Los nacionalismos vasco y catalán provocaron en España la primera crisis de gobierno del centroderechista José María Aznar, concretada hoy en la renuncia de su portavoz, Miguel Angel Rodríguez.
El ex portavoz, llamado por sus críticos como el "portacoz", es un íntimo amigo de Aznar, a cuyo servicio político se colocó hace seis años, después de abjurar de un pasado de militante en la izquierda radical.
El propio Rodríguez anunció este viernes su renuncia al cargo de secretario de Estado de Comunicación Social, la que fundamentó en su "cansancio" tras dos años de ejercerlo y en su deseo de reintegrarse a la actividad privada, en la que se desempeñó como consultor en relaciones públicas.
Su sucesor, anunció el renunciante, será el independiente Josep Piqué, quien ocupa el cargo de ministro de Industria desde que Aznar asumió el gobierno, en mayo de 1996.
La designación de Piqué para sucederlo es una clave de los motivos de su renuncia, que Rodríguez califica de voluntaria pero que respondería a insistentes presiones de la oposición y de sectores del gobernante Partido Popular (PP).
Piqué es un independiente con buenas relaciones con Convergencia y Unión (CiU), una coalición del nacionalismo catalán moderado que gobierna en la comunidad autónoma de Cataluña.
Los enfrentamientos más duros que tuvo Rodríguez en sus dos años como portavoz de Aznar se verificaron con CiU y con el también moderado Partido Nacionalista Vasco (PNV), que encabeza el gobierno autónomo del País Vasco.
El PP, opositor en Cataluña y el País Vasco, se mantiene en el gobierno de España con los votos de los parlamentarios del PNV y de CiU. De esa manera, es adversario de esos nacionalismos moderados en sus regiones respectivas pero aliado en Madrid, una alianza de la que depende para mantenerse en el poder.
Si el PNV y CiU retirasen su apoyo parlamentario a Aznar en Madrid, éste se vería obligado a renunciar y a convocar elecciones generales anticipadas.
Rodríguez se caracterizó por ser el miembro del gobierno con peores relaciones con la prensa y por verter las críticas más duras y despectivas contra los nacionalismos vasco y catalán.
En las últimas semanas se enfrentó a CiU a propósito de la enseñanza bilingüe en Cataluña y al PNV por defender éste un diálogo con Herri Batasuna (HB), la coalición electoral vasca próxima a la organización separatista ETA.
La proximidad de las elecciones en la región autónoma vasca, convocadas para octubre próximo, también contribuyó a la renuncia de Rodríguez. El PNV, con el oído atento a los votantes de HB, sostiene la necesidad del diálogo con esa coalición y con ETA, para negociar el fin de la violencia.
El PP se opone a cualquier diálogo mientras ETA no anuncie el abandono de las armas y puntualiza que la negociación sólo será posterior y nunca antes del fin de la violencia, y se concentrará en como se verifica ese abandono y en las medidas de indulgencia con los condenados por la justicia.
La actuación de Rodríguez, quien llegó a ridiculizar al parlamento autónomo vasco por aprobar una ley que autoriza la creación de federaciones nacionales vascas capaces de acudir como tales a campeonatos mundiales, fue un factor añadido a las diferencias entre Aznar y el PNV.
Algo similar ocurrió con Cataluña, al referirse Rodríguez en tono burlesco a las reivindicaciones lingüísticas de esa Comunidad Autónoma, unas referencias que pusieron en riesgo el apoyo parlamentario de CiU al PP en Madrid.
La admisión de diferencias y su discusión es una cosa, señalaron el PNV y CiU, y otra muy distinta es que a ellas se agregase continuamente un tono insultante en las críticas.
La renuncia de Rodríguez es, además, un golpe directo al poder de Aznar, ya que el ex portavoz es considerado un hombre del jefe del gobierno, al que se considera casi un miembro de su familia, en la que llegó a fotografiarse con sus hijos y su esposa, como uno más.
Aznar impuso a Rodríguez en 1996 como miembro de la directiva del PP, sin que contase con apoyo en los delegados partidarios.
Los efectos políticos de esa retirada se apreciarán sólo después de las vacaciones veraniegas de julio-agosto.
Pero en lo inmediato, mostrarán una reducción del tono crítico del gobierno hacia los nacionalismos y una oferta de un diálogo menos crispado con los nacionalismos moderados, y mayoritarios, de Cataluña y el País Vasco. (FIN/IPS/td/ag/ip/98