Un concentrado de hojas verdes y frescas, tradicionalmente consumidas por los rumiantes, se viene usando con éxito contra la desnutricion de niños pobres de las áreas rurales del altiplano de Perú y Bolivia.
El "concentrado de hojas" es preparado en base a hojas frescas de alfalfa, vainitas, cebada, avena, lechuga, berro, pastos cultivados y cultivos nativos, como canihua y quinua, de gran consumo entre los pobladores de las alturas andinas.
"En realidad, en el concentrado de hojas se incluyen todas las plantas que comen los animales herbívoros", dice el ingeniero Arturo Vásquez, director ejecutivo del no gubernamental Centro Privado de Desarrollo de Comunidades Campesinas y del Poblador Urbano-marginal (Cedecum).
El Cedecum impulsa el uso de este alimento en el fronterizo departamento de Puno, en el sudeste de Perú.
Los análisis de laboratorio practicados al concentrado arrojan altas dosis de minerales, como calcio, fósforo, hierro y ácido fólico, y vitaminas A y E, esenciales para el organismo.
"El betacaroteno que contiene el concentrado previene la ceguera, minimiza las infecciones respiratorias y reduce la severidad de las diarreas", dice Vásquez.
"Es decir, estamos hablando de un alimento completo y de bajo costo que promueve el crecimiento y el aumento de peso, aumenta la hemoglobina y reduce la frecuencia de enfermedades", añade.
El alimento se populariza cada día más entre las poblaciones rurales de esta zona andina. Se estima que sólo en Ilave, una provincia rural de Puno, es consumido por más de 8.500 familias y en Ollantaytambo, en el Cusco, otras 25 comunidades campesinas también lo están incorporando a su dieta.
Para sacar adelante su proyecto, Vásquez tuvo que soportar las burlas y el desprecio de las autoridades de Puno, que creían que les estaba tomando el pelo al proponerles usar en los niños desnutridos las mismas hojas que sirven para alimentar a los animales.
El experto señala que los trabajos para encontrar suplementos alimenticios en los concentrados vegetales se iniciaron en Gran Bretaña en la década del 40. "De allí data, por ejemplo, la propaganda a favor del consumo de espinaca, impulsada incluso a traves de un dibujo animado muy popular en su epoca", dice.
Las investigaciones abrían extraordinarias perspectivas para resolver el problema del hambre en el mundo, pero entraban en contradicción con los intereses económicos de los países productores de carne, y por eso se paralizaron, indica.
Pero ahora, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y el Programa Mundial de Alimentos impulsan el uso de hojas verdes como parte de la estrategia por salvaguardar la seguridad alimentaria de las poblaciones marginales y de escasos recursos en varias partes del mundo.
En Africa, Asia y América Latina -Chiapas, en Mexico, León en Nicaragua, Oruro en Bolivia y Puno en Peru-, se desarrollan actualmente experiencias piloto con el uso de estos concentrados.
En Bolivia, el proyecto, impulsado en Oruro por una organización no gubernamental sueca, esta más desarrollado que en Perú, pues allí se fabrica el concentrado para ser consumido directamente y los productores cuentan con infraestructura y guarderías para los hijos de las campesinas que participan.
En Perú, ante la buena acogida en las comunidades campesinas, la filial de Puno del estatal Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (Pronaa), encargó a Cedecum la preparacion de 1.665 raciones diarias de galletas fortificadas con el concentrado, que se reparten en 13 colegios de la provincia de Azangaro.
"Fuimos rebasados por las expectativas", confiesa Vásquez. "Como en Puno solamente se producen hojas verdes tres meses al año, los propios campesinos nos pidieron una reunión para encontrar una solucion que hiciera permanente la produccion".
Así nació el proyecto de cultivos hidropónicos, gracias al cual hay una producción uniforme y constante todo el año. Pero entonces surgieron nuevos retos, para darle uso a las hojas excedentes.
Se creó una panadería, en una céntrica avenida de Puno, que vende panes y galletas en base a trigo, quinua y el concentrado, que han tenido gran aceptación, y también se estableció un laboratorio que está empezando a producir cápsulas del concentrado.
"Todavía no las hemos colocado en las farmacias y ya tenemos pedidos, porque la gente se pasa la voz. En una primera etapa las venderemos en la región y después trataremos de conquistar el mercado de Lima", señala Vasquez.
Una campesina de Ilave dice que les resulta fácil preparar el concentrado, porque ellas mismas se ocupan de todas las fases del proceso.
"No desperdiciamos nada. Los residuos de las hojas los damos a los animales, el jugo se hace hervir. El líquido café que arroja el jugo les sirve a nuestros esposos para fertilizar la tierra y el concentrado lo usamos nosotras para alimentar a los hijos en papilla", explica.
"Lo mejor de todo es su costo", comenta Angela Lavalle, nutricionista y experta en género del proyecto. "Una ración cuesta 0,01 centavos de dólar y están consumiendo un alimento completo, usando recursos que forman parte de su vida cotidiana". (FIN/IPS/zp/ag/dv-he/98