SERBIA: Frontera étnica divide a serbios y albaneses de Kosovo

La insurgente provincia de Kosovo, con unos dos millones de habitantes, de los cuales sólo ocho por ciento son serbios, es la provincia más pobre y abandonada de Serbia.

Poco industrializada, con pocas riquezas excepto el carbón y otros minerales, Kosovo es formalmente una provincia de Serbia, parte de Yugoslavia controlada directamente por Belgrado.

Pero basta cruzar la en apariencia inexistente frontera entre Serbia y Kosovo para descubrir que, sencillamente, la provincia no es "Serbia".

Lo más chocante de Kosovo son sus fuerzas de seguridad. La provincia tiene 13.000 policías, 21.000 soldados del ejército yugoslavo y 21.000 serbios de Kosovo que portan armas como integrantes de la reserva policial.

En cuestión de días, Belgrado sería capaz de trasladar 25.000 soldados más a Kosovo, según la publicación británica Jane's Intelligence Review, especializada en temas de defensa.

Los serbios, tanto civiles como uniformados, se encuentran en una posición poco envidiable. Colonizadores y protectores armados, cumplen y sufren la política patriotera dirigida por Belgrado.

Casi todos los policías y funcionarios locales desarrollaron el síndrome de una fuerza ocupante. Son brutales y rápidos para exigir dinero por la fuerza a los albaneses, quizá porque creen que su tiempo en Kosovo es limitado.

La policía está especialmente inquieta porque sabe que es ella, y no el más poderoso ejército yugoslavo, el principal objetivo del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK).

"Tengo miedo. ¿Cómo no lo voy a tener?", pregunta un policía serbio en Pristina. Los integrantes del ELK "son cobardes, nos emboscan y huyen". En los últimos siete años, los "terroristas albaneses" mataron a 20 policías serbios e hirieron a 62, según cifras del Ministerio del Interior de Serbia.

Los civiles serbios no sienten mayor tranquilidad.

Las irascibles multitudes serbias que realizan manifestaciones en Pristina, algunos con carteles con la imagen del supuesto criminal de guerra serbio de Bosnia Radovan Karadzic, son organizadas por Belgrado para contrarrestar la cobertura televisiva de manifestantes albaneses.

De hecho, fueron los serbios de Kosovo quienes tuvieron un papel protagónico hace 10 años, en la ocasión del 600 aniversario de la Batalla de Kosovo.

Entonces, los serbios ofrecieron a Slobodan Milosevic, actual presidente de Yugoslavia, el sitio desde donde comenzó su carrera como líder de los serbios y que dio lugar a todo lo que ocurrió después en la ex Yugoslavia.

La representación de los serbios de Kosovo en el parlamento serbio, con los diputados más radicalmente nacionalistas, es superior a su población en la provincia, debido a que los albaneses boicotean las elecciones serbias desde hace tiempo.

Los serbios de Kosovo están listos para huir. Algunos afirman que Belgrado ya los utilizó por demasiado tiempo.

"Si se desata la guerra, vamos a ser los primeros en morir", manifestó Momcilo Trajkovic, líder del Movimiento de Resistencia Serbia-Movimiento Democrático, opuesto a Milosevic.

"Nuestra gente no está a favor de la guerra porque ahora tiene la experiencia de que la violencia no soluciona nada", añadió.

Los albaneses no sienten compasión hacia la situación de los serbios. "Los policías sólo controlan el territorio debajo de sus botas. Todo lo demás en Kosovo es nuestro", aseguró un periodista albanés.

De hecho, la mayoría de la población en la provincia es albanesa. Las comunidades, con sus elevados muros y sus viviendas interconectadas, representan físicamente los estrechos lazos familiares que son la esencia de la vida albanesa.

En el centro de Pristina, los animados cafés están repletos de jóvenes albaneses, casi todos desempleados y por tanto con tiempo libre.

Por todas partes, ancianos albaneses, con su típica gorra blanca, transitan las calles y los campos. Aunque algunas mujeres de las ciudades son profesionales, la mayoría proceden de familias tradicionales y trabajan en el hogar.

Una sensación de expectativa embarga a Kosovo y casi nadie duda que algo grande ocurrirá pronto. Durante el día, las manifestaciones en Pristina convocan a miles que portan pancartas y carteles por la paz, muchos escritos en inglés.

Pero, desde que la policía especial de Milosevic mató a 80 personas en Drenica, en marzo, las calles de Pristina quedan vacías cuando se pone el sol. Aparte de la inquietud generalizada, parece que los albaneses acatan un autoimpuesto toque de queda.

Los residentes albaneses de Prizren, en el sur, no renunciaron de tan buena gana a la vida nocturna y recibieron una reprimenda de Pristina por su falta de solidaridad.

Pero los albaneses de Kosovo hace tiempo que están bajo sitio. Los serbios, y el resto de los eslavos del sur, siempre los trataron como ciudadanos de segunda clase y, en esta década, soportaron el control de la policía.

Sin acceso igualitario a la enseñanza, la atención médica y el empleo, los albaneses de Kosovo sufren violaciones de sus derechos humanos en forma habitual. Belgrado restringe y reprime severamente a las organizaciones políticas y cívicas, así como a los medios de comunicación.

Desde 1989, la policía mató a decenas de personas, cientos fueron encarcelados por razones políticas, decenas de miles perdieron sus empleos en las industrias estatales y 350.000 emigraron debido a la marginación económica y social, según cálculos conservadores de la organización Human Rights Watch.

El deseo albanés de obtener la independencia de Serbia no es una aspiración surgida en el contexto de la desintegración de Yugoslavia.

Las raíces de la desconfianza entre serbios y albaneses son profundas. "Cuando era niño, creía que un 'siptar' (término despectivo sinónimo de albanés) era una ocupación", otra forma de decir obrero, recordó un periodista.

Algunos intentaron convivir. "Los albaneses quieren separarse de Serbia desde 1912" (cuando Kosovo se integró a Serbia después de las guerras de los Balcanes), explica Mahmut Bakalli, el principal funcionario comunista de origen albanés durante el gobierno de Tito (Josip Broz).

Pero, según Bakalli, ex propulsor de la fórmula de "hermandad y unidad" propuesta por Tito para lograr la armonía entre los grupos étnicos, ni la represión ni el liberalismo detuvieron las ansias de independencia de los albaneses.

"Las autoridades serbias, yo mismo y Tito, todos lo intentamos, pero no funcionó", aseguró Bakalli.

"Somos un organismo ajeno en el mar eslavo", opinó Albin Kurti, de la Unión Independiente de Estudiantes Albaneses, de Pristina. Para él, la separación de las ex repúblicas yugoslavas en 1991 y su posterior conflicto refuerza su punto de vista.

Como casi todos los albaneses, Kurti afirma que su comunidad no puede vivir bajo el dominio serbio. "¿Por qué deberíamos hacerlo, si incluso los eslavos no pudieron vivir juntos?", preguntó.

————-

(*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con el Instituto del Periodismo en Transición, de Praga, editor de la revista Transitions. (FIN/IPS/tra-en/ijt/tl/rj/aq-lp/ip pr/98

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe