El fútbol debe gran parte de su popularidad casi universal a su carácter de acción afirmativa, pues ofrece múltiples beneficios a pobres y oprimidos.
La historia del fútbol es una historia de triunfos contra los prejuicios. Derrumbando racismos y xenofobias, selecciones de Europa, como las de Holanda y Francia, disputan hoy la Copa del Mundo con más negros que la de Brasil, pues reconocen la aptitud deportiva de los oriundos de ex colonias como Suriname y Congo.
En Brasil, el fútbol, traído por los ingleses hace 104 años, fue al comienzo un deporte exclusivo de los ricos, prohibido para negros. Pero en los años 20, los pobres, negros y mestizos irrumpieron en el escenario ganando torneos. Algunos clubes se resistieron décadas, pero al fin se doblegaron.
La selección nacional solo admitió sus primeros jugadores negros en 1938, para disputar la Copa Mundial que también se desarrolló en Francia.
Antes de admitir su talento natural, la elite recurrió a los golpes bajos. Los jugadores blancos y policías presentes podían castigar fisicamente a los negros cuando cometían una falta.
Obligados entonces a renunciar al cuerpo a cuerpo, los negros desarrollaron el "dribbling", el balanceo, la habilidad con el balón, cuenta Mauricio Murad en su libro "De los pies a la cabeza".
Murad dirige un departamento de la Universidad de Rio de Janeiro, el Núcleo de Sociología del Fútbol, una institución académica que solo tiene similar en Alemania e Inglaterra.
El deporte constituye hace tiempo una de las pocas vías de ascenso social rápida para los pobres. Muchos de los astros que participan en el campeonato en Francia tuvieron una niñez pobre y ni siquiera completaron la enseñanza básica.
Ronaldo, el goleador brasileño, empezó jugando en un equipo de la periferia de Rio de Janeiro, porque no tenía dinero para pagar el ómnibus que debía tomar hasta el recinto de un club famoso.
No pocos jugadores admiten que el fútbol les salvó la vida y señalan que amigos de la infancia ya murieron como bandidos o narcotraficantes.
Son pocos los que ganan fama y dinero, pero el fútbol tiene otros efectos más amplios, además de la emoción que llega a por lo menos la mitad de la humanidad. La autoestima de las naciones pobres debe mucho a este deporte, en que los suyos son más hábiles.
Representa la venganza de los países pobres y colonizados, según Tostao, uno de los héroes nacionales de la selección brasileña que ganó la Copa Mundial de 1970, en México, hoy médico y comentarista de televisión.
Brasil cumple un papel clave en esa afirmación del mundo en desarrollo ante los países ricos. Aun cuando pierde, su juego tiene estilo y jugueteo y supera en arte y brillo al europeo, según sus hinchas.
Más que cualquier otro deporte, el fútbol abre sus puertas a los discriminados de este mundo.
Los zurdos, por ejemplo, marginados en un mundo organizado sólo para diestros, son compensados con creces en la cancha. Tienen cautivos como mínimo dos puestos entre los once de un equipo, una participación de 18,18 por ciento que a veces se duplica, como ocurre en la actual selección brasileña.
En la humanidad, los zurdos suman apenas seis por ciento. Además de ganar en cantidad, la naturaleza los favoreció en destreza con el balón, como lo comprobaron el argentino Maradona y el rumano Hagi.
El fútbol desmiente la injusticia que contiene la propia palabra destreza.
Pero tiene un pecado, en medio de sus acciones afirmativas. Por mucho tiempo excluyó a las mujeres y fue uno de los grandes promotores del machismo, al punto que se ha impedido la presencia de un público femenino en los estadios de muchos países.
Las mujeres empezaron a practicarlo en Inglaterra en 1880, solo 17 años después de creado ese deporte en su forma actual, pero luego se les prohibió jugarlo entre 1921 y 1970, según Mauricio Murad.
El fútbol femenino sólo ganó empuje en las últimas décadas, con rezago en relación con otras conquistas de las mujeres. Su primer campeonato mundial se celebró en 1991 en China, donde se estima que existen más de 20 millones de jugadoras.
Quizás las mujeres puedan incorporar al espectáculo futbolístico más elegancia que los varones, que lo practican cada vez con más fuerza y menos arte. (FIN/IPS/mo/mj/cr/98