Los productos alimenticios europeos que contengan maíz o soja genéticamente modificados deben llevar etiquetado, aunque esa disposición de los ministros de Agricultura de la UE no acalla las protestas de los ambientalistas.
Los organismos transgénicos son aquellos cuyo código genético se ha alterado en laboratorio para introducirles genes de otros seres vivos o modificar los suyos y crear así vegetales, animales o microorganismos con nuevas propiedades.
El Parlamento Europeo dio luz verde en enero de 1997 a los alimentos genéticamente modificados, con la oposición de organizaciones ecologistas como Greenpeace, Grain y la Fundación Vida Silvestre.
Científicos y otras organizaciones no gubernamentales de todo el mundo también alertaron sobre los efectos en las personas de los cultivos transgénicos.
"Es una lástima que la biotecnología se use para algo que no da ningún beneficio para la salud pública o el medio ambiente", dijo en ese momento Pere Arús, jefe del Departamento de Genética Vegetal del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias de la región catalana, en España.
La Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental, que agupa a 170 asociaciones ecologistas de toda España, organizó asimismo una recogida de firmas para oponerse a la comercialización de los alimentos transgénicos.
Entre tanto, las asociaciones de consumidores, aunque no se pronunciaron a favor o en contra, exigieron que los productos transformados genéticamente llegaran a los consumidores debidamente etiquetados.
La UE (Unión Europea) hizo efectiva esa exigencia de etiquetación, que es preceptiva a partir del 1 de este mes. Pero las organizaciones ambientalistas continúan manifiestándose en contra de la alteración genética de alimentos.
La Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza (Aedenat), de España, indicó esta semana que, por primera vez en la historia, en esta campaña de siembra de maíz los agricultores pueden encontrarse en el mercado con las semillas etiquetadas, pero igual desconocerán la totalidad de sus efectos.
Se trata, dicen los ambientalistas, de variedades de maíz desarrolladas mediante manipulación genética por la transnacional Novartis, uno de los gigantes de la industria biotecnológica y primera industria mundial del sector agroquímico, la segunda en semillas y la tercera del sector farmaceútico.
La característica principal de las nuevas variedades puestas en el mercado es la producción de toxinas insecticidas para crear defensas en las plantas, señaló Aedenat.
Novartis incorporó al maíz información genética de bacterias del suelo (Bacillus thuringiensis, Bt), que producen una sustancia tóxica letal para muchas orugas y larvas de insectos.
Aedenat advirtió que no hay garantía del comportamiento de las plantas manipuladas, dado que pueden ser afectadas por cambios en las condiciones del entorno (olas de calor, sequía), respondiendo de forma completamente imprevisible.
Las nuevas variedades de maíz también pueden tener repercusiones ecológicas muy graves para el cultivo de grandes superficies, aseguró la organización.
En efecto, la acumulación en el medio de grandes cantidades de toxinas puede eliminar también insectos beneficiosos y a microorganismos del suelo, con impacto imprevisible a medio y largo plazo para los ecosistemas y para los propios agricultores, destacó Aedenat.
La Organización Mundial de la Salud celebró en 1993 un seminario de expertos para estudiar el problema de los genes marcadores de resistencia en los alimentos transgénicos.
Una de las conclusiones de ese encuentro fue que la presencia de marcadores en alimentos no constituye un problema de salud. También se observó que los últimos desarrollos de alimentos transgénicos tienden a eliminar los marcadores de resistencia en el organismo.
Aedenat insiste en que los cultivos transgénicos pueden provocar reacciones alérgicas, tanto en el consumidor como en el trabajador agrícola.
La organización se opone a la importación y al cultivo de estas variedades de maíz transgénico en España, y ha iniciado una campaña para alertar de los riesgos a los agricultores.
Al respecto, el próximo domingo se someterá a plebiscito en Suiza una propuesta para prohibir la producción, utilización y las patentes de cualquier organismo animal o vegetal sometido a manipulación genética.
Los impulsores de la propuesta, apoyados por el movimiento Verde y el Partido Socialista, también sostienen que las plantas modificadas genéticamente producen alergias. (FIN/IPS/nu/ff/he en/98