Extremistas partidarios de mantener la anexión de Irlanda del Norte a Gran Bretaña se niegan a desconvocar los desfiles previstos para esta semana a pesar de la espiral de violencia sectaria que ya cobró la vida de tres niños.
Unos 200 militantes de la Orden de Orange, que nuclea a unionistas protestantes, desfilaron este lunes en Belfast luego de que la policía realizó la detonación controlada de dos artefactos hallados en el lugar.
Se trataba de bombas falsas instaladas por el Ejército Nacional de Liberación de Irlanda, un grupo que se separó del mayoritario Ejército Republicano Irlandés (IRA).
La de este lunes fue la tradicional marcha por la calle Ormeau, que esta vez transcurrió en medio de banderas negras portadas por residentes partidarios de los acuerdos de paz de Semana Santa y carteles que la consideraban un "desfile vergonzoso".
Los extremistas "orangemen" se negaron el domingo a la noche en Portadown a acceder a los reclamos desde todos los sectores irlandeses para poner fin a una concentración frente a la iglesia Drumcree, fuera del poblado, realizada porque les prohibieron realizar un desfile por un barrio católico.
Harold Gracey, líder de la Liga de Orangemen de Portadown, dijo que la concentración "continuará de forma indefinida" y que la decisión fue tomada por unanimidad.
Las demandas para que se interrumpieran las demostraciones de los orangemen aumentaron luego de que tres niños de una familia integrada por católicos y protestantes murieron la mañana del domingo en un incendio provocado por unionistas.
El asesinato de los tres niños fue condenado tanto por unionistas como por nacionalistas, que reclamaron a los extremistas interrumpir los desfiles para evitar una catástrofe.
Un capellán de los orangemen, el reverendo William Bingham, propuso interrumpir el desfile en Drumcree, donde la violencia recrudece porque los grupos organizados pierden el control sobre la multitud.
"Una caminata de 50 minutos será una victoria superficial bajo la sombra de tres pequeños ataúdes de niños que ni siquiera saben qué es la Orden de Orange", sostuvo Bingham ante su congregación religiosa el domingo.
El líder unionista de Irlanda del Norte, David Trimble, quien también es un orangeman, y su nuevo socio en el gobierno, el nacionalista católico Seamus Mallon, emitieron una declaración para reclamar la interrupción de la protesta.
La Orden de Orange debería "reconocer sus responsabilidades en esta situación", agregó Trimble.
Mallon, Trimble y otros líderes pidieron a los orangemen que permanezcan en sus hogares y pongan fin a las protestas, y a los católicos que han reclamado la prohibición de los desfiles que reconozcan en la eventual interrupción de los desfiles un gesto positivo.
Una nueva Asamblea autónoma de gobierno se instaló el día 1 en la hoy provincia británica con participación de unionistas protestantes y nacionalistas católicos.
Esta asamblea es parte de un acuerdo de paz alcanzado en la última Semana Santa, en abril, con participación también de Gran Bretaña e Irlanda, con la intención de acabar con décadas de violencia en esta provincia de mayoría protestante.
El territorio permaneció bajo dominio británico cuando el territorio de mayoría católica del sur de la isla logró la independencia luego de la primera guerra mundial.
El optimismo que generó el acuerdo de Semana Santa se esfumó casi por completo en los últimos días con las protestas en Drumcree. Las tensiones entre católicos y protestantes llegaron a un nivel crítico.
El problema crucial es el derecho de los orangemen protestantes a marchar a través de calles de barrios de mayoría católica.
Miles de orangemen realizan todos los años desfiles en Irlanda del Norte en julio. El más importante de estos desfiles conmemora la batalla de Boyne, en 1690, en la cual el príncipe protestante Guillermo de Orange depuso al rey católico inglés Jaime II en territorio irlandés.
Todos los años se realiza un desfile desde la iglesia Drumcree a lo largo de la calle Garvagh. Esta manifestación ha provocado indefectibles enfrentamientos.
Cuando se prohibió el desfile este año, los orangemen montaron un campamento en la iglesia Drumcree e invitaron a miles de unionistas de Irlanda del Norte a unirse a ellos.
Al mismo tiempo, organizaron protestas callejeras y bloqueos de tránsito en la mayoría de los poblados de la provincia. Mientras sus líderes prometían desarrollar las protestas en paz, militantes armados se enfrentaban con policías y militares.
En estas escaramuzas se utilizaron armas de fuego, gases lacrimógenos, bombas incendiarias. Belfast se ha convertido por las noches en una ciudad fantasma, pues la mayoría de los residentes se resisten a salir de sus hogares a esas horas.
La violencia sectaria acumulada llegó a su punto culminante la mañana del domingo, cuando tres niños de la familia Quinn murieron quemados tras el estallido de un cóctel Molotov en su habitación cuando aún dormían.
La madre de Richard, de siete años, Mark, de nueve, y Jason, de 11, es católica casada con un protestante. La familia vive en un barrio protestante, lo cual concitó el odio de los unionistas más sectarios.
En las últimas semanas hubo docenas de estos ataques. Diez iglesias católicas rurales sufrieron ataques con bombas incendiarias. (FIN/IPS/tra-en/mod/rj/mj/ip/98