Keizo Obuchi, presidente del partido gobernante de Japón, fue nombrado hoy primer ministro, en medio de la peor recesión de la posguerra en este país asiático y con muy poco espacio para cometer errores.
Obuchi cuenta con sus dotes de constructor del consenso, pero la tarea está lejos de ser sencilla. Su futuro político no está asegurado, con la mayoría de los escaños en la Dieta (parlamento) ocupados por políticos opositores que podrían impedir su gestión económica.
No obstante, los analistas indican que el estilo calmado de Obuchi, que para muchos es una de sus mayores fallas, podría ayudarlo a sobrevirir en las turbulentas aguas políticas japonesas.
Hasta ahora, su designación del gabinete fue recibida con una cautelosa bienvenida. Obuchi, de 61 años, escogió a otra figura del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), Kiichi Miyazawa, de 79 años, como ministro de Finanzas.
Obuchi espera que la experiencia política de Miyazawa, ex primer ministro que renunció en 1993 tras un escándalo de corrupción, ayudará a limpiar la imagen de Japón como potencia económica en el ocaso.
Junto a Miyazawa, bien conocido en los círculos financieros internacionales y perteneciente al ala conservadora del PLD, el gobierno de Obuchi enfrenta la presión de recuperar la economía japonesa.
Obuchi presentó varios proyectos de ley claves, incluyendo una reducción impositiva de unos 42.000 millones de dólares, un presupuesto suplementario de 70.000 millones de dólares y la creación de un banco con funciones especiales.
Este banco ayudaría a los bancos japoneses a sistematizar su enorme deuda, evaluada en un billón de dólares en Nueva York, y protegería a los inversores.
Obuchi se propone iniciar una reforma administrativa para reducir el excesivo control burocrático en las decisiones políticas en Japón, uno de los poderes más arraigados en la cultura política del país.
Uno de sus principales planes es promover un proyecto para reducir el número de departamentos de gobierno a 13 a partir de los 22 existentes, antes de enero del 2000.
Los planes son ambiciosos, cuyo logro depende en gran medida de la forma en que Obuchi ponga a trabajar sus capacidades de promotor del consenso.
El nuevo primer ministro se destaca por su paciencia y tranquilidad para la negociación, en contraste con la fiera personalidad de su antecesor, Ryutaro Hashimoto, quien renunció sin haber podido reparar la economía.
La aprobación de los proyectos en la Dieta será un desafío, después que el PLD, que tiene 263 escaños en la cámara baja de 500, viera su poder reducirse a 105 en la cámara alta de 252 miembros después de la elección del 12 de julio.
El bloque opositor liderado por el carismático Naoto Kan, presidente del Paritdo Democrático de Japón, rechaza muchos de los proyectos del PLD, incluyendo el del banco con funciones especiales.
Kan urge a Obuchi a disolver la cámara baja y llamar a elecciones, una posibilidad que analistas políticos no descartan en el futuro.
Analistas destacan que si el PLD no logra cambios en el frente económico, los japoneses podrían volver a las urnas a comienzos del año próximo.
El resultado podría ser un golpe devastador para el gobernante PLD, que trajo a Japón la prosperidad económica a partir de las cenizas de la guerra del Pacífico, y dirige al país desde entonces.
"La gente está ansiosa por un cambio. Los próximos meses serán cruciales", dijo el analista político Minoru Morita.
La perspecitva de un Japón paralizado no es alagüeña para la recuperación económica de Asia, que ha dependido de Tokio para la inversión y el comercio en estos tiempos difíciles, y que espera con ansia el papel de liderazgo de la potencia regional.
A pesar del hecho de que la mayoría de los economistas no esperan cambios drásticos con el gobierno de Obuchi, estiman que su experiencia como canciller antes de asumir como primer ministro lo hace consciente de la presión internacional para que Japón se ponga de pie. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lp/ip/98