Como "godzillas" motorizados, los autobuses del transporte interurbano se han convertido en portadores del caos para los habitantes de la capital de Venezuela, mostrando de paso que en el espacio de un drama municipal cabe una crisis de gobernabilidad.
La terminal de Caracas, cuyo nombre es "Nuevo Circo", fue demolida hace 10 días por orden del alcalde socialdemócrata Antonio Ledezma, y centenares de autobuses recogen desde entonces a sus pasajeros en las céntricas calles y avenidas adyacentes a la instalación derrumbada.
El ministro de Información, Fernando Egaña, advirtió el peligro de que se genere "una violencia peligrosísima para la estabilidad democrática", mientras se desarrolla una batalla legal, política y ciudadana por la instalación de una terminal provisional y la construcción de otra, definitiva.
El Consejo de Ministros abordó este miércoles la crisis, pero no dictó ninguna medida de emergencia. Por estar encajada en un estrecho valle, Caracas es muy vulnerable en materia de vialidad.
Por entre escombros sin recoger de la terminal demolida, que la lluvia cubrió de barro, familias enteras se desplazan buscando quien les venda un pasaje o intentando localizar el autobús que les llevará a áreas cercanas o extremas del occidente del país, donde no existe transporte ferroviario.
"Nos han hecho caminar cuadras y cuadras y nadie nos sabe dar razón de nuestro autobús", se quejaba este miércoles la usuaria Rosa Quevedo.
Un autobús llegado de Barquisimeto, 350 kilómetros al oeste, se detuvo varias veces en la céntrica Avenida Lecuna para que desciendieran pasajeros. Los últimos eran una pareja de jóvenes malhumorados porque debieron cargar una caja, dos bolsos y una maleta por atestadas aceras rumbo al metro (tren subterráneo).
Los pasajeros están enojados, los transportistas molestos, los vecinos de la terminal demolida ven sus reclamos sólo parcialmente satisfechos, y millones de caraqueños se irritan porque se incrementaron el tráfico y las demoras del precario transporte colectivo, en manos privadas.
Pero, además, los barrios vecinos de las terminales propuestas están en pie de guerra contra la cercanía de esas instalaciones. Si el verdadero Godzilla es un falso monstruo de la industria japonesa de animación, el drama del transporte que siembra el caos en Caracas causa la exasperación de su población.
Nuevo Circo fue por casi 40 años la terminal de todos los autobuses extraurbanos que entraban o salían de Caracas y nació para atender una ciudad de 1,5 millones de habitantes, cuando su población actual es de unos cinco millones.
Se la ubicó en pleno centro de la capital, donde convergen las avenidas más congestionadas por el anárquico tráfico, en que salvo el metro no hay ningún sistema público de transporte y existe un masivo uso de vehículos particulares.
Una mezcla de desidia, demagogia y auge de la economía informal permitió que sus alrededores fueran copados por comercios minoristas, parques de atracciones mecánicas y una abigarrada selva de toda suerte de ventorrillos.
Hace cinco años, las autoridades edificaron en el extremo este de la ciudad una terminal para los autobuses hacia y desde el oriente del país, que funciona cómodamente.
Para el occidente, donde están los destinos más usados, se construyó otra, en el centro-sur de la ciudad.
Esta última terminal, La Bandera, resultó una edificación endeble y tuvo el rechazo de los vecinos. La construyó el gobierno nacional (que administra parte de la ciudad a través de su gobernación del Distrito Federal) sobre terrenos de la municipalidad.
El concejo municipal destinó La Bandera, años atrás, para cuartelillos de Defensa Civil y Policía Metropolitana. Pero este martes, la mayoría socialdemócrata en el Ayuntamiento cambió el uso de la instalación a terminal de pasajeros.
Días antes, Ledezma había decretado la "expropiación" de lo construido sobre el terreno municipal, a lo que se opusieron el gobernador, Abdón Vivas, y el gobierno que preside Rafael Caldera, con apoyo de los vecios del sector.
Cuando el ministro del Interior, José Andueza, ofreció como solución provisoria usar estacionamientos del sistema Metro- Metrobús en el suroeste, de inmediato los vecinos de ese sector anunciaron acciones conflictivas e irán a la calle este jueves.
Ya antes, los vecinos del Paseo Colón, que hizo de terminal por 48 horas, bloquearon los accesos en protesta. Las organizaciones vecinales sistemáticamente se oponen en Venezuela a que en sus cercanías se instalen establecimientos como cárceles, mercados y terminales de transporte.
Las urbanizaciones y barrios opuestos a la terminal invocan el congestionamiento vial pero, sobre todo, la marginalidad, la pobreza, la delincuencia, la suciedad y el deterioro de instalaciones de servicio público que acompañaron a la estación del Nuevo Circo hasta su derrumbe.
También temen los vecinos, con otros casos como ejemplo, que una solución "provisional" se transforme en definitiva.
En el terreno político, la pueba de fuerza entre la alcaldía y el Poder Ejecutivo central, que sigue a meses de alerta recíproco, muestra una "ciudad sin mando", editorializó el diario caraqueño El Nacional, por autoridades que crean una "atmósfera de urgencia" donde lo que hay son "problemas envejecidos".
El drama del transporte extraurbano sin terminal, con decenas de miles de pasajeros que cada día sufren por la carencia, puede motivar desde un conflicto con el sector empresarial del transporte hasta un estallido de furia, como en el pasado.
La mayor eclosión social del último medio siglo, el Caracazo (semana de desórdenes y saqueos que dejaron centenares de muertos en 1989) estalló precisamente por la súbita imposibilidad de abordar el transporte colectivo, debido al alza de las tarifas, en las ciudades-dormitorio aledañas a la capital.
En Venezuela ha comenzado además la campaña para las elecciones presidenciales de diciembre, y las encuestas registran una elevada volatilidad en las inclinaciones de los electores: el caos generado en Caracas ofrece abundante tela para cortar. (FIN/IPS/jz/ff/tr/98