El fútbol es la continuación por otros medios de la guerra entre países y también una importante actividad económica, a juzgar por los últimos campeonatos mundiales y el que tiene lugar actualmente en Francia.
El patriotismo en extinción, herido por la globalización y los bloques económicos que empiezan incluso a eliminar monedas nacionales, renace en las competencias deportivas, especialmente en las futbolísticas.
Los nuevos héroes nacionales no son generales ni soldados capaces de morir por la patria, sino los Salas, Ronaldos y Zidanes que deciden las batallas en la cancha.
Hace cuatro décadas, el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues ya definía el seleccionado nacional como una "patria de chuteiras" (como se llama en Brasil al calzado propio para el fútbol).
Los directores técnicos, analistas e hinchas reconocen bien a los "jugadores de clubes", excelentes pero que no repiten en la selección su desempeño en torneos nacionales. Les falta ganas y el ánimo de combate que exige la defensa de la patria en los torneos, dicen.
El brasileño Giovani empieza a sufrir ese estigma. El director técnico Mario Lobo Zagallo y los comentaristas de la prensa calificaron de "apática" su actuación en el primer partido de la Copa de Francia, en que Brasil venció a Escocia por dos goles a uno.
Giovani puede repetir así el ostracismo a que fue relegado Raí, victorioso en el Sao Paulo, uno de los grandes clubes brasileños, y en el Paris Saint German, de Francia, pero marcado por el fracaso en la Copa Mundial de 1994, en Estados Unidos, en que Brasil triunfó pero sin brillo.
Las potencias del fútbol, tal como el poder económico y militar, se distribuyen de forma desequilibrada. Hay un G-6, grupo de los seis países que ya triunfaron en copas mundiales, concentrado exclusivamente en el latinoamericano Mercado Común del Sur y la Unión Europea.
El poder, en este caso, no coincide con el económico. Estados Unidos y Japón, las dos mayores potencias económicas, luchan por ingresar en ese club exclusivo, con detallados y ricos planes de desarrollo, pero reconocen que se trata de un objetivo a largo plazo, cosa para década y media.
Pero el fútbol se volvió una actividad de creciente importancia económica, lo que puede acelerar los cambios en su geopolítica. El año pasado generó negocios directos e indirectos por un total de 370 millones de dólares, estimó la revista estadounidense Forbes.
Los derechos de difusión televisiva suben de precio sin parar. Para transmitir las próximas tres copas, el grupo alemán Kirch aceptó pagar 2.200 millones de dólares a la Federación Internacional del Fútbol Asociado, divulgó la revista británica The Economist en una serie de artículos sobre negocios del deporte.
Las tres últimas copas mundiales, incluida la actual de Francia, vendieron sus derechos a la Unión de Emisoras Europeas por sólo 344 millones de dólares, comparó la revista.
El poder económico se impone con la profesionalización del fútbol, ofuscando las fronteras y el patriotismo deportivo. Los héroes nacionales dejan el país, atraídos por millonarios contratos en Europa, Japón y Estados Unidos.
El fútbol es la "venganza de los países pobres", el área en que pueden triunfar sobre los poderosos del Norte, según Tostao, héroe brasileño de la Copa Mundial de 1970 y actual comentarista de televisión.
Pero la guerra en los torneos no se extiende a los períodos normales, y tampoco se considera traición a la patria el hecho de servir a "enemigos". Hay varios brasileños que juegan por selecciones de otros países tras obtener otra nacionalidad, como en el caso de Oliveira, que juega por un equipo italiano.
Hay también tres directores técnicos brasileños que actúan en las selecciones de Arabia Saudita, Jamaica y Paraguay.
El fútbol de Estados Unidos debe mucho al brasileño considerado el mejor futbolista de la historia, Pelé, que dio fuerte impulso a ese deporte marginado en aquel país al jugar en él en la década del 70.
Un papel similar tuvo en Japón el actual coordinador técnico de la selección brasileña, Zico, quien fue invitado para un cargo de dirección futura en la selección nacional.
La globalización baraja las relaciones internacionales también en el mundo futbolístico, pero parece muy difícil que la pasión por ese deporte pierda el carácter nacionalista. (FIN/IPS/mo/ml/cr/98