Tres de los cuatro países del Mercado Común del Sur (Mercosur) podrían iniciar el siglo XXI con gobiernos de izquierda, por primera vez en la historia.
Ese sería el caso de Argentina, Brasil y Uruguay de ganar en las elecciones generales que se celebrarán entre este año y el próximo la Alianza opositora, la coalición encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT) y el Frente Amplio, respectivamente.
En el restante país, Paraguay, los sueños quedaron por el camino en abril tras el triunfo del conservador Raúl Cubas, candidato del gobernante Partido Colorado.
De acuerdo a encuestas recientes, la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, constituida por la Unión Cívica Radical (UCR) y el centroizquierdista Frente País Solidario (Frepaso), cuenta con fuertes posibilidades de alzarse con el triunfo en los comicios de 1999 en Argentina.
Esas dos formaciones políticas ya vencieron en las elecciones legislativas parciales de octubre de 1997, derrotando al Partido Justicialista (peronista) del presidente Carlos Menem.
En Brasil, la coalición que lidera el dirigente del PT, Luis Inacio Lula Da Silva, está situada prácticamente al mismo nivel en las intenciones de voto que el presidente Fernando Henrique Cardoso, quien pese a su pertenencia a la socialdemocracia está apoyado por un arco político que comprende partidos de derecha.
Una encuesta difundida a mediados de este mes por la empresa Datafolha, dependiente del diario Folha de Sao Paulo, atribuye a Lula y a su compañero de fórmula socialdemócrata Leonel Brizola 44 por ciento de los votos en la segunda vuelta de las elecciones en las que enfrentarán a Cardoso en octubre.
Ese sondeo ejemplifica el crecimiento que viene registrando la candidatura del ex líder sindical metalúgico desde comienzos de este año. En mayo, la misma firma encuestadora otorgaba a Cardoso una no muy holgada pero sí segura victoria en la ronda decisiva de los comicios presidenciales.
En Uruguay, todos los estudios de opinión coinciden en que el Frente Amplio, casi seguramente encabezado por el ex intendente de Montevideo, Tabaré Vázquez, será la fuerza más votada en la primera vuelta de las elecciones que se celebrarán en noviembre de 1999.
El sistema electoral utilizado para esos comicios será novedoso en el país, ya que por primera vez se empleará el mecanismo francés, en dos vueltas.
La izquierda se opuso a la adopción de ese dispositivo al estimar que obedeció al temor de la coalición conservadora gobernante ante el avance sistemático que viene registrando el Frente Amplio desde el retorno a la democracia, en 1984.
Algunos políticos derechistas admitieron esa afirmación, justificando la segunda vuelta por la necesidad de preservar la democracia del "totalitarismo izquierdista".
Si bien por el momento el panorama aparece relativamente auspicioso para los partidos de izquierda y centroizquierda de estos tres países del Mercosur, estas formaciones se encuentran lejos de ofrecer una identidad programática.
Dirigentes del Frepaso, el Frente Amplio y el PT celebran encuentros periódicos, en el marco de reuniones bilaterales o cuando participan en estructuras internacionales que los reúnen, pero carecen de un marco orgánico estable de coordinación, dijo a IPS una fuente del Frente Amplio.
"Ha habido una evolución similar, un cierto 'aggiornamento' común impuesto a todas las izquierdas del mundo por los cambios operados tras el derrumbe del campo socialista a fines de los años 80, pero en el plano regional nos faltan instrumentos en los que podamos colectivizar nuestra reflexiones", agregó.
Por otra parte, si bien se ha registrado un desplazamiento hacia el centro en las definiciones mayoritarias de la izquierda de la región, las tres alianzas "progresistas", sobre todo el Frente Amplio y el PT, más emparentados con la izquierda clásica, se hallan atravesados por fuertes contradicciones internas.
En la Alianza argentina, el Frepaso convive con la UCR, uno de los partidos tradicionales del país, con el cual los actuales dirigentes frepasistas mantuvieron fuertes enfrentamientos cuando el radical Raúl Alfonsín ejerció la Presidencia (1983-89).
Algunos críticos, inclusive de izquierda, dicen que sólo lo hace por razones electorales.
En Brasil, el propio PT, que experimentó un fuerte crecimiento de la mano de Lula desde 1989, cuando cosechó 31 millones de votos en elecciones generales en que fue derrotado por una coalición derechista encabezada por Fernando Collor, no es ideológicamente homogéneo.
Un ejemplo de las discrepancias internas en el principal partido de la izquierda brasileña se registró a mediados de este mes, cuando dirigentes intermedios dijeron que en caso de triunfar se reverían las privatizaciones de empresas públicas realizadas bajo la gestión de Cardoso, mientras otros lo negaron.
Para no ofrecer "flancos débiles" y contradicciones explotables por la derecha, Lula y Brizola acordaron no hablar del tema hasta después de pasadas las elecciones.
Lula dijo la semana pasada que pretende aplicar en Brasil un plan de empleo similar al que ha llevado a cabo en Estados Unidos el gobierno de Bill Clinton, duramente criticado por amplios sectores de la izquierda continental.
También el Frente Amplio uruguayo tiene disputas internas en cuanto a la política económica a aplicar de llegar a la Presidencia, que enfrentan a un minoritario sector "radical" a una mayoritaria pero disgregada ala "moderada".
Entre el Frepaso y el radicalismo argentinos, si bien ha habido acuerdos en cuanto a no cuestionar los aspectos positivos de la estabilidad económica lograda bajo el gobierno de Menem, como la aniquilación de la inflalción, y pretenden sólo corregir el actual modelo económico, hay distintas "sensibilidades".
Los dirigentes frepasistas, que provienen mayoritariamente del peronismo y en menor medida de pequeñas formaciones de izquierda, defienden la aplicación de políticas sociales "más audaces que los radicales", según dijo en 1997 el líder del Frente, Carlos "Chacho" Alvarez.
De todas maneras, tanto el Frente Amplio, como el PT y la Alianza argentina tienen ejes comunes de agitación que les han permitido captar amplios sectores de los electorados nacionales.
Entre ellos figuran la lucha contra el desempleo y la corrupción, la defensa de cierta intervención del Estado en la economía, un modelo de crecimiento económico que apoye a los sectores productivos nacionales y desaliente la especulación financiera, y la reforma de un nuevo sistema impositivo.
En el plano internacional, concuerdan en que la integración regional debe comprender una "pata" social, dejada de lado en las orientaciones que han presidido hasta ahora los acuerdos concluidos entre los gobiernos de los cuatro países del Mercosur. (FIN/IPS/dg/ag/ip/98