La búsqueda de una solución a la maraña político-legal de las negociaciones en curso en esta capital para la creación de un Tribunal Penal Internacional (TPI) reveló dos grandes fenómenos en la situación mundial.
El primero es el cuestionamiento de las relaciones de poder en los años posteriores a la guerra fría. El segundo, una serie de intentos de elaborar reglas para lo que algunos califican como "nuevo desorden mundial".
Los dos parecen estar en el centro de la exhibición de fuerza presente en la conferencia, que comenzó el 15 de junio y concluirá el día 17, con el fin de establecer un Tribunal Penal Internacional que juzgará crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidios.
Cuba, por ejemplo, pretende calificar como crimen contra la humanidad la imposición de bloqueos económicos.
India describió como "impunidad" jurídica la idea de que el TPI deba solicitar el consentimiento del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para realizar su labor. Se teme que esta medida brinde a los miembros permanentes del organismo un poder de veto efectivo sobre el tribunal.
Las propuestas de transacción que se divulgan en Roma dependen del acuerdo entre Estados Unidos y los demás miembros permanentes del Consejo de Seguridad: China, Francia, Gran Bretaña y Rusia.
Pero los días en que las opiniones de las superpotencias determinaban el "consenso internacional" y el resultado de las conferencias internacionales dependía exclusivamente de ellas parecen haber llegado a su fin.
De todas maneras, vale la pena preguntar hasta dónde está dispuesto a llegar el grupo de 60 naciones -de "opinión similar"- que defienden un TPI fuerte para consolidar lo que se supone es el creciente consenso a favor de una corte poderosa, efectiva e independiente.
Luego de tantear el terreno desde el 15 de junio, cabe preguntarse si este grupo está dispuesto a decirle a países como Estados Unidos que seguirá adelante con su postura.
Canadá reunió a unos 30 países en un intento por elaborar un paquete de transacción, cuyas características serán divulgadas esta semana. Es probable que la iniciativa intente agradar a todos y termine por conformar a ninguno.
Bajo presión de todos los sectores, sobre todo de su vecino del sur, Canadá siente la tensión. Si Ottawa consigue un respaldo sólido, entonces es probable que la propuesta definitiva se asemeje más a la postura original del grupo de "opinión similar".
Pero si el respaldo a la propuesta es menor, la versión final resultará aguada, más cercana a la visión de Estados Unidos y de Francia de un TPI sujeto a la supervisión del Consejo de Seguridad y de los gobiernos nacionales.
Las características de la propuesta estarán listas en los próximos días y la iniciativa formal será presentada al final de la semana.
Además, quien haya pensado que la "soberanía nacional" pronto será una antigüedad histórica estaba equivocado.
El concepto está plenamente presente en las negociaciones en Roma, donde se evocó una y otra vez, en muchas ocasiones para equilibrar el poder de un superfiscal que podría actuar contra toda persona o gobierno por violaciones graves cometidas en su territorio.
En los años llenos de esperanza inmediatamente después del fin de la guerra fría, muchos analistas dijeron que el cierre de viejas brechas ideológicas abriría fronteras y traería un período de cooperación entre ex enemigos.
Pero la integración de bloques económicos resultó más fácil que mantener la paz política o elaborar nuevas reglas para el orden internacional, y más aun que un documento legalmente vinculante como el tratado del TPI.
Puede ser que el TPI esté destinado a deambular de un callejón sin salida jurídico a otro porque, a diferencia de anteriores conferencias de la ONU, este documento debe adaptarse a leyes y sistemas civiles y penales que varían de región en región.
Pero aunque queda lugar para analizar los detalles, los juristas no deben olvidar la razón por la que se reunieron en Roma, sobre todo cuando las delegaciones están trabajando en la decisiva cuarta semana de la conferencia. Seguramente las leyes, o cualquier documento legal, tienen un propósito más elevado.
Sobran las razones para la creación del TPI. En lugar de las viejas guerras mundiales o las disputas ideológicas de la guerra fría, hoy vemos guerras más pequeñas donde las reglas del conflicto y la decencia humana suelen ser inexistentes.
El mundo puede cerrar sus ojos ante estas "guerritas", o cansarse de ellas, como en el caso de Afganistán. El punto se confirma con un hecho.
Después de los tribunales de Tokio y Nuremberg, creados tras el fin de la segunda guerra mundial, los únicos tribunales ad hoc sobre crímenes de guerra de los últimos años fueron establecidos en la ex Yugoslavia y Ruanda, tras la guerra fría y en casos de conflictos nacionales. (FIN/IPS/tra-en/js/fah/aa/aq-lp/hd/98