Pauperización, ruralización, heterosexualización y feminización son las cuatro características de la expansión de la epidemia del sida en América Latina, según el análisis de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La feminización acarrea a su vez el aumento de la transmisión perinatal. Es decir, crecen los niños y niñas contagiados desde el vientre de su madre, dijo a IPS el sociólogo argentino Mario Bronsman, con un doctorado en salud pública.
Bronsman, radicado en México, es uno de los especialistas latinoamericanos del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, conocido como Onusida y que funciona desde 1996 con el soporte de cinco agencias del organismo mundial.
El incremento del sindrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en las capas más pobres tiene su explicación en el hecho de que los sectores con mayores recursos han tenido más información y, sobre todo, más medios económicos para protegerse.
La ruralización está muy asociada al fenómeno de la migración, comentó Bronsman durante una visita a Venezuela como parte de una gira por varios países latinoamericanos para crear conciencia sobre la necesidad de campañas preventivas, en todos los planos.
Bronsman aclaró que no prevalecen los casos rurales sobre los urbanos, sino que en el campo el tiempo de duplicación de los enfermos es mucho menor que en las ciudades. Un ejemplo: en México en 1994 tres por ciento de los afectados eran del área rural y ahora ese porcentaje es ya el doble.
Cuando llegan a las ciudades, los inmigrantes aumentan la prevención, pero también las prácticas de riesgo. Al retornar a sus poblaciones, en forma temporal o definitiva, "mantienen las prácticas de riesgo y abandonan las de prevención".
"La mayoría son hombres jóvenes que por su soledad recurren a relaciones eventuales y lo esconden al volver a su medio por razones culturales", explicó Bronsman.
En la región, la enfermedad pasó de concentrarse en los estratos con mayor exposición de riesgo a afectar a los que están en una situación de mayor vulnerabilidad, dentro de dos realidades que no deben confundirse.
Crecen las mujeres infectadas por sus parejas, en relaciones en ocasiones forzadas, o sometidas a violencia dentro de relaciones heterosexuales, expuso Bronsman como un modelo de los segmentos más vulnerables.
El médico brasileño Paulo Texeira, otro experto de Onusida de visita en Venezuela, acotó que es universal el decrecimiento de la tendencia de la transmisión homosexual y bisexual del virus, al contrario de lo que sucede con la transmisión heterosexual.
Al aumentar las mujeres infectadas, crecen en forma paralela las transmisiones perinatales. Texeira detalló como ejemplo que en Venezuela este semestre 3,1 por ciento de los infectados registrados eran niños que nacieron con el virus, cuando en las mediciones anteriores nunca superaron el 1,2 por ciento.
Texeira consideró que una prioridad de las políticas públicas y de las organizaciones privadas de la región debe ser enfrentar el problema de las embarazadas contaminadas. Un tratamiento garantiza la inmunidad del feto en 70 por ciento y su costo total es de sólo 500 dólares.
Bronsman detalló que la epidemia del sida cubre en realidad la coexistencia de tres epidemias: la de los infectados, los enfermos y los muertos, y es sobre esta última que descansan los análisis, "infiriendo a partir de ahí lo que pasó años atrás".
Las tres epidemias coinciden en que desde que se detectó el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), la tendencia fue que cada vez ha permeado más a los más desfavorecidos, "como todas las desgracias".
"Los males pueden comenzar en sectores priviligiados, pero estos tienen con qué protegerse", acotó.
En Brasil, Onusida determinó que en 1997 el 60 por ciento de los afectados tenían sólo estudios primarios, cuando inicialmente el virus afectó a personas con grados universitarios.
De hecho, hay una incidencia Norte-Sur en términos globales, y ahora la casi totalidad de los 16.000 nuevos infectados diarios están en Africa, Asia y América Latina, o si no en las llamadas economías en transición de Europa del Este.
Cifras de Onusida indican que al finalizar 1997 había 30,6 millones de personas con sida, 5,8 millones infectadas ese mismo año, cuando murieron 2,3 millones. En total, los muertos por sida han sido 11,7 millones.
Uno de cada 100 adultos en el mundo tiene sida y 90 por ciento sobreviven y mueren en el Sur en desarrollo. De los 16.000 nuevos infectados diarios, más de 40 por ciento son mujeres y más de 50 por ciento tienen de 15 a 24 años.
Para Onusida, América Latina "está en la raya" para que el problema no se le vaya de las manos. Las personas con sida eran 1,3 millones a fines de 1997 y aún sólo 19 por ciento son mujeres, un nivel que sube a 33 por ciento en el Caribe.
Bronsman, miembro también del Comité Asesor de Vacunas de Onusida, no cree que aún se pueda hablar de un remedio eficaz y asequible contra la enfermedad, pero sí pronóstica que ésta va a pasar pronto, en las regiones y estratos que puedan costearlo, de ser un mal letal a un mal crónico.
El tratamiento de la administración de tres drogas, que se ha demostrado efectivo en un buen porcentaje de enfermos de sida, cuesta unos 14.000 dólares anuales por persona, una cantidad que puede ser afrontada por países y estratos sociales ricos.
Otro elemento, al que no escapa la región, es que el concepto de epidemia del sida también esconde formas variadas de presentarse, en relación a los factores de riesgo asociados.
En México, por ejemplo, la epidemia está sobre todo asociada con la transmisión homosexual, mientras que en Brasil lo está con la transmisión heterosexual, como sucede en general en América Central, y en particular en Honduras.
En tanto, en los países más al sur de la región la transmisión sobresaliente es por uso de drogas, lo que llega a 50 por ciento en el caso de Argentina.
Pero las tres variantes coexisten a su vez en un mismo país, precisó Bronsman, dominando una u otra en distintas zonas. "Se tiende a una sobresimplificación del problema, con un intento de promediar cuestiones que no son promediables y que deben ser enfrentadas de manera distinta", precisó.
Sobre cómo enfrentar la multiepidemia en la región, Bronsman no lo dudó: hacen falta agresivas políticas públicas de prevención, que incluyan campañas publicitarias sin sutilezas, y de atención a los enfermos, que tengan apoyo de las organizaciones privadas y de la sociedad civil en su conjunto.
El país más audaz y más exitoso en su estrategia ha sido Brasil, que decidió asegurar medicamentos para todos los enfermos, aunque ello suponga sólo en 1998 una inversión de 700 millones de dólares, coincidieron Bronsman y Texeira.
Bronsman subrayó que Brasil no cayó en "el falso dilema" de garantizar o no los medicamentos para los enfermos, por muy costosos que sean, y ha obtenido resultados alentadores.
En Sao Paulo, donde el sida llegó a ser la mayor causa de muerte de mujeres entre 20 y 34 años en 1992, se detectó en 1997 una notable caída de la mortalidad, similar a la del Norte industrial.
Bronsman admitió que los grupos conservadores en la región aúnan fuerzas contra las medidas de prevención y expusó que no es un país ni dos donde esos grupos han realizado millonarias contracampañas contra el preservativo, cuando es el método más eficaz para evitar la transmisión del virus.
Afirmó que las campañas deben ir dirigidas a los grupos más vulnerables, en especial las mujeres y los jóvenes, ya que los que desarrollan la enfermedad tienen entre 25 y 35 años, lo que significa que se contagiaron entre los 15 y los 25. (FIN/IPS/eg/ag/he/98