El presidente de facto de Nigeria, general Sani Abacha, murió hoy a los 54 años de un ataque cardíaco y dejó un vacío de poder en su país, donde reina la confusión política desde hace más de cinco años.
Los nigerianos se enteraron de la noticia a tempranas horas por medios internacionales, y sólo en la tarde la Agencia de Noticias de Nigeria comunicó brevemente que el jefe del personal de Defensa, general Abdusalam Abubakar, había informado que Abacha falleció.
Para ese entonces, Abacha ya había sido enterrado de acuerdo con la tradición islámica (antes del amanecer) en Kano, su ciudad natal en el norte del país.
Los miembros del Consejo Gobernante Provisional fueron convocados este lunes a Aso Rock, la sede del gobierno en Abuja. El área circundante a la casa de Abacha fue sellada.
Aunque se sabía que el líder nigeriano padecía esclerosis hepática y sus apariciones públicas eran infrecuentes, su muerte tomó por sorpresa a los nigerianos.
El pasado martes debía viajar a Lagos y no lo hizo, pero en la tarde del domingo mantuvo una reunión de tres horas con el líder palestino Yasser Arafat en el aeropuerto de la capital.
La mayoría de la población permanecía en calma mientras aguardaba el anuncio oficial de la muerte del dictador, que era el único candidato presidencial para las elecciones que se realizarían en octubre.
No hay un sucesor claro en el escenario político desde la detención del segundo hombre del gobierno, Oladipo Diya, junto con otros 11 oficiales por una supuesta conspiración golpista contra Abacha.
Se especula que Abubakar o el teniente general Jeremiah Useni, ministro del Territorio de la Capital Federal (Abuja) y número tres en el gobierno, podrían ser los sucesores.
La muerte de Abacha ocurrió cuando ya había consolidado su poder político en el país más poblado de Africa, con 109 millones de habitantes.
Aunque el líder había prometido el retorno a la democracia en octubre, los últimos acontecimientos políticos indicaban que no tenía intención de dejar el poder obtenido el 17 de noviembre de 1993.
Este año, los cinco partidos políticos reconocidos en Nigeria otorgaron su apoyo a Abacha, convirtiéndolo en el único candidato a la presidencia en el proceso de transición, aunque su gobierno tenía una mala imagen internacional debido a la violación de los derechos humanos y políticos.
El régimen de Abacha reprimió con dureza todo intento por volver a la democracia, como la prolongada huelga y las protestas realizadas en 1994 por trabajadores del petróleo y grupos prodemocráticos para obligar a los militares a reconocer el resultado de la elección presidencial del 12 de junio de 1993.
El régimen respondió con el encarcelamiento de sindicalistas y activistas políticos y con el reemplazo de los dirigentes de los principales sindicatos.
También en 1994, Moshood Abiola, considerado el ganador de los comicios del año anterior, fue detenido después de autodeclararse presidente en el primer aniversario de las elecciones y luego acusado de traición.
Al morir Abacha, Abiola aún se encontraba en prisión, junto a decenas de sindicalistas, periodistas y activistas políticos y por los derechos humanos.
La Comunidad Británica de Naciones suspendió a Nigeria tras la ejecución, en noviembre de 1995, de nueve activistas por los derechos de la minoría étnica ogoni, entre ellos el escritor Ken Saro-Wiwa, luego de un controvertido juicio ante un tribunal militar.
Las ejecuciones también condujeron a algunos gobiernos occidentales a imponer leves sanciones al régimen de Abacha.
Pero esos gobiernos no acataron pedidos de medidas más severas (en especial de embargo petrolero) solicitados por organizaciones internacionales de derechos humanos y grupos de presión, a pesar de que el régimen ordenó una andanada de detenciones en los últimos dos años. (FIN/IPS/tra-en/ro/pm/kb/ml-aq/ip/98