Los países del Mercosur no lograron acordar el régimen automotor común que debía regir a partir del año 2000, el principal tema de la agenda de la cumbre que se celebrará dentro de una semana en Argentina, y los negociadores creen que deberán aplazar una vez más la firma.
Los presidentes de los cuatro países (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) debían suscribir el acuerdo el viernes 24 en la sureña ciudad argentina de Usuhuaia, justo antes de que Argentina cediera la Secretaría rotatoria a Brasil para el segundo semestre de este año.
Argentina y Brasil avanzaron en las gestiones para liberalizar el comercio dentro del bloque, pero persisten las diferencias por el incremento de los aranceles preferenciales para vehículos importados, los subsidios que ofrece Brasil a la radicación de industrias y el contenido regional de los componentes.
Los desacuerdos entre las autoridades se suman a las fuertes presiones de los empresarios del sector, tanto de Brasil como de Argentina, que se resisten a perder privilegios que erigieron a sus industrias en motores del crecimiento.
Pero los gobiernos están decididos a ceñirse a un análisis fiscalista del costo de las subvenciones.
Los fabricantes de automóviles de Argentina y Brasil hacen un reclamo válido al pedir que no se eleve a 35 por ciento el arancel para importar unidades que constituyen en Argentina la mitad de las ventas internas, sostuvo el economista Edgardo Figueroa, experto en el desarrollo del sector en el bloque.
Pero Figueroa, de la consultora Ecolatina, consideró que a cambio del beneficio que reclaman -que se baje a 17,5 por ciento la propuesta de arancel-, los industriales deberían comprometerse a realizar inversiones para complementar la modernizacion del sector, sobre todo en las áreas de motores y cajas de cambio.
Los fabricantes de automóviles, tanto de Argentina como de Brasil, querían extender el plazo de vigencia de los aranceles preferenciales hasta el 2005 y estaban dispuestos a pagar la mitad, aunque fuera para un cupo equivalente a 20 por ciento de los vehículos que se fabricarán en la región.
Pero los gobiernos están muy presionados. El déficit de comercio exterior, observado con lupa por el Fondo Monetario Internacional, aumentó en los dos países en los últimos años y las autoridades temen que cada vez más sectores industriales reclamen ventajas para importar a cambio de producir.
El gobierno de Brasil se comprometio además ante Estados Unidos a terminar con las subvenciones a su industria y a no extender esas facilidades a sus socios del Mercosur.
Por tanto, aún con la mejor buena voluntad de parte del socio mayor del Mercosur, existe una cadena de presiones para que en el 2000 quede desmantelado el régimen de protección.
En un esfuerzo de último momento por mantener las ventajas, el presidente de la Asociación de Fábricas de Automóviles de Argentina, Horacio Losoviz, advirtió que las fábricas locales podrían trasladarse a Brasil si no se les ofrecen incentivos para completar con importaciones una demanda considerada pequeña.
Argentina produce alrededor de 500.000 automóviles al año, cinco veces más que a principios de esta década, cuando no existía el actual régimen de protección, que se removerá en el 2000.
En los últimos cinco años, la industria invirtió 5.000 millones de dólares y se modernizaron las plantas que emplean a unos 27.000 trabajadores.
Figueroa sostuvo que la amenaza de Losoviz es un intento de ejercer mayor presión antes de la negociación de los ministros de Industria del bloque, prevista para la semana próxima, pero descartó que los productores se trasladen a Brasil porque la mayor parte de las inversiones ya se hicieron en Argentina.
Los industriales argentinos y sus pares de Brasil no temen el intercambio dentro del bloque, pues la gran mayoría de las terminales están instaladas en ambos países y cada una está especializada como para establecer una complementación adecuada, y no una competencia por el mercado, explicó el economista.
En cambio, admitió que hay una puja de intereses particulares en lo que respecta a las autopartes. El gobierno de Brasil está alineado con los productores de ese país en la propuesta de que sea de 60 por ciento la proporcion de componentes "regionales" exigidos para que un producto sea considerado del Mercosur.
La regionalidad esconde el interés de la industria brasileña de autopartes -"mucho más poderosa que la argentina", según Figueroa- por absorber la mayor parte de esa demanda.
En cambio Argentina, tanto a nivel oficial como de los empresarios, propone que se explicite que la mitad del componente regional debe ser probadamente nacional, un punto en el que el secretario de Industria de Argentina, Alieto Guadagni, está decidido a respaldar a los fabricantes locales.
Figueroa indicó que la industria automotriz en el mundo suele estar protegida en mayor o menor medida no sólo por su capacidad de crear empleos, sino porque fabrica el bien más caro de consumo masivo.
"Un país que no tiene una industria automotriz fuerte, lo más probable es que tenga problemas de balanza de pagos", aseguró.
No obstante, reconoció que la Organización Mundial de Comercio está tratando de conseguir que los países liberalicen el sector y abandonen los subsidios, sobre todo en el Mercosur, considerado el mercado de mayor potencial de crecimiento para la industria automovilística en el mundo. (FIN/IPS/mv/ag/if/98