Títeres herederos del viejo arte del guiñol incursionaron con éxito en la campaña electoral de Venezuela, contribuyendo a que el humor disolviera el dramatismo que se ha dado al proceso como duelo entre democracia y dictadura.
Durante 10 minutos de lunes a viernes, en el Canal 2 -de alcance nacional- e inmediatamente antes de la telenovela estelar, la pantalla chica es tomada por muñecos que remedan a los protagonistas políticos del momento, los candidatos presidenciales en primer lugar.
"Debo verme tan seria como la situación del país" dice Irene Sáez, la reina de belleza de larga cabellera rubia que, luego de cinco años como alcaldesa de un municipio caraqueño, decidió aspirar a la presidencia y ahora recoge su cabello en un moño.
"Doctor, vengo a que me ayude con las diferencias en mi equipo", pide al siquiatra Hugo Chávez, el ex coronel golpista que, encumbrado en las encuestas, carga con el contradictorio discurso de los izquierdistas y derechistas que le apoyan.
El programa es "Muñecotes", aplicación en Venezuela de exitosas experiencias en otros países en los que el humor político o la radiografía cómica de la sociedad se ha confiado a títeres que compiten con actores de carne y hueso.
"En nuestro caso, se trata ni más ni menos que de hacer un programa de humor en un año electoral", resumió a IPS el libretista César Rondón. La oportunidad fue servida por una campaña que reúne a candidatos presidenciales de una vistosidad inigualada en el último cuarto de siglo en Venezuela.
Además de Sáez, Miss Universo 1981, y Chávez, ex comandante de paracaidistas, están Henrique Salas, un empresario que se publicita montando a caballo con sus seguidores, y el ex alcalde socialdemócrata de Caracas, Claudio Fermín, sociólogo de verbo contemporizador y cultivado.
Completan el cuadro Luis Alfaro, con 76 años el más viejo de los aspirantes, jefe del principal de los partidos tradicionales, Acción Democrática (AD), y el locuaz economista Miguel Rodríguez, del grupo Apertura, creado por el ex presidente Carlos Andrés Pérez tras su expulsión de AD en 1996.
Representados por muñecos, Pérez, quien lanzó un plan de ajustes que lo hizo impopular en 1989, recibe de Teodoro Petkoff – socialista que devino ministro ejecutor del ajustes del presidente Rafael Caldera en 1996- la confesión de que añora ese programa.
Otro ex presidente, Luis Herrera (1979-1984), del partido socialcristiano Copei que apoya a Sáez, aparece siempre aconsejando a la candidata. Se explota así el estereotipo de que con el gobierno herrerista comenzó el persistente retroceso de la economía.
Las críticas comunes son la inspiración de los libretos. Fermín siempre parece debatirse en la duda (demoró hasta 1997 para concretar su acariciada separación de AD) y en Petkoff nunca faltan su cabello rebelde y sus expresiones de mal carácter.
Los parlamentos son breves, simples, directos. "Buscamos una media", dice Rondón, y "una vez que los personajes están todos identificados (por el público) nos adentramos en los flancos de humor que produce el día a día de la política".
Un "problema" es que varios actores políticos -partidos e individuos- han cambiado de parecer desde que apareció el programa, a fines de abril, con más rapidez que los diez días a veces consumidos en la producción para que un texto concebido por el libretista llegue a los telespectadores.
Los réditos han llegado en pocas semanas. "Muñecotes" ya es el programa más visto del Canal 2. La televisora es segunda en sintonía global respecto del Canal 4 (Venevisión, del Grupo Cisneros-Galaxy), que al perder la delantera decidió abstenerse por ahora de lanzar unos títeres rivales.
La campaña también ha hecho que los programas de humor con actores de carne y hueso cobren más relieve, y los de entrevistas y debates políticos no sólo han recuperado audiencia, sino que han dado lugar a espacios nuevos, como "La silla (presidencial) caliente" e incluso uno llamado "¡Viva la política!".
Los "muñecotes" abonan ese terreno con la experiencia de sus similares de Colombia ("Los reencauchados") y México ("Hechos de peluche"), a su vez herederos de títeres de Portugal, Alemania y, sobre todo, de Televisión Española y el Canal Plus de Francia.
Precursor de esta versión televisiva del nunca sepultado teatro de guiñol, en la Europa de hace siglos, fue el programa "Spitting Image" en la Gran Bretaña gobernada por la ex primera ministra conservadora Margaret Thatcher, durante una larga década blanco de la sátira de los nuevos títeres.
Los "muñecotes" venezolanos, a un costo de 10.000 dólares cada uno, son fabricados en Colombia por los mismos artesanos que produjeron los "reencauchados", quienes los confeccionan sobre modelos de arcilla con fibra de vidrio, látex y otros químicos.
A cargo de su manejo están los más diestros titiriteros del país, los integrantes del Teatro Tilingo, contratados por Marte- TV, una firma que ha remontado la difícil cuesta de la producción independiente de televisión en Venezuela.
El flanco empresarial del proyecto es un producto de la integración subregional andina, pues corre por cuenta de una empresa colombo-venezolana, la comercializadora de televisión Tepuy Internacional.
En el frente político y social, el aporte de los "muñecotes" es generar sonrisas en un clima electoral crispado, en primer lugar, porque los cuatro candidatos presidenciales hasta ahora al frente de las encuenstas surgieron como independientes y dentro de la "matriz de opinión" que rechaza a los partidos.
Y, en segundo lugar, porque mientras Chávez insinúa que llamará a la insurrección si se desconoce una eventual victoria suya, sus rivales piden a los venezolanos que en diciembre escojan entre cambio pacífico o violento, o entre democracia y dictadura. (FIN/IPS/jz/mj/ip cr/98