Dos encuestas sobre intención de voto en Venezuela, divulgadas hoy, confirmaron que el sentimiento de revancha política ha ganado espacio entre la población que se dispone a sufragar en los comicios generales del 6 de diciembre.
El candidato más favorecido por la frustración y malestar de los setores populares, el ex teniente coronel Hugo Chávez, se afianzó como líder en los sondeos, tras saborear el éxito del primer mítin multitudinario en este año electoral en Caracas.
Datanálisis, cuyo último sondeo auscultó 39 ciudades, colocó a Chávez con 27,2 por ciento de intenciones de voto, mientras que CVI, encuestadora que lleva un pulso semanal de las cinco mayores urbes, entregó al ex comandante 21,1 por ciento de intenciones.
La que fue reina de las encuestas políticas durante año y medio, Irene Sáez, alcaldesa de un municipio caraqueño y Miss Universo en 1981, escolta ahora a Chávez con 22,2 por ciento (Datanálisis) y 14,6 por ciento (CVI).
Tercero se ha ubicado Henrique Salas, empresario independiente y ex gobernador de una provincia industrial al oeste de Caracas, con 16,5 y 9,8 por ciento, según el instituto de opinión de que se trate, y cuarto marcha el socialdemócrata independiente Claudio Fermín, con 8,7 y 6,6 por ciento.
En el atípico proceso electoral venezolano, los tres principales partidos (el socialdemócrata Acción Democrática, el socialcristiano Copei y el moderado Movimiento al Socialismo) todavía no presentan candidato, y la escena es copada por los cuatro independientes ya citados.
Acción Democrática seguramente lanzará a su jefe Luis Alfaro o al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, mientras los socialistas – que apoyan al presidente Rafael Caldera, cuyo grupo Convergencia tampoco se define- dispersan sus simpatías.
Copei ha tendido la alfombra para que Sáez sea su candidata, pero a riesgo de severas fisuras internas, alentadas por la declinación del apoyo popular a la aspirante. En el partido entra el temor de apostar por una independiente que no gane.
Este panorama de partidos y gobierno sin candidatos y candidatos sin partidos, además de ausencia de programas, está dominado por la volatilidad de intenciones, según analistas como el politólogo Carlos Blanco. Mientras, bajo las cifras, los sondeos dejan ver sentimientos profundos del electorado.
Uno es el rechazo a los partidos tradicionales, traducido en respaldo a los aspirantes independientes. El extremo es mostrado por la firma Datanálisis: 72 por ciento de quienes dijeron ser de Acción Democrática -la mejor maquinaria electoral en la historia venezolana- prefieren una opción ajena al partido.
Otro dato es que, pese a rechazar a quienes ven como encarnación de la política tradicional, los venezolanos quieren votar.
En el proceso de 1993, a estas alturas, 70 por ciento de los consultados afirmaban que no votarían y al final la abstención trepó a 55 por ciento. Pero hoy día, 60 por ciento de encuestados aseguran que acudirán a votar.
Aquí se agita el trapo rojo del miedo. Chávez, quien fue líder de una organización clandestina dentro del ejército e intentó un golpe de Estado, pregona que llamará al pueblo a defender su victoria: arroja así una incógnita sobre lo que pasará si las urnas desmienten a las encuestas.
Porque una tercera lectura de las encuestas y del pulso de opinión callejera ("no encuentro un taxista que no esté con Chávez", comentó el sociólogo argentino Francisco Iturraspe) es que quienes se inclinan por el líder de la cruenta asonada de febrero de 1992 lo hacen esgrimiendo odio o revancha.
Chávez ofrece un referendo para disolver el Congreso y convocar una asamblea constituyente, y en el mítin de Caracas prometió que "el 6 de diciembre pasaremos por encima de las maquinarias partidistas y las 'desapareceremos' del mapa político para siempre".
En cambio, su discurso económico populista se ha moderado y el mismo día del mítin, el 24 de abril, se reunió con embajadores europeos para asegurarles que no detendrá el programa de privatizaciones. Washington, entre tanto, le ha negado la visa, impidiéndole viajar a Estados Unidos.
El electorado se modera menos, al punto que José Antonio Gil, presidente de Datanálisis, está convencido de que surgirá un candidato antiliberal y antipartidos tradicionales aún más radical que Chávez.
El descontento y el sentimiento de revancha tienen también opciones moderadas, y si Chávez creció mientras bajaba Sáez, el mepresario Salas remonta la cuesta con su oferta de orden y cambios pero manteniendo el statu quo, mientras Fermín, oferente de "reformas", es castigado por la opinión pública.
Pero el sustrato del alineamiento de la opinión es la situación económica: el poder adquisitivo de los venezolanos sigue cayendo, y el salario mínimo se halla en 186 dólares por mes, cuando la canasta básica se ubica en 331 dólares, según los sindicatos.
Los ingresos petroleros aumentaron varios miles de millones de dólares en 1996 y 1997, con escaso aprovechamiento para las mayorías, que debieron apretarse el cinturón con el segundo ajuste macroeconómico en siete años y en 1998 se topan con la noticia de que ese ingreso cayó y el gasto público mermará.
En fin, según cifras oficiales, 68,7 por ciento de los hogares eran pobres al finalizar 1997, 10 por ciento más que un año antes: unos 2,3 millones de personas ingrsaron en el campo de la pobreza mientras se ejecutaban los ajustes.
Todavía más, en lo que va de la década se ha duplicado la pobreza crítica, que ya alcanza a 40 por ciento de los 23 millones de venezolanos, y un sector que organizaciones religiosas ubican sobre 10 por ciento del total sobrevive en "pobreza atroz": quienes se hallan en esa situación sólo pueden comprar 40 por ciento de los alimentos que necesitan. (FIN/IPS/jz/ff/ip/98