Dicen que con la crisis asiática todos tendrán que ajustarse el cinturón en Chile, pero el "apretón" del ajuste empieza a ser más intenso entre sectores pobres y medios en las áreas amenazadas por el "efecto dragón".
Zunilda López, de 25 años y madre soltera de una niña de siete y un varón de cuatro, habitante de la comuna rural de Requinoa, unos 110 kilómetros al sur de Santiago, no sabe si este año tendrá empleo como recolectora temporal de fruta.
Como ella, miles de "temporeras" que trabajan para los productores de frutas entre octubre y abril verán restringidas sus posibilidades de empleo por la menor demanda de Japón, Taiwán, Corea del Sur y otros países asiáticos.
"Ya nos están diciendo que no nos hagamos muchas ilusiones de trabajo para este año", dijo la mujer, que en cada temporada de recolección deja a sus hijos encargados a su madre para emplearse como cosechadora o empacadora de fresas, uvas y manzanas.
Los productores podrán resarcirse del menor volumen de ventas internacionales gracias a las expectativas ciertas de un incremento sostenido de la cotización del dólar, que les significará mayores ingresos por sus exportaciones.
Las medidas dispuestas por el gobierno y el Banco Central el día 25, con una mayor liberalización de los mercados financieros y cambiarios, podrían llevar a la divisa estadounidense a un precio entre 480 y 500 dólares hacia fines de este año.
El dólar, que en los primeros nueve meses de 1997 se transó en torno a los 430 pesos, trepó a 450 tras la irrupción de la crisis asiática en octubre, y el 26 de este mes alcanzó su marca máxima en el mercado libre con 470 pesos.
Los mayores retornos por exportaciones no lograrán neutralizar el impacto de la llamada "fiebre amarilla" en el empleo, ya que es un hecho la disminución de la actividad en sectores como la fruticultura y la minería, puntas de lanza del comercio exterior.
La caída de la cotización del cobre, cuyo precio está en torno a los 77 centavos de dólar la libra, tras un promedio de 103 centavos de dólar en 1997, afecta a los grandes yacimientos, pero más aún a los pequeños y medianos productores mineros.
Las predicciones más optimistas señalan que la desocupación, de 5,3 por ciento a fines de 1997, llegará este año a seis por ciento, en tanto los más pesimistas vislumbran un crecimiento sostenido del desempleo hasta nueve por ciento en el 2000.
Y es que los efectos de la crisis se dejarán sentir sin duda hasta el comienzo del nuevo milenio, lo cual imprime una vigencia de al menos dos años a las medidas de ajuste con que se buscará neutralizar su impacto en la economía chilena.
El verbo a conjugar hoy por hoy es ahorrar en vez de gastar, y para lograrlo se está castigando el consumo con altas tasas de interés en el sistema bancario y financiero, que a su vez deben alentar las colocaciones.
Estos mecanismos lograron reducir la tasa de crecimiento de los créditos de consumo de 30 por ciento en 1997 a 10 por ciento en este año, lo cual sin duda es un logro para la política del gobierno y del Banco Central de contraer el gasto.
Pero el encarecimiento del crédito se expande a todas las actividades y tiende a hacerlo inaccesible para los sectores bajos y medios, lo cual no sólo afecta al consumo, sino también a sectores de actividad productiva.
Verónica Miranda, secretaria y madres de tres hijos, adquirió una vivienda a mediados de 1997 con un crédito y contrató un empréstito adicional de corto plazo para hacer necesarias mejoras y ampliaciones.
A raíz de gastos imprevistos por la enfermedad de uno de sus hijos se vio imposibilitada de pagar el último mes la cuota del crédito, y el día 26 fue al banco para renegociar su deuda, contratada a una tasa de interés mensual de 1,2 por ciento.
Su desaliento fue grande al enterarse de que tenía que pagar ahora un interés de siete por ciento, con lo cual la tasa que había contratado originalmente se multiplicaba casi en seis veces.
Este caso refleja en pequeña escala las preocupaciones de la industria de la construcción, una de las más florecientes en Chile en esta década, gracias a sostenidas tasas de crecimiento de la economía.
Blas Bellolio, gerente general de la Cámara Chilena de la Construcción, dijo al diario La Epoca que el sector esperaba crecer 11 por ciento este año, pero debió rebajar esta expectativa a siete por ciento a raíz de la "fiebre amarilla".
"Los empresarios de la construcción evitarán embarcarse en inversiones, se iniciarán menos obras y, por lo tanto, la población que trabaja en este rubro tendrá mayores dificultades para encontrar empleo", advirtió Bellolio.
La posibilidad de que la menor actividad privada sea compensada con mayores inversiones públicas en obras de infraestructura es también ahora una apuesta incierta, porque el estado debe dar el ejemplo en materia de ahorro.
En busca de los equilibrios macroeconómicos, el gobierno del presidente Eduardo Frei anunció el día 25 recortes en el presupuesto de gastos de 200 millones de dólares, postergando, entre otras obras, la construcción de una gran autopista en Santiago. (FIN/IPS/ggr/ag/if/98