La Iglesia Católica de Argentina sostuvo que el modelo económico es excluyente y volvió a vaticinar un aumento de la violencia, el delito y hasta el suicidio.
Días atrás, la Iglesia había formulado una severa advertencia sobre los riesgos de la pobreza y el desempleo.
El obispo Rodolfo Rey denunció que en Argentina "la pobreza crece" y sostuvo que "el plan económico" del gobierno "se preocupó por el aumento del producto interno bruto y se olvidó de los más pobres, los que no tienen trabajo y todos aquellos que quedan excluidos de la sociedad".
Por su parte, el obispo José Maria Arancedo dijo que "es una ofensa a la Humanidad acostumbrarse a vivir en un mundo globalizado con excluidos" y criticó la concentración de la riqueza, la injusta distribución del ingreso, el aumento de la desocupación y de la exclusión social.
El modelo de estabilidad que se aplicó en 1991 logró detener la inflación y aumentar el crecimiento, pero desde 1993 comenzó a aumentar la desocupación, que alcanzó a más de 18 por ciento, con las secuelas de marginalidad que el fenómeno conlleva.
Si bien en los últimos dos años el desempleo bajó, los expertos explican que los nuevos empleos son precarios y de salarios muy bajos que no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de una familia.
Al igual que lo hizo la Comisión de Pastoral Social del Episcopado, Rey alertó sobre situaciones de angustia que pueden llevar a escoger el camino de la violencia o el delito, y mencionó el caso de un hombre que le avisó que asaltaría una farmacia si no conseguía un medicamento para su hijo.
La Comisión eclesiástica integrada por obispos que estudian los asuntos sociales había manifestado el sábado su temor de que la desesperación de quien no tiene nada lo induzca a robar para comer, y reclamaron sobre la necesidad de "humanizar la economía".
"Si el único camino posible es el modelo económico vigente, nos vamos a morir todos", pronosticó dramático el obispo Justo Laguna en una de las más severas críticas de la Iglesia Católica al modelo que puso en marcha el presidente Carlos Menem.
Los obispos hicieron referencia a la miseria que afecta a unos nueve millones de los 36 millones de habitantes del país, y subrayaron las dificultades anímicas de vastos sectores de la clase media que se fueron empobreciendo en los últimos años y no se animan a pedir ayuda.
Es el caso de productores rurales pequeños y medianos, además de sectores urbanos, que no pueden afrontar deudas ni soportar la falta de ingresos para sostener a la familia y se dejan llevar por el consumo del alcohol, las drogas o, lo que es aun más dramático, deciden poner fin a sus vidas, sostuvo.
Rey, que preside la organización de caridad católica Caritas, sostuvo que los 600 comedores de esa entidad, sumados a varios miles de comedores que ofrece la Iglesia Católica a la población de menores recursos, ya no alcanzan para satisfacer la demanda.
Las distintas organizaciones de la Iglesia Católica se transformaron en los últimos años en los principales referentes de asistencia social para aquellos sectores de la población que quedaron al margen del sistema.
Según una encuesta difundida este mes, la Iglesia, después de los medios de comunicación, es una de las instituciones más confiables. El 54 por ciento de los consultados manifiesta tener una imagen positiva del clero frente a cuatro por ciento que opinó igual de los políticos, los legisladores y los jueces.
El senador Antonio Cafiero, del gubernamental Partido Justicialista, admitió que el modelo económico, que permitió un crecimiento del producto interno bruto de ocho por ciento en 1997, profundizó la brecha entre ricos y pobres y sostuvo que las redes de contención oficial "no alcanzan".
En cambio, el viceministro del Interior, Jorge Matzkin, consideró que el gobierno "está un paso más avanzado en la preocupación de los obispos", aunque luego relativizó sus dichos al afirmar que "la pobreza y la marginación existen desde que el mundo ha comenzado a existir". (FIN/IPS/mv/mj/ip cr/98