BRASIL: Lotería como modo de vida y modelo de sociedad

La legalización de los casinos en Brasil, a consideración actualmente del parlamento, provoca reacciones encontradas en una sociedad que, sin embargo, ya hizo del juego un modo de vida.

La Iglesia Católica, por razones morales y sociales, y las autoridades fiscales, por temor al lavado de dinero, condenan el proyecto, defendido por sus autores como forma de generar empleos y evitar la pérdida de divisas para centros extranjeros donde se juega libremente, como Paraguay o Las Vegas.

Pero el 57,3 por ciento de la población aprueba los casinos, según una encuesta realizada el mes pasado en Sao Paulo por uno de los grandes diarios locales, O Estado de Sao Paulo. Y 82,3 por ciento apuesta regularmente en las numerosas loterías y juegos existentes en el país, la mayoría ofrecida por el propio Estado.

La Caja Económica Federal (CEF), un banco estatal de fomento a la construcción de viviendas y saneamiento básico, es la principal organizadora de loterías. El año pasado obtuvo ingresos por unos 1.500 millones de dólares.

Según estimación de la CEF, el total recaudado en Brasil en 1997 a través de distintas formas de apuestas, incluyendo las ilegales, se ubicó en unos 4.350 millones de dólares, 0,54 por ciento del producto interno bruto del país.

A eso se agregan unos 250 millones de dólares obtenidos por las emisoras de televisión, que incluyeron entre sus negocios una especie de lotería electrónica, en la que se apuesta por llamadas telefónicas.

Globo, la mayor red televisiva del país y gran exportadora de telenovelas, está aprovechando el Campeonato Mundial de Fútbol de Francia para una campaña en que ofrece 500 automóviles y unos 85.000 dólares semanales en premios para los que se inscriban por teléfono. Cada llamada cuesta 3,4 dólares.

Como se reciben millones de llamadas, las ganancias son enormes con este astuto mecanismo que además permite mantener cautiva a la audiencia, con todos los apostadores ansiosos por ver su número de teléfono premiado con un automóvil cuyo modelo, no por casualidad, se denomina "Gol".

Son "graves síntomas de decadencia y enfermedad social", comentó el jurista Miguel Reale, ex rector de la Universidad de Sao Paulo, indignado por la utilización de un servicio que es concesión del Estado como la televisión, para promover masivamente el juego y el engaño.

"El juego es como las drogas, puede provocar dependencia" y como tal destruye personas y familias, señaló María Paula Magalhaes, coordinadora del Ambulatorio de Juegos Patológicos de Sao Paulo, que presta asistencia a jugadores compulsivos.

El ambulatorio forma parte del Programa de Orientación a Dependientes de la Escuela Paulista de Medicina y se dedica al tratamiento del consumo de tabaco, alcohol y drogas ilícitas.

Este año "se triplicó la demanda por tratamiento, en sólo dos meses aparecieron 20 personas" con problemas de juego, informó Magalhaes.

Muchos se enviciaron en bingos o máquinas traga monedas, legales desde hace pocos años y que proliferaron en el país. La sociedad estimula cada día más las apuestas en la suerte, "con juegos y sorteos por todas partes, en gasolineras, centros comerciales y la televisión", observó la psicóloga.

En Estados Unidos, los jugadores patológicos son entre 1,3 y tres por ciento de la población. En los estados donde el juego está legalizado, el porcentaje es más alto, "indicando que la disponibilidad del juego aumenta la incidencia de la enfermedad", advirtió.

La experta dijo no ser contraria a la legalización de los casinos, que "por lo menos estarían circunscritos en locales elegidos" y recordó que deben reglamentarse los juegos que se consideran inofensivos y se están extendiendo sin control.

Además, indicó que la legalización de los casinos tendrá que ser acompañada de presupuestos destinados a prevención, investigación y tratamiento de los afectados, y lamentó que en Brasil, por ejemplo, no haya estudios estadísticos del problema.

Su ambulatorio tiene cuatro años de actividad. Las personas que buscan tratamiento son en general trabajadores varones, de escolaridad secundaria o universitaria, cercanos a los 40 años. Para acudir deben vencer prejuicios, que les atribuyen debilidad de carácter y no que padecen una enfermedad, observó la experta.

En general, se trata de personas serias que jugaban sin grandes compromisos, "hasta que un día pasaron a apuestas más elevadas, se endeudaron y entraron en el círculo vicioso de jugar para pagar las deudas y hundirse cada vez más", afirmó.

Pero suele ocurrir también con jubilados, incluso mujeres, que empiezan por ocupar su tiempo libre en juegos inocentes, como el bingo, y terminan por generar dependencia. La depresión está presente con frecuencia y, como sucede con las drogas, aparecen el placer del desafío a la suerte y alteraciones fisiológicas. (FIN/IPS/mo/ag/cr/98

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