Los hospitales de Estados Unidos se transformaron en una fuente de emisiones tóxicas que amenazan la salud humana, de acuerdo con un estudio realizado por una coalición de profesionales médicos y ambientalistas.
El estudio difundido en Washington se refiere al manejo de los desperdicios en 50 hospitales importantes de todo el país, y descubrió que la mayoría son fuente de dioxinas y mercurio, dos peligrosos contaminantes químicos.
"La industria de la salud nos provoca enfermedades", alertó la coordinadora de la coalición Salud sin Daño, la enfermera Charlotte Brody. El origen del problema, añadió, está en las tecnologías para eliminar la basura y en el uso de materiales potencialmente peligrosos.
La coalición indicó que sus conclusiones están sustentadas por investigaciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos, según las cuales la incineración de desperdicios en los hospitales es una de las mayores fuentes de dioxinas y la cuarta más importante de mercurio.
"Queremos que los hospitales nos mantengan sanos, no que aumenten el riesgo de cáncer y otras enfermedades", dijo Ken Cook, presidente del Grupo de Trabajo Ambiental, una organización sin fines de lucro que forma parte de la coalición.
Tanto las dioxinas como el mercurio llegan hasta los humanos a través del consumo de alimentos, informó Michael McCally, profesor de medicina comunitaria de la Facultad de Medicina Mount Sinaí de Nueva York, quien afirmó que "todos estamos expuestos a las toxinas a través de las comidas".
Las dioxinas se producen con la quema de productos con cloro, como blanqueadores y sacos de PVC (polivinilcloruro).
Sus partículas se liberan en el aire y finalmente llegan hasta el suelo. Luego son ingeridas por animales, que las acumulan en la grasa, y de allí pasan a los humanos, al final de la cadena alimenticia.
Las partículas pueden recorrer grandes distancias antes de caer a tierra. Por eso se ha detectado su presencia en zonas aparentemente libres de este tipo de contaminación, incluso en rincones remotos del Artico.
Un estudio difundido este mes por la organización Consumer Reports asegura que la presencia de dioxinas en la comida para bebés es 100 veces mayor al límite recomendado por el gobierno para esta sustancia cancerígena.
Los niños y los embriones son muy vulnerables a las dioxinas, que tienen efectos negativos sobre el desarrollo humano y el sistema endócrino.
En 1994, la EPA advirtió que esta toxina es cancerígena y puede provocar otros trastornos, como defectos congénitos y complicaciones en los sistemas reproductivo e inmunitario.
Representantes de 100 países se reunirán a fines de junio en Canadá para negociar un tratado que permita eliminar 12 peligrosos contaminantes, uno de los cuales son las dioxinas.
El mercurio, emitido por los hospitales que lo usan en termómetros y otros equipos, es una sustancia tóxica para los sistemas nervioso y reproductivo. La industria de la salud es responsable de 10 por ciento de la contaminación de mercurio en Estados Unidos, sostiene el informe de la coalición.
Un estudio de la EPA difundido en 1997 indicó que en Estados Unidos 1,6 millones de mujeres embarazadas o en edad reproductiva resultan expuestas a niveles peligrosos de mercurio, considerando sólo una fuente de contaminación que es el pescado, incluido el atún enlatado.
Ochenta por ciento de los 50 hospitales estudiados aseguraron que tienen planes para reducir el uso de mercurio, pero la coalición los consideró poco efectivos. "37 por ciento aún sigue comprando termómetros y aparatos para medir la presión con mercurio", destacó el informe.
Además, sólo 20 por ciento admitió tener programas para reducir el uso del PVC que produce las toxinas. Pero el informe de la coalición advirtió que "apenas seis por ciento de los hospitales estudiados usa sacos de plástico libres de PVC".
Los hospitales queman más desechos de los necesarios, añadió el informe, según el cual estas instituciones deberían eliminar 40 por ciento de esa basura a través de métodos más seguros, con microondas u otras tecnologías de última generación.
Hospitales muy conocidos como el John Hopkins de Baltimore queman toda su basura, desde periódicos reciclables hasta desechos peligrosos como termómetros. El incinerador está ubicado en una zona habitada por negros pobres, que presentan escasa oposición política a la práctica de esta institución.
El informe urgió a los hospitales a desarrollar programas para separar la basura que contiene dioxinas y mercurio antes de incinerarla. También recomendó prácticas de reciclaje para evitar la quema de grandes volúmenes de desechos.
"Nosotros ahorramos 600.000 dólares al año como resultado del programa de eliminación de desechos", reveló el administrador del Centro Médico Beth Israel de Nueva York, Kim Koltow, al referirse a la estrategia de clasificar la basura y tratar separadamente la más peligrosa.
Brody reconoce la necesidad de un cambio de mentalidad. "Cuando yo era enfermera también creía que la forma más efectiva de proteger a las personas de los desechos contaminantes era la incineración", relató la coordinadora de la coalición.
McCally destacó que los administradores de hospitales en Estados Unidos son cada vez más conscientes sobre los peligros de la incineración, pero advirtió que no ocurre lo mismo en los países en desarrollo, donde esta práctica con frecuencia es estimulada. (FIN/IPS/tra-en/dk/lc-ml/he-en/98