CHINA: Los vientos de libertad de Clinton son una brisa leve

La visita a China del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, concluyó hoy, y muchos se preguntan si la atmósfera de apertura que vio el mandatario persistirá o comenzó a desvanecerse cuando su avión abandonó espacio aéreo chino.

Clinton llegó este viernes Hong Kong, última escala de su visita de nueve días por cinco ciudades chinas. La oposición estadounidense y activistas de derechos humanos perciben en la gira un gesto de amistad hacia el régimen comunista en Beijing.

Considerado más simbólico que sustantivo, la visita pareció satisfacer tanto a Clinton como a sus anfitriones, pero aún están por verse sus consecuencias en la ciudadanía estadounidense.

Por primera vez en la era comunista, Beijing permitió a un gobernante extranjero dirigirse con entera libertad a audiencias chinas, en alocuciones transmitidas en directo a través de medios de comunicación masiva.

Clinton aprovechó en tres oportunidades la oportunidad de criticar con cierta elegancia los antecedentes autocráticos de los líderes chinos, así como reclamó protección de los derechos humanos y la ampliación de las libertades individuales.

El presidente estadounidense pudo hablar a sus anchas en una conferencia de prensa que brindó junto con su par de China, Jiang Zemin, en un discurso ante 800 estudiantes y profesores de la Universidad de Beijing y en un programa de radio en vivo con participación de la audiencia en Shangai.

"El pueblo estadounidense cree que las libertades de opinión, asociación y religión, reconocidas por la Carta de las Naciones Unidas, son derechos de todos los pueblos y deben ser protegidos por los gobiernos", dijo en la conferencia de prensa conjunta con Jiang, que fue televisada en directo.

Dar al pueblo más libertad redundará en beneficio de los intereses de China, pues contribuirá con la estabilidad y la riqueza de la nación, agregó Clinton.

El hecho de que el gobierno haya permitido la transmisión en directo de la conferencia de prensa así como el discurso del gobernante estadounidense en la Universidad de Beijing fue percibido como una señal de apertura y de la existencia de una atmósfera más liberal para el debate público.

El asesor en materia de seguridad nacional de la Casa Blanca, Sandy Berger, consideró que el debate que se produjo entre Clinton y Jiang en la conferencia de prensa fue "verdaderamente histórico". "Esto hubiera sido impensable hace cinco años", dijo.

El propio Clinton sostuvo que lo más gratificante de la visita fue la decisión de Jiang de permitir la transmisión televisiva en directo de la conferencia de prensa y el discurso en la Universidad de Beijing.

La duda es si estas señales de apertura permanecen incambiadas o comenzaron a desaparecer cuando el Air Force One, el avión de la presidencia estadounidense, despegó este viernes de Hong Kong.

¿Fue esta fascinante discusión pública y estas señales de libertad de discurso apenas un gesto de cortesía hacia Clinton para consumo de los visitantes?

"No abriguen ilusiones. El mensaje que los líderes chinos quieren emitir no es que se avecina una era de apertura y democracia, sino una nueva relación chino-estadounidense", explicó Yang Zhaohua, empleado de una consultora extranjera en Beijing.

Los medios de comunicación gubernamentales nunca repitieron la transmisión de los discursos de Clinton ni analizaron lo que dijo. La Televisión Central, que transmitió la conferencia de prensa sin anunciarla, editó un resumen para su noticiero nocturno, pero los canales de provincia no pudieron hacerlo.

Los periódicos estatales redujeron el contenido del debate entre Clinton y Jiang a la frase "ambos discutieron sobre derechos humanos".

Algunos analistas creen que el pueblo chino derribará los límites de la censura y las restricciones una vez que haya probado el gusto de la libertad de debate y de las críticas al gobierno.

Clinton dijo durante su viaje que sentía "un viento de libertad". El mayor logro de su visita fue, en efecto, lograr que muchos chinos escucharan su mensaje, pero no hubo avances en los restantes asuntos.

China, por su parte, logró una reafirmación de la política estadounidense contraria a la independencia de Taiwan.

Ambas partes acordaron no apuntarse una a otra con armas nucleares, un logro simbólico, pues, según los expertos, toma poco tiempo volver a ubicar los misiles. Beijing y Washington también acordaron cooperar en materia de seguridad regional y diplomática.

Pero Clinton no logró que China se integrara a pleno al Régimen de Control de Tecnología Misilística ni que el gigante asiático abriera su mercado con la mira en el ingreso a la Organización Mundial de Comercio.

Por su parte, Beijing no convenció a Estados Unidos de que levante las sanciones que mantiene desde la masacre de activistas prodemocráticos en la plaza de Tiananmen en junio de 1989, ni logró avances para que se le reconozca con carácter permanente los beneficios comerciales de "nación más favorecida". (FIN/IPS/tra- en/ab/ral/mj/ip/98

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