Los sismólogos esperan que continúe el ciclo de temblores menores que se registra en las costas del Pacífico de México, pues ello atenuaría la fuerza del terremoto que sacudirá la zona en algún momento de los próximos 50 o 100 años.
Ocho sismos de 4,1 a 5,2 grados en la escala de Richter se registraron el lunes pasado en el estado costero de Guerrero, una semana después que expertos vaticinaron que en el lugar habrá en el futuro un terremoto de más de ocho grados, movimiento que destruiría amplias regiones del país.
Ojalá sigan ocurriendo sismos menores, pues permiten liberar energía de la "falla de Guerrero", zona que se ha movido poco en los últimos años, dijo a IPS Carlos Valdés, jefe del Servicio Sismológico de México.
Las costas mexicanas del Pacífico están atravesadas por placas subterráneas que registran movimientos periódicos. El desplazamiento natural de esta y otras placas separará dentro de algunos siglos a América Central del resto del continente americano, según las investigaciones.
Aunque la ciencia aún no puede vaticinar exactamente cúando volverán a moverse las placas, sí está en condiciones de asegurar que sucederá y con gran fuerza si la energía no se libera durante mucho tiempo, advirtió Valdés.
El terremoto que espera a las costas de México podría ocurrir en dos meses, dos años, 20 o quizá 100, por lo que la población debe estar preparada, recomiendan los sismólogos.
Los expertos explican que las altas temperaturas del núcleo terráqueo producen movimientos y cambios físicos en la corteza, desplazando los territorios del planeta entre siete y 15 centímetros por año.
Se calcula que en el planeta ocurren cada año un promedio de 40.000 movimientos de entre tres y cuatro grados en la escala de Richter, 1.000 de cuatro y cinco grados, 800 de cinco y seis, 120 de siete y ocho, y uno mayor a ocho grados.
En Méxicos se registran unos 20.000 movimientos de tierra por año, en su mayoría imperceptibles. Los 366 de magnitud cinco reportados en los últimos 20 años y sentidos por la población equivalen a la energía liberada por la explosión de unas 234.000 bombas atómicas.
A raíz del terremoto de 1985, que destruyó parte de la capital mexicana y reveló la total ausencia de preparación de la población y de las autoridades para enfrentar un desastre natural, el gobierno estableció planes especiales de protección civil.
Sin embargo, en 1995, cuando un movimiento de 7,3 grados con epicentro en las costas del océano Pacífico sacudió al país, los programas de contingencia no funcionaron como se esperaba.
A excepción de las escuelas de niños, la población fue presa del pánico o el inmovilismo. Cuatro personas muertas y 15 heridas fue el saldo de aquel sismo.
México es un país de riego. Más de 70 por ciento de sus cerca de 92 millones de habitantes enfrenta el peligro inminente de terremotos, explosiones volcánicas y huracanes, señalan los servicios de protección civil.
Para alertar a la población capitalina de un terremoto con epicentro en el Pacífico, las autoridades instalaron una alarma sísmica diseñada para activarse 50 segundos antes de que llegue la onda del movimiento, tiempo en el que la población debería buscar un lugar seguro.
Expertos del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México indican que el país sufrirá en los próximo 50 o 100 años uno o dos terremotos de más de ocho grados Richter que causarían graves desastres.
Sin embargo, la fuerza del terremoto podría ser menor si continúan los movimientos leves en Guerrero, que no causan pérdida de vidas o daños materiales.
"Los sismos y los desastre seguirán acompañándonos. La única forma de atenuar su daño es prepararse, construir bajo ciertas normas y asumir el riesgo natural de la vida", dijo el jefe del Servicio Sismológico de México. (FIN/IPS/dc/mj/en/98