinas, la vestimenta, cosas que antes de la economía de mercado dábamos por ciertas", explicó.
Byambajav sólo es una entre muchos mongoles que crían ganado como medio de vida. Como resultado, Mongolia tiene ahora más animales que personas. Esta situación, como resultado, está causando problemas ambientales, incluyendo desertificación por el sobrepastoreo.
Los economistas afirman que la única solución, además del crecimiento económico, es mayor inversión en proyectos centrados en la irrigación y las industrias que permitan sacar beneficios de menor número de animales y mayores ganancias.
Mientras, donantes internacionales volcaron recursos para facilitar la transición de los mongoles, abarcando a los que viven en zonas remotas del desierto de Gobi y centros urbanos.
Byasalag, la pequeña empresa productora de quesos que emplea a Tumurkhuyag comenzó con ayuda del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y un préstamo de 200.000 dólares del gobierno de Holanda.
Instalada en 1996, Byasalag, primera productora de queso de Mongolia, dio trabajo a 15 familias de pastores desplazadas por el gobierno del área montañosa de Hustain Nurru, convertida en reserva nacional para la reintroducción del caballo takhi, original de Mongolia.
La fábrica de quesos fue construida en las afueras de la reserva, y las familias de pastores, incluyendo la de Tumurkhuyag, ahora obtienen su sustento entregando a la empresa leche de su ganado.
"Obtengo una profunda satisfacción sabiendo que estoy a cargo de mi vida por primera vez", afrima Tumurkhuyag, parado en una sala llena de quesos, algunos de la forma y tamaño de una pelota de fútbol, otros parecidos a hogazas de pan.
"Mi negocio", declara, "depende de los planes que hago para mejorar las ventas y los productos, y no de la ayuda del gobierno o alguien más".
El queso de Byasalag compite ahora con importaciones extranjeras en negocios en Ulan Bator, ya que es un tercio más barato que el importado.
El queso no forma parte de la dieta tradicional de Mongolia, pero un creciente número de jóvenes desarrollaron un gusto por el alimento, dijo Tumurkhuyag. El aumento del número de occidentales, empresarios y funcionarios de la ayuda internacional también aumentó las ventas. (FIN/IPS/tra-en/sk/cb/lp/dv/98