Mohammed Laaraj tiene apenas 12 años pero ya es un vendedor de cigarrillos experimentado en las calles de Rabat, miembro de un gremio que hasta hace poco tiempo era casi desconocido en Marruecos: el de los niños de la calle.
El problema se agrava por la falta de mecanismos para abordarlo. En todo el país hay sólo dos organizaciones no gubernamentales que se dedican al problema, y las dos tienen su sede en Casablanca.
Bayti (Mi Hogar) y Saa Saaida (La Hora Feliz) concentran sus esfuerzos en asistir y reintegrar los niños a sus familias, pero están solas en esta tarea.
"El fenómeno es muy significativo en vista de sus consecuencias para el futuro, ya que estos niños son la semilla de numerosos problemas que afloran cuando se convierten en adultos", dijo uno de los representantes de Bayti.
No existen estadísticas oficiales sobre el número de niños que viven y se ganan la vida en la calle, pero se estima que es un drama en pleno desarrollo ocasionado por una combinación entre el crecimiento demográfico y la crisis económica.
Mohammed, por ejemplo, se vio obligado a contribuir con el mantenimiento de su familia porque los ingresos de su padre no bastaban. La venta de cigarrillos puede ser un negocio rentable, pero este niño asegura que preferiría ir a la escuela y tener una vida normal.
El caso de un lustrabotas de 14 años es similar. "Yo era bueno en la escuela, pero cuando mi padre murió, mi madre, que trabaja como empleada doméstica, no pudo seguir manteniéndonos y entonces empecé a trabajar para ayudar a mis dos hermanas menores".
"El aumento en el número de estos niños vulnerables que vemos en las calles tomando drogas o como víctimas de todo tipo de perversiones evidencia la decadencia de la moral y la solidaridad en esta sociedad musulmana", dijo un profesor de estudios islámicos, Omar Misse.
Bayti trata de reintegrar a los niños con la cooperación de profesores y psiquiatras voluntarios, pero tiene una capacidad muy limitada para enfrentar el problema, pues posee sólo 40 camas.
Rachid al-Khlifi, un psiquiatra voluntario de Saa Saaida, comentó que desde el inicio de su trabajo lograron reintegrar a 20 niños con sus familias, pero advirtió que no se trata de una tarea fácil.
"Un niño de la calle está en una situación social especial, vive al margen de todo tipo de reglas, y suele ser obstinado. Es muy difícil convencerlos para que regresen con su familia, si es que la tienen", añadió este especialista.
"Muchas veces me llaman para que los acompañe un rato, pues están aterrorizados ante la perspectiva de volver a enfrentar lo que los hizo buscar la calle originalmente", relató Al-Khlifi.
En medio del aumento del número de niños de la calle, se destaca el gran incremento de la proporción de niñas.
"En el pasado teníamos una niña por cada 25 varones, pero ahora esa cifra subió hasta una de cada siete", dijo el psiquiatra.
Pese a las dificultades, con el trabajo realizado se obtienen resultados maravillosos, incluso cuando se trata de integrar a los niños a una vida laboral más normal, dijo Al-Khlifi. "Es una prueba de que es posible obtener resultados con pocos recursos", concluyó. (FIN/IPS/tra-en/aa/an/lc-ml/pr/98