En Chile hay 55.000 inmigrantes indocumentados, 40.000 de ellos peruanos, que realizan trabajos mal pagados, sin derechos previsionales, y que ingresaron al país con visa de turista, en muchos casos ya vencida.
El problema, que comenzó a hacerse sentir a mediados de esta década, retomó actualidad esta semana con la detención simultánea en un salón de baile de Santiago de 40 peruanos que no contaban con su documentación en regla.
El viceministro del Interior, Belisario Velasco, dijo el martes pasado que en Chile hay actualmente unos 60.000 peruanos, de los cuales un tercio, 20.000, tienen su situación regularizada desde el punto de vista de las leyes de Extranjería.
De acuerdo con las estimaciones oficiales, a los 40.000 peruanos indocumentados se suman 4.000 bolivianos, 3.000 argentinos y unos 2.000 ecuatorianos que también residen en el país en forma irregular o clandestina.
En número menor se cuentan brasileños, centroamericanos, colombianos, cubanos e incluso ciudadanos de países de Europa oriental, que ingresaron como turistas y ahora trabajan al margen de las leyes laborales y migratorias.
Chile, que durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990) tuvo un exilio político y laboral que ascendió a un millón de personas, se transformó en receptor de migraciones extranjeras tras el restablecimiento de la democracia.
A ello contribuyó no sólo la transición política, sino fundamentalmente la solidez que proyectó la economía chilena, con un crecimiento promedio en la presente década del orden de 5,5 por ciento al año.
La agudización de la crisis en Perú en los primeros años 90 estimuló el masivo ingreso a Chile de ciudadanos de ese país a través de la fronteriza ciudad de Arica, 2.500 kilómetros al norte de Santiago.
Sólo en 1996 entraron a Chile con visas de turistas 155.298 peruanos, registrándose ese mismo año la salida de 144.793 personas de la misma nacionalidad, lo cual indica que más de 10.000 permanecieron en el país.
El atractivo por Chile es aprovechado en Perú por virtuales mafias que ofrecen contratos de trabajo y documentación para quienes quieran emigrar, cobrando comisiones de hasta 400 dólares para las mujeres y 500 para los hombres.
Una vez cruzada la frontera, muchos se encuentran con que los prometidos empleos no existían y deben dedicarse a tareas de baja calificación, como el servicio doméstico, o buscar actividades informales.
Una visa turística, de 90 días, puede ser renovada por un lapso similar sólo una vez, y muchos inmigrantes no logran tramitar un permiso de trabajo en ese tiempo, lo cual determina que si se quedan en Chile pesen a la condición de ilegales.
De esta forma están más expuestos a caer en manos de empresarios inescrupulosos que se aprovechan de la residencia irregular de los extranjeros para hacerlos trabajar con bajo salario y sin contrato.
Existen igualmente empresarios inescrupulosos que operan coludidos con los "enganchadores" para conseguir mano de obra barata y calificada sin cumplir con requisitos de contratación laboral ni de pago de fondos de pensiones o de salud.
Así ocurrió hace algunos meses con indígenas otavaleños de Ecuador, conocidos por su habilidad como tejedores, que llegaron a Chile para trabajar con un chileno que vendía artesanías importadas desde aquel país.
El "enganchador" no cumplió su promesa de dar contrato de trabajo a los indígenas ecuatorianos, y 17 de ellos fueron expulsados del país hace algunos meses, cuando fueron sorprendidos por la policía como residentes ilegales.
Así como los oatavaleños son fácilmente distinguibles en Chile por sus largas trenzas y su atuendo, los peruanos tienden a concentrarse en determinados sitios públicos, donde son controlados por las autoridades de Migración.
La céntrica Plaza de Armas de Santiago de Chile es un punto de encuentro dominical de los peruanos, quienes también se dan cita en salones públicos que han proliferado en los últimos años, donde no sólo escuchan y bailan su música, sino también consumen sus comidas nacionales.
La demanda por estos inmigrantes es tan masiva, que los dueños de esos salones contratan buses que se estacionan en puntos claves de Santiago para transportar gratuitamente a los extranjeros hasta su negocio.
Fue en uno de esos locales donde el último fin de semana, en un control rutinario, la policía detectó la presencia de 53 peruanos, de los cuales 40 no portaban documentación o tenían vencida la visa de turista. (FIN/IPS/ggr/ff/pr/98