El fin del régimen de 32 años del dictador indonesio Alí Suharto revitalizó esfuerzos en el Congreso de Estados Unidos por presionar a Yakarta para que permita la autodeterminación de Timor Oriental.
Dos senadores demócratas, Russel Feingold, de Wisconsin, y Jack Reed, de Rhode Island, comenzaron esta semana a buscar apoyo para una resolución del Senado con un llamado al presidente Bill Clinton.
La propuesta invita a Clinton a "trabajar activamente, a través de la Organización de las Naciones Unidas y aliados de Estados Unidos, para promover un referendo con respaldo internacional para la autodeterminación" de Timor Oriental.
Una actual resolución en la Cámara de Representantes presentada por Nita Lowey, demócrata de Nueva York, también llama a Washington a respaldar un referendo.
El proyecto Lowey, con el aval de 46 representantes, también reconoce "la necesidad de la participación directa de los timorenses en las conversaciones tripartitas auspiciadas por la ONU" que ahora involucran a los gobiernos de Portugal e Indonesia.
Portugal fue la potencia colonial de Timor Oriental hasta 1975, cuando Indonesia invadió el territorio mientras grupos timorenses luchaban por la independencia.
Pero las resoluciones del Senado y la Cámara enfrentan duras batallas de aceptación de parte de las mayorías republicanas en cada cámara.
Sin embargo, la violencia de este mes en Indonesia, que contribuyó a la renuncia la semana pasada de Suharto y su sustitución por el presidente Bacharuddin Jusuf Habibie, renovó el interés por los derechos humanos en Timor Oriental.
Feingold dijo estar preocupado por informaciones sobre el creciente número de tropas desplegadas en algunas ciudades de Timor Oriental, en medio de una situación en que la isla tiene escaso acceso a alimentos.
Antes de la caída de Suharto, destacó Feingold, Clinton, "quien no se ha involucrado en este tema en el pasado, expresó interés en la idea de un referendo por la autodereminación auspiciado por la ONU, en una carta del diciembre de 1996" dirigida al senador.
En el corto plazo, no obstante, todo parece indicar que los militares indonesios no soltarán su control de Timor Oriental, alegó Edward Herman, profesor de finanzas en la Escuela Wharton de la Universidad de Pennsylvania.
"El ejército aún es fuerte, y Occidente todavía quiere 'estbilidad' o algo similar a los viejos términos (bajo Suharto)", alegó Herman.
Como resultado, si Yakarta pretende mantener su poder sobre Timor Oriental y sus valiosas reservas de petróleo, agregó el experto, aún tiene el poderío militar y el respaldo internacional para hacerlo.
En los últimos días, disminuyeron las señales de que la situación en Timor Oriental podría mejorar tras la caída de Suharto.
Aunque Habibie liberó a dos de los principales prisioneros políticos de Indonesia, Mukhtar Pakpahan y Sri Bintang Pamungkas, e insinuó una amnistía amplia para cientos de otros prisioneros, pocos esperan que timorenses estén incluidos en la medida, menos aún el encarcelado líder de la independencia Xanana Gusmao.
Tampoco los indonesios cuyas protestas condujeron a la renuncia de Suharto reconsideraron la cuestión de Timor Oriental. Aunque algunos de los estudiantes contra el régimen de Suharto se alinearon con la causa timorense, muchos aún aceptan la posición del gobierno.
Líderes demócratas como Amien Rais, presidente de la influyente organización islámica Muhammadiyah, no han sido solidarios con la causa de Timor Oriental, a pesar de las masacres de más de 200.000 personas, o un tercio de la población timorense original, desde 1975. (FIN/IPS/tra-en/fah/lp/if hd/98