En la televisión de Argentina se repite una escena: una montaña de papeles con números de teléfono de la que se escoge uno, que será favorecido con un premio millonario. Los demás no sólo no saldrán de la miseria sino que habrán sumado un nuevo problema.
Cuando llegue la factura de teléfono, los participantes de los concursos, en su doble calidad de espectadores y abonados, deberán pagar un costo tan elevado por su compulsión al juego que ya las compañías registran 30 por ciento más de morosos y crecieron las denuncias en organismos de consumidores.
Entre tanto concurso, ya nadie repara en la calidad de la programación y ni siquiera se detiene a pensar si efectivamente el programa lo entretiene. De lo que se trata es de apostar -a veces entre opciones de respuesta tan obvias que parecen subestimar al público- y esperar la suerte.
Antes, para divertirse de esa forma había que ser mayor de edad e ir al casino o a un local de juego. Pero ahora, un niño capaz de encender el televisor y discar un número de teléfono puede entrar en el juego de las apuestas. El aviso del costo de la llamada, en letra muy pequeña, seguro pasará inadvertida.
El negocio del juego en televisión, que comenzó como un señuelo para atraer a la audiencia, se transformó en los últimos meses en una caja registradora que recauda cifras millonarias para esos programas, sus conductores y las empresas de telecomunicaciones, a expensas de los espectadores.
Con la privatización de la empresa de teléfonos, en pocos años los usuarios ganaron un servicio más eficiente. Luego llegaron los celulares, los radiomensajes y los gastos en comunicaciones comenzaron a crecer.
En los últimos tiempo irrumpieron los servicios de audiotexto que amenazan con llevar a la bancarrota a muchas familias que, por razones de presupuesto, limitaron su tiempo de esparcimiento a ver televisión.
Al principio, los usuarios llamaban a un número que comenzaba con la característica 0-600 y, a un costo de 60 centavos de dólar, podían conocer el pronóstico del tiempo, recibir un saludo navideño de Santa Claus, escuchar un monólogo erótico o consultar su horóscopo.
Pero desde 1997, las empresas de audiotexto diseñaron un programa específico para llamadas masivas a programas de televisión a un precio muy superior: 3,6 dólares. Aún cuando el participante no diga una palabra, sólo por la comunicación registrada ya se le factura ese monto en su factura de teléfono.
Los servicios de audiotexto recaudan ahora unos 43 millones de dólares mensuales y los dos más importantes aseguran que reciben alrededor de 600.000 llamadas por hora los domingos, el día de mayor competencia por las apuestas.
Con este sistema, que hasta ahora había logrado escapar a todo control, al menos dos decenas de programas de aire consiguieron un raiting extra que podría menguar cuando se reglamente el decreto gubernamental que este mes ordenó repartir más equitativamente los beneficios.
El decreto presidencial ordena que se ceda al ganador del concurso al menos 35 por ciento de lo recaudado y, sobre ese monto, que se carguen impuestos. Asimismo, propone que se destine un porcentaje a la ayuda social.
El programa de la presentadora Susana Giménez -"Hola Susana"- , que se ve en toda América Latina a través del cable, fue pionero en este tipo de concursos. En el último trimestre de 1997 recaudó 21 millones de dólares por el juego "Su llamado".
Pero lo más cuestionable del juego fue la vía utilizada entonces para la recaudación. Los concesionarios del servicio de audiotexto no apelaron a las líneas 0-609 -que fueron establecidas este año- sino las que comienzan con 0-939, destinadas a colectas de solidaridad.
Por este motivo, los recaudadores cedieron un porcentaje del dinero a un hogar de niños de la calle dirigido por un sacerdote que denunció que recibe sólo 20.000 dólares por mes porque, según alegaron sus benefactores, el público no paga las facturas telefónicas en tiempo y forma, y las empresas no pueden cobrar.
Los protagonistas del negocio aseguran que del total recaudado, 10 por ciento va a las empresas telefónicas, entre cinco y 15 por ciento a las de audiotexto y 66 por ciento a los programas. Pero entre lo que recauda la producción del programa y lo que llega al ganador hay un abismo.
En algunos países europeos y en Estados Unidos también existen las líneas de audiotexto en los programas de televisión, pero los costos no sólo son más bajos sino que recaen sobre la producción del programa, que busca atraer a la audiencia, o se comparten entre el convocante y el que acepta el convite.
Aquí paga todo el que llama y eso es mucho dinero: casi cuatro dólares con pocas posibilidades de participar en los juegos. La llamada, que se registra en un papel, ingresa a una montaña por la que caminan con dificultad los asistentes a los programas hasta que se toma uno al azar. Y ese puede cambiar su vida.
La tentación del cambio de estatus puede ser muy fuerte, pero en los últimos días un crítico de televisión advertía que el Estado llegó tarde en el control. Muchos usuarios ya comenzaron a pedir a las empresas telefónicas que anulen su acceso a los 0-609 para no caer en el vicio o controlar a sus hijos.
"Yo creía que era la única que llamaba a 'Hola Susana', pero cuando me llegó la factura me di cuenta que mi marido y mis hijos habían hecho sus propias apuestas en otros programas y ahora 40 por ciento de lo que tengo que pagar de teléfono es por apuestas", dijo a IPS una atribulada espectadora. (FIN/IPS/mv/ag/cr/98