Un libro descorrió en parte el velo que cubre la vida de Aaron de Anchorena, un millonario argentino que legó a Uruguay una residencia presidencial de campo y animales que hoy son plaga de la producción agropecuaria.
El apellido Anchorena es para la mayoría de los uruguayos apenas una referencia a la hacienda en que el presidente pasa los fines de semana, ubicada en el departamento de Colonia, 190 kilómetros al oeste de Montevideo.
Por ese desconocimiento y por admiración, el presidente Julio María Sanguinetti decidió rescatar a Anchorena del olvido y encomendó al novelista Napoleón Baccino un libro sobre la vida de quien considera un "espíritu superior".
El resultado fue una obra en la que Baccino, ganador del premio Casa de las Américas por su novela "Maluco", describe hitos de la vida del protagonista que se sintetizan en el título: "Aaron de Anchorena, una vida privilegiada".
Durante dos años de trabajo literario, Baccino encontró un obstáculo: la exigencia de los descendientes del aventurero, cazador y filántropo de supervisar el relato línea a línea.
Es que ese apellido patricio aún tiene una fuerte inserción e incidencia en la sociedad argentina.
Durante décadas, para el ciudadano medio de Argentina y Uruguay, decir "tiene más dinero que Anchorena" fue una frase popular que recordaba el poder y la influencia de esa familia en ambos países.
Por esa razón, quizá, la supervisión del libro de 198 páginas dejó puntos oscuros sobre el protagonista, aunque permitió conocer otros, ya que hasta ahora nadie había trasladado la vida de Anchorena a la literatura.
Nacido en 1887 y fallecido en 1965, tenía 30 años cuando, en la Navidad de 1907, cruzó el Río de la Plata en un globo aerostático que aterrizó en lo que es hoy el departamento uruguayo de Colonia.
En 1963, dos años antes de su muerte, legó al estado uruguayo la hacienda, que ahora tiene 1.400 hectáreas y que es visitada por unas 16.000 personas al año desde que en 1985, tras la última dictadura militar, el gobierno la habilitó como parque nacional público.
Anchorena fue acompañado en su viaje en globo por su compatriota Jorge Newbery, pionero de la aviación de Argentina.
Por azar, a pocos metros del lugar donde aterrizó el globo luego del riesgoso cruce del Río de la Plata, Argentina y Uruguay decidieron ubicar una de las cabeceras del puente más largo del mundo, de 42 kilómetros, que ambos países proyectan construir.
Una vieja edificación, la naturaleza y el cercano río sedujeron a Anchorena, que convenció a su madre para que le comprara las 11.000 hectáreas del lugar. Como contrarpartida, debió prometerle que no volvería a viajar en el invento de los hermanos Montgolfier.
Desde ese momento, describe el libro, Aaron "dedicaría su vida a cultivar y embellecer la tierra que le deparara la suerte", una tarea que también realizó en su país, donde fundó el Parque Nacional Nahuel Huapí, en el sur de Argentina.
La dedicación de Anchorena al lugar no se caracterizó solo por el esfuerzo y la fuerte inversión económica, sino también por la excéntricidad.
En una acción poco usual para la época, demarcó la tierra con alambrados, compró maquinaria para la producción agropecuaria y formó aguadas para el ganado. Pero también construyó un "casco" (edificación) de estilo Tudor y en 1911 inauguró un establecimiento agropecuario modelo para la región.
Ese perfil de empresario agropecuario tenía otro: el de viajero incansable, rodeado permanentemente de bellas mujeres, disfrazado de maharajá a bordo de un velero en la Costa Azul, o cazando tigres de Bengala junto al virrey de la india, describe el libro.
En la época, los controles aduaneros y sanitarios no eran tan rígidos como los actuales, pero, aun cuando existieran, quizá igual que hoy, el dinero también permitía superarlos.
Así, gracias a sus viajes, exóticos para la época, Anchorena introdujo a Uruguay raras especies de árboles, pero también canguros, ciervos axis y jabalíes.
Seguramente no imaginó que, décadas más tarde, los ciervos axis y los jabalíes se convertirían en plagas que afecta la actividad ganadera, agrícola y forestal en buena parte del territorio del país.
Los primeros devoran cultivos cerealeros y los brotes de campos forestados, mientras que los jabalíes asuelan a los productores lanares y ponen en riesgo el control sanitario sobre los cerdos.
Las aventuras mantuvieron soltero a Anchorena hasta cerca de los 60 años, cuando se casó con Zelmira Paz de Gaínsa, propietaria del diario La Prensa de Buenos Aires, en un matrimonio que duró poco.
Pero el millonario parecía destinado a terminar su vida con la misma excentricidad y sorpresa con que la había vivido.
A los 71 años, se casó nuevamente con "La Negra", una mujer sin apellido ni fortuna a la que conoció en un centro nocturno de París y a la que antes de morir le legó 80 hectáres de tierra. (FIN/IPS/rr/mj/cr/98