Decenas de aldeas de Senegal anunciaron que no practicarán más la mutilación genital femenina, en parte debido a un programa de educación de 18 meses financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Los habitantes de Ngerin Bambara, localidad unos 110 kilómetros al sur de Dakar, tomaron la repentina decisión a fines del año pasado. En febrero, una docena de poblados del grupo étnico bambara siguieron su ejemplo mediante una declaración pública en la aldea de Diabougou.
La declaración de Diabougou se convirtió en un acontecimiento para los medios de comunicación, con repercusiones en la política del gobierno y en otras localidades del país. El 1 de este mes, 15 aldeas de la región austral de Kolda también anunciaron que abandonarían la práctica.
Entre 100 y 130 millones de niñas y mujeres africanas fueron sometidas a la mutilación genital y 6.000 más se someten a ella todos los días, estimó Unicef.
Con frecuencia, habitantes de sitios que practican la mutilación se pronuncian contra la práctica, pero esta quizá sea la primera vez que las aldeas actúan en forma colectiva.
La decisión de los aldeanos sorprendió a los activistas que no habían tenido éxito en sus campañas contra la práctica porque los bambara, junto a otras minorías étnicas de Senegal, defienden la mutilación genital femenina como un rito de pasaje esencial de sus sociedades.
Una explicación del cambio es que, en estos sitios, las mujeres participaron de un programa de educación de 18 meses sobre el tema. La iniciativa fue instrumentada por la organización no gubernamental Tostan y financiada por Unicef, y contó con la asistencia de periodistas.
Oureye Sall nació en una casta en que las mujeres tradicionalmente realizaban la mutilación genital femenina, pero cuando su propia hija casi muere por una hemorragia tras la operación hace 30 años, la mujer rompió con la tradición y abandonó su única fuente de ingresos.
Sall, directora de un grupo de mujeres en Ngerin Bambara, relató la manera en que el programa modificó su vida. "Tostan nos enseñó que está bien decir lo que uno piensa".
Otras mujeres manifestaron que ahora tienen un nuevo papel en sus comunidades y adquirieron la noción de cómo llevar a cabo el cambio.
Para Sall, el programa le permitió hablar en público por primera vez sobre lo que le ocurrió a su hija. "Pude decir que nuestras tradiciones necesitan cambiar".
Las mujeres también aprendieron principios de democracia y derechos humanos, lectura y escritura básicas, higiene y salud. Pero la parte central del programa se refiere a la solución de problemas, la consolidación de la confianza y la autoconciencia.
Para la directora de Tostan, la estadounidense Molly Melching, residente en Senegal desde hace 23 años, el programa es más un grupo de encuentro que una forma de educación convencional. "Es un espacio de enseñanza donde las mujeres pueden pensar y hablar en libertad", dijo.
Es importante no juzgar la respuesta de la gente, aun con respecto a esta práctica, sostuvo Melching. "No la llamamos 'mutilación genital femenina' sino 'corte genital femenino' ", explicó.
Con frecuencia, los activistas contra la mutilación expresan nociones que socavan su credibilidad, objetó. "Suponen que los hombres obligan a las mujeres a hacerlo o que se debe a la religión islámica".
"Lo peor es cuando les dicen a las mujeres operadas que es una lástima que no puedan tener placer. Muchas de las mujeres insisten en que disfrutan del sexo", añadió Melching.
En Tostan "sólo explicamos lo que sabemos sobre el riesgo que la práctica implica para la salud, y creamos un foro para hablar sobre ello", indicó.
Tanto hombres como mujeres participan en el programa. "Es difícil reconocer que algo que tú y tus ancestros consideraban correcto durante toda la vida, en realidad era un error", dijo un anciano presente en una de las reuniones.
"Nuestros ancestros sabían por qué y cómo realizar el ritual, pero ahora debemos reconocer que hemos olvidado sus secretos y ya no es posible hacer lo que ellos hacían", declaró el líder islámico de Ngerin Bammbara, Amadou Lamine Diang.
Diang también explicó que, aunque el Islam no prohíbe la mutilación genital femenina, tampoco la exige. La decisión, indicó, depende de la aldea.
El programa de Tostan permitió a los aldeanos decidir por su cuenta sobre el asunto, dijo Melching. Si la iniciativa "pudiera multiplicarse en toda Africa, la práctica quedaría abolida", sostuvo.
Pero el programa no fue la única razón que generó la decisión de los aldeanos. La cultura de los bambara, minoría en la región de Thies, se ha ido asimilando a la de la mayoría wolof, que no practica la mutilación genital femenina, explicó el sociólogo Abdou Salim Fall.
"Es claro que la MGF ya no es una parte central de la identidad cultural" de los bambara, señaló.
El programa y la decisión de los aldeanos tuvo consecuencias en el gobierno. El presidente Abdou Diouf señaló que la declaración de Diabougou reveló el sentir popular contra la mutilación genital femenina y anunció una ley para penalizar la práctica.
Tanto los padres de la niña como los responsables de llevar a cabo la operación podrían pasar cinco años en la cárcel.
Pero Melching advierte contra la penalización de la mutilación femenina. "La operación se podría tornar clandestina", advirtió. En Burkina Faso, Camerún y Costa de Marfil, la práctica continúa a pesar de que es ilegal hace años. (FIN/IPS/tra-en/dh/kb/aq-ml/hd-pr/98