Uno de los mayores desafíos que se plantean arquitectos y urbanistas en América Latina es conjugar tradición y modernidad, los desarrollos tecnológicos con la preservación de los cascos históricos de las ciudades.
Así lo plantearon profesionales de la región que intervinieron en encuentros desarrollados tanto en Europa como en América Latina.
Tras un tiempo en que el afán modernizador llevó a que se arrasaran barrios históricos y se descuidara la planificación urbanística, y ya sin grandes proyectos totalizadores a la vista, prevalece la idea de apuntar a la combinación de medidas, a la intervención racional en consonancia con los distintos entornos.
Arquitectos, urbanistas e ingenieros de todo el mundo, que participaron en un congreso realizado en junio en la ciudad española de Valencia, coincidieron en que se debe tender a la definición de una arquitectura y un urbanismo "del presente" que no suponga dar la espalda a los legados históricos.
En similar sentido apuntaron especialistas de las mismas áreas que intervinieron en marzo en un encuentro realizado en Montevideo.
"La exigencia democrática, que por suerte se ha extendido a todas las áreas del planeta, incluida América Latina, tiene un aspecto que se puede llegar a considerar negativo: el del acotamiento de las propuestas de desarrollo urbano a los plazos electorales", dijo en Montevideo el arquitecto Carlos Costa.
A menudo aparecen entonces soluciones a los dramas de crecimiento de las ciudades que no son tales, sino tan sólo paliativos que no resuelven las problemáticas de fondo, agregó.
Es así que a problemas como el crecimiento exponencial del parque automotor se plantean nuevos ordenamientos o limitaciones del tránsito, pero no medidas de fondo para reducir el "imperio" del automóvil en las ciudades, al igual que ocurre con fenómenos como el aumento de la polución sonora o visual.
Hay un miedo a atacar de frente esos problemas porque se estaría yendo contra las tendencias del mercado, consideró el arquitecto argentino Miguel Baudizzone, atacando a sus colegas que se han plegado a las exigencias de promotores inmobiliarios que razonan en función del corto plazo y del lucro inmediato.
Los grandes principios de la arquitectura moderna están referidos a la democratización de las ciudades en sentido profundo, un movimiento básicamente más sano que todas las modas "modernizantes" que tuvieron lugar en las últimas décadas, agregó.
"La democratización de las ciudades supone excluir dos cortoplacismos: el de los políticos que razonan en términos electorales y el de los actores privados que no ven más allá de sus narices", dijo a su vez en Buenos Aires el arquitecto argentino Mauricio Solari.
En el seminario de Valencia, organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco), se plantearon ideas para "producir interacciones entre los edificios y la ciudad", según la fórmula empleada por el británico Norman Foster.
Refiriéndose a las megalópolis, "donde ya viven unos 2.000 millones de personas", sobre todo en el Sur en desarrollo, Foster abogó por una "ecología del edificio", que tienda a la generación de espacios públicos, incluso peatonales, entre los grandes complejos habitacionales.
El francés Dominique Perrault, que concibió la moderna Biblioteca Nacional de París, es también partidario de "humanizar las ciudades", sin que ello signifique echar por la borda los avances tecnológicos ni un combate simplista contra chivos expiatorios como el automóvil.
"El árbol, la vegetación y todo lo que constituye una naturaleza cultural que el hombre puede dominar merecen un lugar en las ciudades", al tiempo que se debe ir tendiendo a soluciones híbridas en materia de transporte.
"Hay que movilizarse ante la industria del automóvil para que los nuevos modelos de vehículos combinen los adelantos de la ciencia con ideas que ensucien menos el aire. La bicileta y el subterráneo están muy bien pero son insuficientes", señaló.
La recuperación de los centros históricos, no sólo en sus valores arquitectónicos sino como lugar de residencia, fue otra de las preocupaciones que dominó tanto en Valencia como en Montevideo.
"En la mayor parte de las ciudades, los centros se han ido vaciando, en beneficio de nuevos barrios fortificados que han aparecido por doquier y poblados por sectores ricos, mientras crecen las periferias urbanas de la mano de asentamientos irregulares que son verdaderos bolsones de pobreza de cada vez mayor tamaño", dijo en Montevideo el arquitecto Nelson Inda.
"Los centros de las ciudades, tanto en el primer mundo como en el tercero, juegan un papel fundamental de motor democrático, y es por ello que deben ser revitalizados", añadió el arquitecto uruguayo.
En la misma dirección, el cubano residente en París Ricardo Porro propuso en Valencia un "urbanismo de contacto urbano".
Autor de varios proyectos de revitalización de áreas suburbanas en Francia, Porro afirmó que las ciudades satélite que florecen actualmente en las periferias de los grandes centros urbanos carecen de estructura, de entramado social y son en sí mismas fuente de conflictos.
"Como profesor he tratado de formar generaciones de arquitectos que vuelvan a principios fundamentales del urbanismo, como la unidad vecinal, el barrio, la plaza", con un lugar central para el peatón, dijo el arquiecto cubano a medios de prensa latinoamericanos.
Porro constató que esos principios se están dejando de lado incluso en regiones donde prevalecían hasta hace muy poco, como América Latina, donde "la dualización social" acompañada de una "dualización urbanística" deterioró la estructura histórica de las ciudades sin remplazarla por propuestas positivas. (FIN/IPS/dg/ag/pr/98