Un proyecto de 25 millones de dólares para reforestación en los montes Aravalli de India eliminó toda duda sobre la importancia de incluir a las mujeres en la gestión de los recursos naturales y la propiedad comunitaria.
El programa redefinió los papeles de género en un trabajo con 293 poblados y, según su director, J.K. Rawat, demostró cómo las mujeres deben ser incluidas a pesar de las restricciones sociales, económicas y técnicas.
En el noreste de India, los montes Aravallis, uno de los sistemas montañosos más antiguos del mundo, con 3,2 millones de años, actúan como barrera natural al avance del desierto de Thar hacia Delhi y el este.
Durante la segunda guerra mundial, los bosques, propiedad comunal de los habitantes locales, fueron talados para obtener carbón.
Alarmadas por la aceleración de la erosión del suelo, las inundaciones sorpresivas y la reducción del nivel de agua, el gobierno del estado de Haryana finalmente comenzó en 1990 la "Rehabilitación de las Tierras Comunales en los Montes Aravalli". La Unión Europea se hizo cargo de 75 por ciento de los gastos.
El proyecto se enfrentó con el organismo local (panchayat) tradicionalmente dominado por hombres en la India rural, el cual insistió en que la reforestación consiste en la plantación de árboles para obtener ganancias.
Dos años después de iniciado el proyecto, fue evidente que las mujeres, principales trabajadoras en las tierras comunales como pastoras, recolectoras de madera para combustible y hierbas para ración de los animales, tenían la clave del éxito.
"Ningún esfuerzo de reforestación prosperaría hasta que no vinculáramos el proceso a los intereses de la mujeres purdah (que usan velo)", dijo M.D. Sinha, del Departamento de Forestación de India.
Aunque las mujeres de las comunidades locales jat y meo hacen mucho más trabajo físico que los hombres, no les está permitido mostrar sus rostros ante la presencia de extranjeros o ancianos.
El problema real era acceder a las mujeres en la notoriamente conservadora sociedad Haryana. "Tuvimos que encontrar la forma de llegar atrás del velo", señaló la experta de la UE Natalia Alonso Cano.
El método fue la participación en el proyecto de guardias forestales mujeres del Departamento de Forestación, y el énfasis en la potenciación de las mujeres y el fortalecimiento de su posición de poder bajo el programa Mujer en Desarrollo.
Estimuladas por honorarios de 25 dólares mensuales, más de 350 mujeres de las comunidades locales participaron en programas de capacitación a cargo de guardias mujeres, para convertirse en trabajadoras en actividades de extensión.
En un principio, las mujeres concurrían a los programas de capacitación sólo acompañadas por los hombres de su poblado. "Pero no fue necesario mucho tiempo para que ganáramos su confianza", dijo Harvinder Bedi, consultor del proyecto.
A pesar de que el gobierno durante años reservó 30 por ciento de los puestos en el panchayat a las mujeres, Bedi debió insistir en el trato con representantes mujeres cuando descubrió que los hombres respondían por ellas en las reuniones.
Además, en cada uno de los casi 300 poblados seleccionados para el proyecto, los Comités de Forestación de Poblados, con entre nueve y 13 miembros, fueron instalados con al menos tres mujeres.
Una vez finalizada esta etapa, el proyecto Aravalli se volcó al aspecto técnico de evitar que las mujeres utilizaran leña para cocinar y hierbas para forraje.
Una cocina eficiente alimentada con biomasa no proveniente de la madera como residuos de las cosechas, cáscaras y hojas que producen una llama constante y regulable fue la solución para cada vivienda.
Cuando a las mujeres se les dijo que cada cocina metálica costaría tres dólares, diseñaron sus propios modelos de arcilla que funcionaron con iguales propiedades pero sin costo, a excepción de trabajo extra.
La respuesta fue estimular el corte de las hierbas en lugar de la extracción de raíz del pasto utilizado para forraje. Para asegurar que las mujeres lo hicieran, el proyecto ofreció comprar las semillas de las hierbas, que sólo pueden obtenerse si se les permite madurar.
Mientras parte de las semillas caen cuando se las recoge, asegurando su propagación, la semilla que vendida fue utilizada para el programa general de plantación de los pastos para pienso.
En 1996 las mujeres habían vendido 20.000 dólares de semillas al proyecto y cosechaban 30.000 toneladas de forraje cada año. A la vez, el pasto tuvo la posibilidad de establecer un buen sistema de raíces que impidieron la erosión del suelo.
Las mujeres más pobres también obtuvieron empleo en los "viveros mahila" (viveros de mujeres) para producir nuevas plantas para el programa de plantación.
Los viveros mahila fueron un éxito, ya que el proyecto entregó las semillas y las bolsas perforadas de polietileno para tierra y agua, y produjeron más de tres millones de nuevos árboles al año, empleando a 124 mujeres.
Según Bedi, la organización de las mujeres en grupos para que se hicieran cargo de la gestión de los viveros introdujo los conceptos de administración, finanzas y tiempo compartido para beneficio mutuo de todos los miembros de la comunidad.
Los grupos son ahora capaces de actuar como centros en que las instituciones a nivel de los poblados pueden crecer y asumir la futura gestión de los recursos rehabilitados, que incluyen 35.000 hectáreas de bosques, dijo la experta.
El Proyecto Aravalli planifica capacitar a las mujeres en la técnica de injertos y otras formas de cultivo de especies hortícolas y ornamentales que pudieran ser vendidas comercialmente en Delhi.
El proyecto ya utilizó parte de su infraestructura para iniciar centros de capacitación de las mujeres en la confección de vestimenta y bordado, para que puedan obtener dinero extra.
Las ganancias se colocan en cuentas de ahorro que sólo pueden ser operadas por las mujeres, asegurando que mantengan el control sobre sus ingresos. (FIN/IPS/tra-en/rdr/an/lp/en dv/98