Las señales de alerta de los ensayos nucleares en el sur de Asia estaban a la vista desde la visita a la capital de India, a fines de abril, del general Fu Quanyou, comandante en jefe del ejército de China.
La primera visita oficial de un general chino a India después de la sangrienta guerra por la frontera chino-india de 1962 se presentaba formalmente como una excelente oportunidad de reparar relaciones. Pero el general Fu dejó India con poco más que recuerdos del Taj Mahal, el famoso mausoleo del siglo XVII.
Antes de la llegada de Fu, el ministro de Defensa indio, George Fernandes, acusó a China de construir un helipuerto en las pasturas de Sumdorung Chun, en el estado noreste de Arunachal Pradesh.
Al pisar suelo indio, Fu se encontró en medio de una publicitada huelga de hambre organizada por la numerosa comunidad tibetana en India, en demanda de un plebiscito auspiciado por la ONU para determinar los deseos del pueblo tibetano.
Nadie puede decir si ambos eventos fueron una coincidencia o no, pero Fernandes respaldó durante años la causa tibetana y la reforma civil en Birmania.
La delegación china, que incluyó al teniente general Liao Xilong, comandante de la región militar de Chengdu, que incluye el territorio de Tibet, protestó contra la actividad política tibetana en Nueva Delhi, la más fuerte permitida hasta ese momento por autoridades indias.
Cuando la policía local reprimió a los huelguistas y los condujo por la fuerza al hospital, un día después de la llegada de generales chinos, uno de los tibetanos, Thupden Ngodup, se prendió fuego, asegurando que los diarios y la televisión no perdieran de vista la huelga de hambre.
Si la detención de los huelguistas resultó una medida diplomática errada, algo más esperaba al general Fu. Fernandes planteó el delicado tema de la transferencia de China a Pakistán de tecnología misil y nuclear.
Aunque las campanas de alarma suenan entre los analistas de defensa indios desde que China vendió 5.000 anillos magnéticos a Pakistán en 1995 para ser utilizados en una planta de enriquecimiento de uranio en Kahuta, en las afueras de Islamabad, la cancillería india prefirió mejorar las relaciones con Beijing.
La cancillería india se indignó ante la condena pública de Fernandes contra la amenaza china a la seguridad de Nueva Delhi, pero el hecho es que la diplomacia india no pudo hacer nada por detener las violaciones de China de los regímenes de control nuclear y de misiles.
El gobierno del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, se apresuró a imponer sanciones contra India y Pakistán por sus pruebas nucleares recientes.
Pero Washington hizo muy poco contra China, a pesar de las condenas del secretario de Defensa William Perry y demandas de sanciones del presidente del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, Benjamin Gilman.
Todo lo que sucedió fue un retraso simbólico del monto de un mes de préstamos de 10.000 millones de dólares a China dispuesto por el entonces secretario de Estado Warren Christopher, antes de que intervinieran multinacionales estadounidenses con intereses en China.
Mientras, las críticas de Estados Unidos a las violaciones de derechos humanos en Tibet permanecieron mudas.
En ese escenario, analistas de defensa indios ven una agenda conjunta de Beijing y Washington para usar a Pakistán como una fuerza de contrapeso contra India, un país con el cual ninguna de las dos potencias tuvo buenas relaciones desde los días de la guerra fría.
El sentimiento de alegría en Nueva Delhi resultó comprensible cuando la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó contra un plan del presidente Clinton para transferir tecnología misilística y satelital a China durante su visita en junio.
Las aprehensiones de seguridad de India en relación a China fueron evidentes en una carta a Clinton del primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, en la que justificó las pruebas nucleares relizadas por Nueva Delhi el 11 y 13 de este mes.
"Tenemos un estado nuclear declarado en nuestras fronteras, un estado que cometió agresión armada contra India en 1962", dijo Vajpayee.
El opositor partido del Congreso tomó la posición de que el gobierno de Vajpayee había tirado 10 años de esfuerzos diplomáticos por la ventana.
Esos esfuerzos comenzaron después de la visita a Beijing de un primer ministro del Congreso, Rajiv Gandhi, en 1988, la primera de un jefe de gobierno indio desde la guerra de 1962, con el único resultado de un acuerdo para solucionar el tema de la frontera.
Pero India no logró la definición sobre su trazado. China aún reclama dos estados enteros del noreste de India, Sikkim y Arunachal Pradesh, y estableció el control de Askai Chin, en Cachemira, construyendo la autopista Karakorum a través del territorio.
Pero quienes respaldan y critican las pruebas nucleares indias parecen haber comprado la imagen del gobernante Partido Nacionalista Hindú (BJP, Bharatiya Janata) según la cual las pruebas tienen la meta de impresionar a Pakistán, de mayoría musulmana, y no a la China comunista.
Las celebraciones en las calles y las declaraciones intercambiadas por Islamabad y Nueva Delhi, y sobre todo los ensayos y contra-ensayos atómicos, dejaron, aparentemente, a China fuera del escenario.
Mientras, este lunes el portavoz de la cancillería india, K.C.Sing, dijo que Nueva Delhi planifica realizar nuevas pruebas, tras un llamado a los estados nucleares a iniciar negociaciones sobre un nuevo acuerdo nuclear. (FIN/IPS/tra-en/rdr/an/lp/ip/98