Cada vez más caribeños, en su mayoría cubanos, pagan a traficantes de personas también cubanos para ingresar de forma ilegal a Florida, Estados Unidos, a menudo a bordo de barcos sobrecargados e inseguros.
"Cada vez parten más botes pequeños de Cuba" hacia el sur de Florida, declaró a mediados de junio el portavoz de la Guardia Costera estadounidense, Jeff Hall. Este tipo de embarcaciones sigue llegando a Estados Unidos a un ritmo de uno por día, a veces más.
A fines de junio la policía detuvo a Eduardo Rodríguez, su esposa, María Hernández Fernández, y a sus hijos, Sandra, de 13 años, y Eduardo, de seis, en la localidad de Cayo Vizcaíno, mojados y con hambre.
Los Rodríguez relataron a los agentes que llegaron desde Cuba en un barco junto con al menos 30 personas más, luego de pagar 5.000 dólares a los traficantes.
Horas después, ocho cubanos fueron retirados de un bote en Hallandale y tres más de uno en la playa de Miami. Ese mismo día, las autoridades encontraron a tres cubanos ocultos en Cayo Vizcaíno.
El día anterior, 15 cubanos llegaron a Miami y los cayos de Florida en tres grupos. Todos fueron detenidos. La mayoría de los indocumentados que llegan al sur de Florida tienen familiares en la zona, según los investigadores. En muchos casos, los familiares están al tanto del tráfico.
Pero en la última semana llegaron a Miami la madre, el hermano, la cuñada y dos sobrinos del beisbolista Rolando Arrojo, estrella del equipo estadounidense Tampa Bay Devil Rays. El deportista aseguró que no tenía conocimiento del modo en que habían llegado sus familiares.
De las decenas de indocumentados que arribaron al sur de Florida en las últimas semanas, sólo se le permitirá permanecer a la familia Rodríguez.
Los acuerdos sobre migración alcanzado por Washington y La Habana en septiembre de 1994 y mayo de 1995 mantiene los beneficios a los cubanos que lleguen a Estados Unidos, a quienes se reconoce derecho a asilo político al año y un día de permenecer en el territorio. Los restantes son repatriados.
Estados Unidos se comprometió a entregar un mínimo de 20.000 visas anuales para emigrantes y repatriar a toda persona que fuera interceptada en un intento de éxodo ilegal a ese país.
Cuba, por su parte, debe hacer todos los esfuerzos para frenar las salidas ilegales desde su territorio y no tomar represalias contra los repatriados por el solo delito de "salida ilegal del país".
Ambas partes se muestran satisfechas por el cumplimiento que se está dando al acuerdo, pero las organizaciones de exiliados cubanos protestan enérgicamente contra las repatriaciones.
"Las condiciones de vida en Cuba son cada vez peores, y por desgracia, hay personas que trafican con el sufrimiento de los cubanos", dijo a la prensa el activista Ramón Saúl Sánchez.
En marzo, un barco alquilado por cinco cubano-estadounidenses en el puerto deportivo de Florida del Sur, en apariencia para un día de pesca, no volvió un lunes de tarde como se había pactado.
El empleado del puerto se percató de que ninguno llevaba equipos de pesca, pero no se preocupó porque les había alquilado barcos en ocasiones anteriores.
Por el contrato de alquiler, el barco no tendría que haber salido más de tres kilómetros de la costa, pero durante la noche se lo avistó en Bimini, una de las islas de Bahamas.
Días más tarde, desde el barco se realizó una llamada por teléfono celular a una persona en el sur de Florida. El receptor de la llamada avisó a la Guardia Costera que la nave se encontraba en problemas.
La nave, de ocho metros de largo, con una capacidad para nueve personas, apareció el jueves en las aguas del sur de Florida. Había zozobrado y 13 personas se aferraban al casco.
Los cadáveres de un hombre y una mujer flotaban junto al barco. La décimosexta pasajera, Elizabeth Sánchez Guerra, de tres años de edad, desapareció y nunca fue encontrada. Los dos muertos eran sus padres, Aurelio Sánchez y Raquel Guerra Capote.
Luego de que los supervivientes fueron tratados por deshidratación y exposición excesiva al sol, la policía detuvo a Abel Morejón, que pagó el depósito de 500 dólares por el barco, y a sus hermanos Nicandro y Jorge.
Los hermanos cobraron 1.500 dólares, en cuotas, a cada uno de los refugiados y les ofrecieron empleo en el sur de Florida para que pudieran pagar su deuda, explicaron los investigadores.
Pero no todos los indocumentados que pretenden ingresar a Estados Unidos son de origen cubano.
El 12 de mayo, más de 120 personas saltaron a Miami del Rose- Marie Express, un desvencijado buque de carga haitiano, luego de que este navegó por el río Miami y atracó junto a un restaurante de la dársena.
Algunos de los refugiados huyeron en automóviles que los estaban esperando. Otros escaparon a pie. Pero en pocas horas, más de 80 habían sido detenidos.
Días después, residentes de un edificio de apartamentos en Palm Beach llamaron a la policía al observar a varios hombres que saltaban a la costa desde un barco. Los uniformados detuvieron a quince inmigrantes indocumentados procedentes de Ecuador, 11 hombres y cuatro mujeres.
El interrogatorio a los 15 luego condujo a la detención de cuatro sospechosos por tráfico de extranjeros y secuestro de un barco.
La investigación reveló que los ecuatorianos habían viajado a República Dominicana y luego a Bahamas, desde donde fueron llevados a Miami por los traficantes. De allí serían conducidos a Nueva York. Los traficantes planeaban destinar a los que no pudieran pagar el viaje al trabajo en distintas fábricas.
El ingreso de ecuatorianos indocumentados a Estados Unidos por barco es una novedad, según agentes de la patrulla de la frontera. Hasta ahora, el trayecto tradicional fue terrestre, por la frontera con México.
A fines de mayo, la policía de Boynton Beach detuvo a nueve haitianos, minutos después de bajar de un barco de Bahamas, que también fue confiscado. Otro barco que llevó a 17 inmigrantes indocumentados de India a North Palm Beach logró huir, pero los refugiados no tuvieron tanta suerte y fueron detenidos.
Pocos días después, un grupo de indocumentados chinos también fue detenido. (FIN/IPS/tra-en/ps/cb/mj/pr ip/98