Los proyectos de desarrollo establecidos en la frontera de México con Estados Unidos por el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte no benefician a la población pobre que más los necesita.
Asentamientos irregulares conocidos como "colonias", habitados por trabajadores de maquilas, o plantas de ensamblaje de propiedad extranjera, abundan en la frontera y crecen a un ritmo de 10 por ciento anual, dijo George Kourous, del Centro Interhemisférico de Recursos, de Estados Unidos.
Cada vez más personas se trasladan a la zona en búsqueda de mejores salarios en las maquilas, que gozan de grandes beneficios impositivos, por lo cual la infraestructura y las municipalidades no dan abasto con la creciente demanda de servicios como agua potable y recolección de residuos.
Las maquilas son zonas de procesamiento de exportaciones bajo un sistema de subcontratación internacional, en que un país aporta capital y tecnología y otro mano de obra, materias primas y parte del capital.
"Los habitantes de las colonias reciben un salario mínimo en compañías como General Motors y AT&T", dijo José Magdaleno Rodríguez, director de la organización Comunidades Ecológicas de Matamoros.
"Los gobiernos no dan abasto con la creciente demanda de la población y recaudan poco por concepto de impuestos, o nada en absoluto, de las maquilas. Se suponía que las instituciones del TLC iban a resolver el problema, pero la situación no mejoró", sostuvo.
La ciudad de Matamoros, al este de la frontera, con unos 450.000 habitantes y más de 100 maquilas, es la tercera zona industrial en tamaño junto a Estados Unidos.
Situada en la desembocadura del río Grande en el Golfo de México, la ciudad es el único centro industrial de la frontera que ofrece servicios internacionales de transporte de carga por aire, tren, carretera y mar.
Debido a los bajos ingresos, miles de familias utilizan lo que tienen a mano para construir sus viviendas, pedazos de madera y cartón hallados en basureros, bloques y latas de café aplanadas, explicó Rodríguez.
Las calles son desiguales y no están pavimentadas, no hay tratamiento de aguas servidas ni sistema de alcantarillado, y el servicio de recolección de residuos es inexistente. La mayoría de las colonias no tienen escuelas, salvo las de los misioneros religiosos.
"Matamoros era una ciudad hermosa, pero eso cambió en los años 60 y 70, cuando se instaló la mayor parte de las fábricas", comentó Domingo González, investigador y activista del estadounidense Centro de Estudios Políticos de Texas.
En 1965, el gobierno mexicano lanzó un programa de industrialización de la frontera, que habilitó un trecho de 20 kilómetros en la frontera septentrional a las maquilas o maquiladoras, fábricas dirigidas a la exportación y con gran cantidad de mano de obra.
Las fábricas no están limitadas por las leyes impositivas o las que exigen una mayoría de propiedad mexicana.
Aunque el programa de industrialización se extendió a gran parte de México, la mayor parte de las maquiladoras aún se concentran en la frontera donde tienen rápido acceso al mercado y la infraestructura de Estados Unidos.
"Antes, cuando era pequeña, Matamoros no hubiera tenido tantos problemas por la basura y falta de infraestructura como tiene ahora. Pero como más gente fue a trabajar a las fábricas, sin ampliar la base impositiva para cubrir la creciente necesidad de servicios, la zona se comenzó a deteriorar", dijo Rodríguez.
"Las reservas naturales se utilizan como basureros porque no hay recolección de residuos. Lo que antes eran tierras agrícolas comunales ahora se convirtieron en colonias, algunas incluso contruidas sobre basureros", aseguró.
Aunque políticos estadounidenses prometieron que, bajo el TLC, en vigor desde el 1 de enero de 1994, se gastarían millones de dólares para resolver problemas ambientales en la frontera, poco se ha hecho hasta el momento, según grupos activistas.
Aunque se suponía que el TLC iba a reducir el número de fábricas contaminantes en la frontera al desviar la inversión, las maquiladoras se multiplicaron, sobre todo tras la devaluación del peso mexicano en 1994 y 1995.
El TLC creó la Comisión de Cooperación Ambiental de la Frontera y el Banco de Desarrollo de América del Norte para limpiar las vías de agua, el alcantarillado y los residuos sólidos de la zona.
El objetivo del banco era conceder préstamos o garantías de créditos para ayudar a la población de la frontera a financiar proyectos de infraestructura ambiental aprobados por la Comisión.
Uno de los primeros proyectos aprobados por el banco fue una planta de tratamiento de agua residual de un millón de dólares para el parque industrial FINSA, de Matamoros.
Aunque el préstamo proporcionará dinero a un proyecto necesario, organizaciones populares argumentan que los fondos públicos se deben dirigir a receptores más necesitados y no a corporaciones.
"Las compañías privadas, que reciben toda clase de excepciones impositivas y hacen dinero con la barata mano de obra mexicana, reciben fondos públicos para crear una instalación de tratamiento del agua residual que las propias compañías tendrían que haber construido hace años", sostuvo Rodríguez.
"El dinero debería dedicarse a los municipios necesitados de fondos. El punto es que los proyectos de la Comisión y el Banco de Desarrollo no están beneficiando a la población", afirmó.
Algunas colonias se están organizando con ayuda de sindicatos y organizaciones como Comunidades Ecológicas.
En la colonia El Campestre, de Matamoros, el sindicato de Jornaleros y Obreros de Industrias Maquiladoras adquirió tierras y vende terrenos con casas de madera, con electricidad y agua potable. Además, el sindicato construyó una escuela. (FIN/IPS/tra-en/dk/mk/aq-lp/en dv/98