El final de la guerra civil de Liberia permitirá el retorno de unos 700.000 refugiados que escaparon hacia otras naciones de Africa occidental, pero muchos de ellos no tienen ningún apuro por volver a su país.
Mujeres refugiadas en Ghana confesaron que tienen miedo de regresar después de tantos sufrimientos durante los siete años de conflicto, mientras otras aseguran que temen represalias políticas y por lo tanto preferirían irse a un tercer país.
"Mi esposo era funcionario del gobierno y fue asesinado… no tengo intenciones de regresar a Liberia para arriesgar mi vida y la de mis hijos", advirtió Victoria Nimely Nah, de 42 años, quien huyó a Ghana con sus seis hijos en 1990.
Desde ese año, cuando el presidente de facto liberiano Samuel Doe fue asesinado por fuerzas rebeldes, Nimely Nah y su familia viven en el campamento de refugiados de Buduburam, a 35 kilómetros de Accra.
La mayor parte de los refugiados que llegaron desde Liberia fueron enviados a ese campamento, y ahora que terminó la guerra en su país enfrentan una decisión del gobierno de Ghana que anunció el cese de la ayuda y el cierre de esas instalaciones para diciembre de este año.
A través de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Nimely Nah se postuló para ser reubicada en Canadá mediante el programa "Mujeres en Riesgo", diseñado para proteger a mujeres que han sufrido torturas y otras formas de violencia en conflictos civiles.
Sin embargo, su solicitud fue rechazada en 1996 con el argumento de que ella había conseguido refugio en Ghana. Ahora que debe irse del campo de Buduburam, tiene pensado apelar esa decisión.
Otra mujer que no está dispuesta a regresar a Liberia es Grace Henry, quien se desempeñó como subteniente en el ejército gubernamental de las Fuerzas Armadas de Liberia, cuyos enemigos del Frente Patriótico Nacional de Liberia están ahora en el poder.
"Como oficial de las Fuerzas Armadas luché en contra del Frente durante la guerra y ahora mi vida corre peligro", dijo Henry a IPS. Y aseguró que se iría a cualquier lugar del mundo, excepto a Liberia.
Henry, una técnica en radio, descarta la posibilidad de quedarse en Ghana. "Soy una profesional y aquí no tengo oportunidades de empleo", explicó.
Su vida en el campamento es muy diferente a la que tenía en Liberia. Su choza tiene por techo un plástico azul con las siglas de ACNUR que deja ver las estrellas por la noche y de la misma forma permite el paso de las lluvias, que la empapan a ella y a sus cinco hijos.
La vida en Buduburam le dejó un legado, pues Henry sufre de un mal que le causa entumecimiento de todo el cuerpo. La oficina de ACNUR rehusó pagar su tratamiento arguyendo que es demasiado costoso. El medicamento recetado cuesta 73 dólares cada 28 tabletas.
Después de reiteradas visitas a un hospital de Accra donde le entregaban el medicamento, le advirtieron que debía "aprender a vivir con la enfermedad si es que no podía pagar los remedios", así que ahora ya no toma las tabletas.
Henry también aspira a irse a Canadá. Pero hasta el momento sólo dos mujeres liberianas obtuvieron la aprobación del programa "Mujeres en Riesgo" para ir a establecerse en ese país.
Un representante de ACNUR dijo que muchas solicitudes fueron rechazadas pues se consideró que la mayoría de las mujeres "utilizan la guerra como argumento para inventar historias que luego no pueden justificar cuando llega el momento de las entrevistas".
ACNUR puso en práctica un programa voluntario de repatriación a Liberia. El 5 de junio, 318 personas regresaron a ese país desde el campamento de Buduburam.
Pero la tarea por delante es grande, pues se estima que unas 700.000 personas, equivalente a la cuarta parte de la población de Liberia, se refugiaron en otras naciones de Africa occidental para escapar a la guerra que afectó a ese país entre 1989 y 1996. (FIN/IPS/tra-en/jc/kb/lc-ml/pr/98