Enfermedades antes concentradas en los países ricos, como las cardiovasculares y el cáncer, se globalizaron junto con la economía y hoy se expanden principalmente entre las naciones pobres.
Esa tendencia, señalada en el informe de los 50 años de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por el Congreso Mundial de Cardiología en Río de Janeiro a fines de abril, se debe a que los países en desarrollo incorporaron los factores de riesgo sin dedicar la misma atención a la medidas preventivas.
Mientras la incidencia del cáncer y las muertes por enfermedades del corazón tienden a estabilizarse o declinar en los países industrializados, el mundo en desarrollo enfrenta la perspectiva del aumento en las próximas décadas.
La pobreza agrava los problemas circulatorios por tres razones básicas, según el cardiólogo argentino René Favaloro, conocido por introducir los puentes coronarios de venas safenas hace 30 años.
Falta a los pobres información para prevenir esas enfermedades y les escasean los recursos para comprar alimentos más saludables, a la vez que sobra desempleo, un factor de estrés que aumenta la incidencia de males del corazón.
Las campañas de prevención, decisivas para la estabilización de las muertes en el mundo desarrollado, se basan en educación y cambios en el estilo de vida, y son poco aplicadas en los países pobres. Además, la población pobre come "lo que puede", sin posibilidad de elegir, observó Favaloro.
Por razones como ésas, las muertes por enfermedades cardíacas aumentarán 30 por ciento en los países más pobres y 20 por ciento en los de mediano desarrollo como Brasil hasta el año 2020, prevé la Sociedad Internacional y Federación de Cardiología.
Otra causa es la deficiente asistencia, agregó Antonio Bayés de Luna, presidente de la Sociedad, quien recordó que en Africa sólo se dispone de un cardiólogo por millón de habitantes. En Mozambique, por ejemplo, son dos para todo el país, de 15 millones.
En Brasil, sólo tres por ciento del presupuesto de salud se destina a la prevención de problemas cardiovasculares, aunque provoquen 34 por ciento de todas las muertes registradas en el país, se quejó Mario Maranho, que asumió la presidencia de la Federación Internacional de Cardiología.
De los 52,2 millones de muertos en el año pasado, 29 por ciento o 15,3 millones fueron víctimas de problemas cardíacos y circulatorios, según la OMS. El cáncer respondió por 6,2 millones.
En el mundo industrializado se muere más por esas causas, pero ya se superó el auge. En Estados Unidos, la prevención redujo en 50 por ciento la mortalidad por razones cardíacas, según datos divulgados en el Congreso de Cardiología.
Las enfermedades circulatorias provocan 44 por ciento de las muertes en la mayor potencia mundial y 40 por ciento en Canadá, estimó la Fundación Interamericana del Corazón (FIC). El campeón hemisférico, sin embargo, es Argentina, con 46 por ciento.
Uruguay se suma a los países con índice superior a 40 por ciento, en una situación similar al del extremo sur de Brasil, lo que comprueba el riesgo que representa el elevado consumo de carne vacuna, que es tradición en esa parte del Cono Sur americano.
Nicaragua, Ecuador, Perú y El Salvador registran las mejores situaciones, con cerca de 20 por ciento de sus muertes debidas al corazón, aunque en muchos países latinoamericanos la reducción del índice se debe a la mortalidad provocada por males del subdesarrollo como la violencia, la desnutrición y las epidemias.
La alimentación grasosa y dulce, la vida sedentaria, la consecuente obesidad, la hipertensión, el tabaquismo, el estrés y el alcohol son los grandes verdugos conocidos del corazón.
La importación de hábitos alimentarios de mucho colesterol, el "efecto McDonald's", la televisión y otras comodidades convirtieron al Sur en desarrollo en campo fértil para el infarto, la arteriosclerosis y los accidentes vasculares.
Sumando otros aspectos del estilo de vida en globalización, como los químicos, la contaminación y la agitación urbana, se multiplica también el cáncer.
Incrementar la prevención desde la infancia con campañas educativas, es el único camino, especialmente en los países en desarrollo que no pueden costear las caras tecnologías de cura, concluyó Mario Maranho. (FIN/IPS/mo/ml/he-dv/98