El mercado de trabajo en Brasil sufrió cambios profundos en los últimos 15 años, con la industria de transformación reducida a 17,14 por ciento de los empleos y el sector informal ocupando a la mayoría de los trabajadores.
El desempleo abierto de junio, divulgada este viernes por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), bajó a 7,9 por ciento, contra el 8,2 por ciento de mayo. El promedio del semestre pasado, 7,81 por ciento, fue el más elevado desde 1983.
Medido en seis regiones metropolitanas del país, los índices más elevados afectan Salvador y Recife, capitales de estados del nordeste, con 9,86 y 9,57 por ciento, respectivamente, y Sao Paulo, el mayor centro industrial, con 8,57 por ciento.
Río de Janeiro, donde predominan los servicios y el trabajo informal, registró el menor desempleo, 5,99 por ciento.
Este cuadro culmina un proceso de once años en que los empleos ofrecidos por la industria en la economía brasileña se redujeron sistemáticamente, según datos divulgados por el IBGE, de 1983 al primer semestre de este año.
En 1987 la industria de transformación empleaba 26,37 por ciento de las personas ocupadas en Brasil. Desde entonces, esa participación cayó año tras año, hasta el 17,14 por ciento del último semestre.
Mientras, la participación de los servicios en el mercado laboral pasó de 46,1 a 53,66 por ciento y el comercio, de 13,28 a 15,18 por ciento.
El desempleo abierto, que solo ha crecido en la actual década de apertura del mercado nacional antes rígidamente protegido, se agravó más para las mujeres. Las tasas, casi parejas en 1990, se bifurcaron en un desempleo femenino de 8,75 por ciento y uno masculino de 7,16 por ciento en el primer semestre de este año.
Pero ese es un indicador que poco refleja la realidad, en un mercado desorganizado por la informalidad en que vive la mayoría de los trabajadores y oculta un mayor desempleo, reconoce Marcio Pochmann, investigador de la Universidad de Campinas, a cien kilómetros de Sao Paulo.
En el último semestre, los empleados "sin cartera de trabajo firmada", es decir sin contrato ni derechos laborales y sociales, representaban 25,17 por ciento del total de ocupados. Los trabajadores por cuenta propia sumaban otro 23,02 por ciento.
Solo una minoría de 46,16 por ciento tiene contrato y registro que le aseguran los derechos legales. Por esa razón es también el único sector que logró mantener su nivel salarial desde el año pasado, mientras los "cuentapropistas" perdieron 9,4 por ciento de sus ingresos.
En tal situación, el principal candidato opositor a la presidencia del país, Luis Inacio Lula da Silva, se quejó de que "los sindicatos no le dan atención a los desempleados".
La ironía es que Lula fue el creador del nuevo sindicalismo brasileño, en los años 70, como líder metalúrgico y fundador de la Central Unica de Trabajadores (CUT), la principal central sindical de Brasil.
La Fuerza Sindical (FS), segunda central en importancia, no acepta la acusación. Hace algunos años incluye los desempleados en sus preocupaciones y acciones prioritarias.
Una de sus propuestas acogidas por el gobierno elevó en dos meses el beneficio del seguro de desempleo, que antes se limitaban a un máximo de cinco meses, destacó Joao Carlos Gonzalves, secretario general de FS.
Otra llevó al gobierno a duplicar hasta 1.660 millones de dólares los recursos que serán destinados a la recapacitación profesional de los trabajadores ya desempleados o amenazados por los cambios tecnológicos en la producción.
Además, FS creó junto a su sede, en Sao Paulo, un Centro de Solidaridad al Trabajador, oficina de apoyo a los desempleados, que "no solo trata de ubicarlos, sino que también les ofrece cursos para calificarlos y otros servicios", señaló Gonzalves.
El Centro recibe diariamente 3.000 trabajadores, la mayoría en busca de empleo. En abril, cuando abrió cursos de capacitación, aparecieron 40.000 candidatos, reflejo del alto desempleo en la región metropolitana de Sao Paulo.
"El sindicato, en las actuales condiciones, no puede pensar solo en sus afiliados. Tiene que actuar a favor de toda la sociedad", definió Gonzalvez. Por eso debe dialogar, contribuir con el Estado en la búsqueda de soluciones y "abandonar el corporativismo" , sostuvo.
Los sindicatos, hasta ahora reivindicadores, pasan también a ser objeto de reclamos sociales, blanco de exigencias por respuestas a los problemas, observó el sindicalista.
La atención al desempleo es una obligación de todos, porque "quien pierde el empleo, pierde también la familia, el respeto de sus parientes, en un 'efecto dominó' que lleva a la marginación y a la criminalidad", concluyó. (FIN/IPS/mo/mj/lb/98