El anuncio de un nuevo aumento del desempleo empañó un poco el brillo del cuarto aniversario de la estabilización monetaria, conmemoración que el presidente Fernando Henrique Cardoso encabezó hoy en Brasilia en un clima de campaña electoral.
El "plan real", que puso fin a dos décadas de elevada inflación y promovió una fuerte ampliación del mercado consumidor en Brasil, es el principal arma de Cardoso para intentar su reelección el 4 de octubre. La desocupación aparece como tema principal de los opositores.
El desempleo abierto subió a 8,2 por ciento en mayo, un ligero aumento en relación al 7,94 por ciento de abril, informó este miércoles el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), órgano del Ministerio de Planificación.
Ese índice solo fue superado una vez desde que empezó a ser medido por el IBGE en 1982. Ocurrió en mayo de 1984, cuando alcanzó 8,28 por ciento como consecuencia de la recesión económica que provocó la crisis de la deuda externa.
Es poco, comparado con el 13 por ciento de Argentina y las altas tasas europeas, pero la desocupación es normalmente baja en países de mercado laboral menos organizado, como Brasil, explicó Marcio Pochmann, investigador de la Universidad de Campinas. El gran sector informal oculta la gravedad del problema.
Pero las encuestas apuntan el desempleo como principal preocupación de los brasileños, lo cual convierte el problema en combustible para la oposición.
Cardoso se adelantó al posible discurso opositor y afirmó que su gobierno reducirá el desempleo, "pero no con mentiras como un crecimiento económico de diez por ciento y la rebaja de las tasas de interés".
El presidente anunció que la ampliación de la infraestructura simbolizará la nueva fase del plan real, en la que se generarán empleos y se mejorarán las condiciones de producción y el transporte en el país.
Para ablandar a corto plazo el desempleo e influir a tiempo en las elecciones, el gobierno decidió ampliar el crédito disponible para la agricultura y la construcción de vivienda, reduciendo sus intereses.
En sus primeros años, la estabilización monetaria iniciada en julio de 1994 se reflejó en un gran aumento del consumo de productos como carne de pollo, televisores y otros aparatos doméstico.
La venta de televisores, por ejemplo, se más que triplicó en dos años, alcanzando nueve millones de unidades en 1996. De 1993 a 1996 los domicilios brasileños con televisores pasaron de 75,8 para 84,3 por ciento del total.
La sola reducción de una inflación que superó 40 por ciento al mes antes del plan real, para el nivel actual de tres a cuatro por ciento al año, produjo una amplia redistribución del ingreso en el país.
Trece millones de personas pudieron escapar de la pobreza, suele reiterar el presidente, para destacar los avances sociales durante su gobierno. Eso explica el gran aumento del consumo de bienes durables y de alimentos más sofisticados, como algunos lácteos.
Uma empleada doméstica, como Madalena Gomes, más que duplicó sus ingresos desde 1994. Pudo adquirir un televisor más grande y una máquina lavarropas.
En cambio, parte de las capas medias perdió poder de compra, al elevarse mucho los precios de los servicios que utilizan. Sin aumentos salariales en estos cuatro años, los profesores de universidades públicas, por ejemplo, llegaron a la desesperación.
Con sueldos de entre 1.000 y 5.000 dólares, profesores de 49 universidades federales están en huelga hace tres meses, lo que hace peligrar la conclusión del año lectivo de unos 400.000 estudiantes.
La estabilización económica fue un arma electoral imbatible que propició la reelección de Carlos Menem en Argentina y de Alberto Fujimori en Perú. La popularidad que mantiene el plan real, siempre con aprobación mayoritaria, hace previsible también el triunfo de Cardoso.
La alianza opositora de izquierda, que tiene a Luis Inacio Lula da Silva como candidato presidencial, se rindió ante las evidencias y decidió no atacar la estabilidad monetaria, sino señalar las insuficiencias del plan económico, como el déficit fiscal y externo, el desempleo y problemas sociales no resueltos.
El déficit fiscal alcanzó siete por ciento del producto interno bruto (PIB), a pesar de un aumento sin precedentes de la recaudación fiscal, lo que generó una situación "insostenible", segn Aloisio Mercadante, uno de los economistas más influyentes del Partido de los Trabajadores, al que pertenece Lula.
La dependencia de capitales externos, para financiar un déficit de cuenta corriente de cuatro por ciento del PIB, es otra debilidad actual de la economía brasileña, apuntada por la oposición y analistas de todas las tendencias.
Pero es la cantidad creciente de excluidos del empleo formal y emergencias sociales, como el hambre provocada en el nordeste del país por la sequia, el caos en la asistencia médica pública y los incendios en bosques amazónicos, que amenazan dificultar la primera reelección de un presidente en Brasil. (FIN/IPS/mo/mj/ip if/98