El presidente Fernando Henrique Cardoso inauguró esta semana la central hidroeléctrica Serra da Mesa, en el centro de Brasil, que agravó la amenaza de extinción de un grupo indígena, en un ejemplo del conflicto entre las necesidades energéicas y el ambiente.
Los avá-canoeros, cuya población conocida se ha reducido a una familia de seis personas, sufrieron la inundación de diez por ciento de su territorio de 30.000 hectáreas por la represa, que comenzó a construirse a fines de 1996.
Pero "hay indicios de otro grupo aislado de estos indígenas en la región, como huellas de aldeas", observó Roberto Liebgott, secretario adjunto del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), órgano de la iglesia católica dedicado a las poblaciones autóctonas.
La represa, ubicada en la localidad de Minazú, provocó varios problemas ambientales, como la proliferación de mosquitos que diseminan malaria y de murciélagos, "el problema más grave" porque transmite la rabia, que ya mató miles de vacunos y a algunas personas, denunció Liebgott.
Además, se inundó tierras y residencias de campesinos que hasta ahora no recibieron indemnización, añadió.
Liebgott reclamó a las autoridades medidas para eliminar los efectos ambientales negativos y proteger el territorio indígena, y evitar las invasiones ocurridas en el pasado.
La región, a 200 kilómetros de Brasilia, cuenta con muchas cuevas cuya inundación expulsó los murciélagos y provocó enormes hoyos, señaló el dirigente del CIMI.
Tales problemas podrían agravarse, porque otra central hidroeléctrica será construída cerca, en el mismo río Tocantins. El presidente Cardoso firmó también el viernes el decreto para la concesión de la central Cana Brava a una empresa privada.
El consumo de electricidad en Brasil crece más que la economía. En los últimos años aumentó cerca de siete por ciento en promedio anual, más del doble que el producto nacional bruto.
Como se efectuaron escasas inversiones en el sector en los últimos 15 años a causa de la crisis económica provocada por la deuda externa y la elevada inflación, el país vive hoy la perspectiva de déficit energético.
Ya ocurrieron apagones hace algunos meses en el sudeste, la región más desarrollada y poblada del país. La Eletrobrás, empresa estatal que coordina todo el sector eléctrico, estima que el riesgo de interrupción del suministro, actualmente en cinco por ciento, puede elevarse a 16 por ciento el próximo año.
Brasil necesita incrementar la capacidad de generación 3.600 megavatios cada año para acompañar el crecimiento del consumo, según Benedito Carraro, director de Planificación de Eletrobrás.
La privatización de la generación y distribución eléctrica aparece como alternativa para elevar las inversiones y concluir numerosas centrales hidroeléctricas cuya construcción se interrumpió.
El gas natural, que será importado de Bolivia y Argentina a través de gasoductos, surgió como otra fuente de energía, con las ventajas de evitar los impactos ambientales de las hidroeléctricas.
Además, el gas abre otra posibilidad para el abastecimiento de áreas de gran consumo, como en centro-sur del país, donde se agotaron las potencialidades de los rios.
Por eso se multiplicaron los proyectos para construcción de centrales a gas. Solo la Eletrobrás y la estatal petrolera Petrobrás participan en 19, mientras el sector privado se dispone a poner en marcha una cantidad similar.
"No habrá gas para tantas termoeléctricas", advirtió Carraro en entrevista al diario Gazeta Mercantil. La producción nacional es de 30 millones de metros cúbicos diarios y las importaciones desde Bolivia y Argentina podrá superar ese volumen, pero a largo plazo. (FIN/IPS/mo/mj/en/98