"Ludopatía" es una palabra extraña que no figura en los diccionarios de lengua española. Denota, sin embargo, una adicción que ya cuenta con especialistas y que tiene en las mujeres de mediana edad al grupo social más afectado.
La peruana Norma Espinoza, de 47 años, es una de las que la sufren. Todas las tardes se dirige a un bullicioso salón, con luces de neón y humo de cigarrillos, donde los ojos no se despegan de la pantalla de las máquinas tragamonedas que se resisten a soltar el premio.
Norma se ubica frente a una máquina y solo se resigna a irse cuando ha gastado todo su dinero. Es una "ludópata", una adicta a los juegos de azar, enfermedad que hasta hace unas décadas era padecida solo por los varones, los llamados "burreros" que empeñaban hasta la camisa para apostar a su caballo favorito.
Hoy, la ludopatía hace presa de hombres, mujeres y hasta niños atraídos por los juegos electrónicos, cada día más sofisticados, primer peldaño hacia adicciones a juegos de mayores.
Sin embargo, según los especialistas, son las mujeres de mediana edad las más proclives a caer en esta fatal adicción, que no solo las perjudica económicamente sino que puede causarles problemas emocionales aun mayores.
Para los especialistas, existe una explicación para la dependencia de las mujeres de mediana edad a los juegos de azar, en especial a las máquinas tragamonedas.
"Esta adicción coincide con el inicio de la menopausia. Muchas mujeres se aficionan a los juegos de azar como respuesta a una disminución de su capacidad sexual o del interés de sus parejas en ellas", dijo Elena Aranda, presidenta de la Comunidad Terapéutica Vittale, dedicada al tratamiento de ludópatas.
"Son mujeres con problemas de abandono, depresión y soledad que ya no se sienten jóvenes ni atractivas, que se sienten marginadas de su entorno social y encuentran en casinos y bingos una forma de sentirse integradas, una razón para seguir viviendo", subrayó Aranda.
En su opinión, la personalidad femenina también cuenta, porque es más impulsiva que la masculina, lo que lleva a actos más compulsivos. Y el juego se ajusta a esa característica.
"Cuando me siento a la máquina, me olvido de todo. Atrás quedan los problemas, la incomprensión de mis hijos. No me importa quedarme sin un céntimo. Además, casi siempre saco alguito. Ya conozco a mis máquinas regalonas", dijo Norma.
Si algún familiar la busca entre las 18 y las 19 horas, ya sabe dónde encontrarla: en el casino.
"¿Y qué?", se defendió. "Yo me he sacrificado años metida en mi casa, preparando la comida, cuidando a los chicos. Ahora ellos crecieron y tienen sus amigos. ¿Y yo, qué? Creo que tengo derecho a divertirme", agregó.
No importa que esa diversión le resulte onerosa. "Yo me 'recurseo'. A veces le echo menos carne a la sopa y tengo para mi vicio", confiesa sin inmutarse. "Además, aquí he conocido a otras mujeres, aburridas como yo con las que comparto mis penas cuando no gano", afirmó.
"Eso diferencia a una jugadora enviciada de quien va a los casinos de vez en cuando. La adicta siente la irrefrenable necesidad de involucrarse con el ambiente, los jugadores, los diversos tipos de máquinas. Esa necesidad la llega a dominar y la perjudica en su vida personal, laboral y social", dijo Aranda.
Por otra parte, el psicólogo Fermín Jara, especializado en terapia de mujeres mayores de 40, coincidió en que el inicio del climaterio conduce a muchas mujeres a actividades compulsivas.
"El juego es una de ellas. Es que la mujer tiende a ser más impulsiva que el varón y en el juego descarga esas emociones", afirmó Jara.
La solución radica en hacerle entender a una ludópata que lo suyo es una enfermedad y no una afición. "Como en todas las adicciones, esa es la parte más dificil porque el o la ludópata están convencidos de que podrán dejar el juego cuando se lo propongan", explicó el experto.
"Muchos se defienden diciendo, 'es que todavía no me lo he propuesto', pero se niegan a reconocer que detrás de su adicción hay una escasa autoestima y un bajo control de impulsos", dijo Jara.
El terapeuta reconoció que tratar la ludopatía es más difícil en pacientes mujeres que en varones porque reconocen su adicción pero persisten en ella, a diferencia de ellos, que se niegan a admitir la dolencia que los lleva a jugar de forma compulsiva.
Lo que sucede es que, en muchas mujeres, el juego es "la tabla de salvación para no confesar abiertamente su depresión o su soledad", enfatizó.
A ello se suma la creciente oferta de las casas de juego en las principales ciudades de America Latina, que intentan competir en elegancia y atractivos con los casinos de La Vegas, sin conseguirlo en muchos casos.
Pero eso no importa. Los ludópatas se contentan con un espacio cualquiera donde desplegar su compulsión. (FIN/IPS/zp/mj/he/98